El ¡®noesnoismo¡¯ cambia de bando
Tal vez alguien deber¨ªa decir a Rivera que vaya despertando porque la realidad es el ¨²nico sitio donde los sue?os se hacen realidad
Quiz¨¢ Albert Rivera admira en secreto a Pedro S¨¢nchez, como esos fans con tendencia al fanatismo hostil, persuadido de que ¨¦l puede emular su trayectoria pol¨ªtica y disfrutar del mismo destino: aferrarse al ¡°no es no¡± para llegar a ser, en pocos a?os, presidente del Gobierno. Esa parece definitivamente su hoja de ruta. Y, en principio, nada es imposible; pero hay matices. Rivera no tiene ninguna posibilidad de presentar una moci¨®n de censura; y de hecho, no es el partido que lidera el bloque de la derecha. Las elecciones locales y auton¨®micas est¨¢n colocando a Ciudadanos (Cs) en un rol subsidiario. De momento le ha dado para las alcald¨ªas de Segovia, Palencia y tal vez Huesca, otras en proindiviso y alguna Diputaci¨®n que al parecer ya no hay que desmantelar. As¨ª que tal vez alguien deber¨ªa decir a Rivera, al modo de Ambrose Bierce, que vaya despertando porque la realidad es el ¨²nico sitio donde los sue?os se hacen realidad.
Hay algo m¨¢s, que se menciona poco: el PSOE se abstuvo para facilitar un Gobierno del PP. S¨ª, S¨¢nchez se resisti¨®, aferrado al noesno¨ªsmo con sus sanchistas inmaculados, y el partido le infligi¨® un castigo dur¨ªsimo por anteponer su cargo al inter¨¦s colectivo. Despu¨¦s las bases lo redimieron, pero esa es ya otra historia. En aquel momento el PSOE acept¨® la abstenci¨®n para evitar otra repetici¨®n electoral. Hoy, el PP y Cs consideran esto sencillamente imposible. Antes o despu¨¦s, ese oportunismo pasar¨¢ factura. Rivera, de hecho, en esa deriva iluminada, ha llegado a reclamar al PSOE que en Navarra permita gobernar a la lista m¨¢s votada, y as¨ª se le corte el paso al nacionalismo¡ mientras su partido, en Espa?a, se niega a apoyar la lista m¨¢s votada y abiertamente anima a S¨¢nchez a pactar con los nacionalistas en lugar de acordar un programa de regeneraci¨®n con ¨¦l. Dilapidar as¨ª la coherencia, aunque le resulte t¨¢cticamente rentable, nunca es gratis.
Y s¨ª, hay que poner los focos sobre Rivera, como ha hecho Francesc de Carreras, uno de los fundadores de Cs, porque tiene la llave y porque ser¨ªa lo coherente con los principios fundacionales de la formaci¨®n. Pero Rivera ha convertido a Cs en el Partido de Rivera, como Iglesias hizo con Podemos. Y de hecho, tras repartir carn¨¦s de constitucionalistas, ha decidido, a su medida, integrar en el club a la extrema derecha, a la que no va a poder blanquear con la etiqueta c¨®mica de ¡°centroderecha liberal¡±.
Las advertencias tambi¨¦n vienen del exterior. Lo de Macron puede ser tacticismo, pero Rivera deber¨ªa estar peleando en Bruselas por Garicano, despu¨¦s de que la candidata francesa a liderar a los liberales, Nathalie Loiseau, haya tenido que renunciar al filtrarse un off the record c¨¢ustico en Le Soir contra Manfred Weber y otros colegas. Ahora en la carrera figuran la holandesa Sophie in¡¯t Veld y el sueco Federley. A Rivera parece que Europa le resulta irrelevante. Se dir¨ªa que Rivera s¨®lo tiene una obsesi¨®n, y es S¨¢nchez. Tal vez no deber¨ªa deso¨ªr a Borges: hay que tener cuidado con los enemigos porque uno acaba pareci¨¦ndose a ellos.
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