La parte de tu cuerpo que te delata cuando algo te gusta
Aunque nos empe?emos en no expresar nuestras emociones, las pupilas delatan parte de lo que sentimos o del esfuerzo mental que realizamos
Nuestras miradas revelan algo m¨¢s que el disfrute o la atracci¨®n, como el esfuerzo mental en el que estamos inmersos.
Existe una parte sutil, pero perceptible, que revela si algo nos gusta o nos horroriza. Por mucho que pretendamos disimular nuestras emociones, el cuerpo nos delata. Lo hacen nuestras pupilas, capaces de aumentar hasta 30 veces su tama?o cuando advierten un est¨ªmulo. De esa manera, expresamos nuestro placer, pero tambi¨¦n nuestro esfuerzo mental. Lo puedes observar por ti mismo. P¨ªdele a alguien que vea una serie de im¨¢genes que hayas escogido previamente. Mu¨¦straselas despacio y ac¨¦rcate lo suficiente hasta que puedas apreciar la reacci¨®n de sus ojos. Incluye en la selecci¨®n estampas agradables y otras que no lo sean tanto. Si sus pupilas se dilatan querr¨¢ decir que lo que ve en ese momento le est¨¢ gustando. Ser¨¢ algo sutil, pero comprobable.
El resto del cuerpo puede parecer inamovible, pero nuestras pupilas nos dejan en evidencian (cuidado, el ejercicio anterior puede ser de alto riesgo si lo haces con la pareja y con im¨¢genes un tanto comprometedoras). El t¨¢ndem amoroso entre placer y dilataci¨®n de las pupilas fue descrito por el psic¨®logo Eckardt Hess en un art¨ªculo publicado en 1964. Sin embargo, el conocimiento de este t¨¢ndem es antiguo, como explica el autor. Por ejemplo, aquellas personas que compran en los bazares de forma profesional saben que son m¨¢s efectivos si negocian los precios con gafas de sol. De ese modo, el vendedor no puede ver sus ojos y no sabe realmente si el producto le gusta. Los compradores pueden tener de esta forma un mayor margen de maniobra a la hora de negociar el precio. El lenguaje de nuestras pupilas no solo expresa lo que sentimos. Va m¨¢s all¨¢: tambi¨¦n es un im¨¢n de miradas.
Hess incluy¨® en su art¨ªculo dos im¨¢genes casi id¨¦nticas de unas bellas mujeres. Solo exist¨ªa entre ellas una peque?a variaci¨®n: sus ojos. Curiosamente, las que resultaban m¨¢s seductoras para la mayor¨ªa de observadores eran aquellas en las que las pupilas de las modelos eran m¨¢s grandes y brillaban. La explicaci¨®n parece tener un origen evolutivo: una persona con pupilas dilatadas resulta m¨¢s atractiva porque puede estar m¨¢s disponible (no hablamos de la dilataci¨®n forzada para analizar el ojo, sino de la discreta). Este hecho se conoce desde la antig¨¹edad. En Roma, por ejemplo, las mujeres utilizaban como producto de cosm¨¦tica la planta de atropa belladona (¡°bella mujer¡± en italiano), capaz de agrandar las pupilas. Pero nuestras miradas revelan algo m¨¢s que el disfrute o la atracci¨®n, como el esfuerzo mental en el que estamos inmersos.
Jackson Beatty, una eminencia en el estudio de la pupilometr¨ªa cognitiva, realiz¨® varios experimentos en los que ped¨ªa a los participantes que realizaran diversas ecuaciones matem¨¢ticas. Comprob¨® que, cuando realizamos operaciones de dos o tres d¨ªgitos, nuestras pupilas se dilatan hasta un 50% m¨¢s durante los primeros cinco segundos. Es decir, el trabajo intelectual supone una activaci¨®n interior que tiene su expresi¨®n tambi¨¦n hacia afuera, y no solo en nuestros ojos, tambi¨¦n en nuestro coraz¨®n. Las palpitaciones aumentan: siete m¨¢s por minuto de media. El descubrimiento entre el t¨¢ndem esfuerzo intelectual y pupila abri¨® una l¨ªnea de investigaci¨®n para verificar si pensamos de una manera elaborada o si hemos puesto el piloto autom¨¢tico. En definitiva, nuestro cuerpo habla por s¨ª solo. Aunque nos empe?emos en no expresar nuestras emociones, las pupilas delatan parte de lo que sentimos, o del esfuerzo mental que realizamos. As¨ª pues, nuestra mirada es un motivo m¨¢s para ser coherentes con lo que decimos.
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