La mente nos enga?a (y no nos damos cuenta)
Empieza a ser consciente de que tu cerebro est¨¢ lleno de trampas
Las consecuencias de pensar demasiado r¨¢pido.
No todo es lo que parece. Basta con un sencillo experimento para comprobarlo. Supongamos que Steve es una persona seleccionada al azar de una muestra representativa. Un vecino le describe como alguien ¡°muy t¨ªmido y retra¨ªdo, siempre servicial, pero poco interesado por la gente o por el mundo real. De car¨¢cter disciplinado y met¨®dico, necesita ordenarlo y organizarlo todo. Adem¨¢s, tiene una obsesi¨®n por el detalle¡±. ?Qu¨¦ es m¨¢s probable que Steve sea un bibliotecario o un agricultor? Pi¨¦nsalo r¨¢pidamente y contesta sin demasiada reflexi¨®n. Quiz¨¢, la primera respuesta que se nos venga a la cabeza es que Steve es bibliotecario. Al fin y al cabo, parece reunir las cualidades t¨ªpicas de estos profesionales. Sin embargo, la respuesta correcta es agricultor. En los pa¨ªses occidentales, como Estados Unidos, existe un bibliotecario por cada 20 agricultores. Si Steve ha sido elegido aleatoriamente, lo m¨¢s probable es que se dedique a cultivar la tierra. Nuestra mente nos enga?a. O, mejor dicho, nos enga?a pensar r¨¢pido.
En 1974, los psic¨®logos Amos Tversky y Daniel Kahneman publicaron dicho ejercicio en la revista Science, lo que dio pie a toda una corriente de investigaci¨®n sobre c¨®mo opera nuestra mente y los enga?os en los que caemos. Kahneman gan¨® el Premio Nobel de Econom¨ªa en 2002 gracias a este trabajo (Tversky hab¨ªa muerto unos a?os atr¨¢s). Llegaron a la conclusi¨®n de que todos tenemos dos formas de pensar, dos sistemas operativos. El sistema 1, o reactivo, est¨¢ relacionado con el pensamiento r¨¢pido y autom¨¢tico. En ¨¦l se conforman los juicios y las ideas prestablecidas. En esta fase tambi¨¦n se procesan las decisiones intuitivas o las del experto, quien despu¨¦s de muchos a?os de trabajo es capaz de reconocer algo a golpe de vista. El sistema reactivo es tambi¨¦n el encargado de responder cuando la persona est¨¢ en pleno secuestro emocional, es decir, cuando vive una emoci¨®n con mucha intensidad, lo que le dificulta ver las cosas con claridad.
El sistema 2, o consciente, est¨¢ relacionado con el pensamiento lento, el que necesita tiempo para elaborar la conclusi¨®n. Se activa cuando la atenci¨®n es plena. Es el encargado de los c¨¢lculos complejos y de la concentraci¨®n. Entra en acci¨®n cuando el sistema 1 est¨¢ atascado o cuando se activa en nosotros una alerta que nos despierta del modo autom¨¢tico. Todos tenemos estos dos sistemas, pero lo m¨¢s curioso es que el sistema 2 est¨¢ normalmente en un segundo plano. Como reconoce Kahneman en su interesant¨ªsimo libro Pensar r¨¢pido, pensar despacio, nuestro cerebro es perezoso por pura supervivencia. Consume en torno al 20% de la glucosa y del ox¨ªgeno que est¨¢ en nuestro cuerpo, a pesar de que suponga menos del 5% de su masa. Para evitar un consumo excesivo activamos el modo autom¨¢tico, el sistema 1 o reactivo. En otras palabras, respondemos y actuamos seg¨²n lo primero que se nos viene a la cabeza, sin elaborarlo demasiado.
Este hacer sin pensar nos lleva a poner etiquetas a las personas que vemos o acabamos de conocer. Nos dejamos arrastrar por su estilo a la hora de vestir, por su forma de ser, por su tendencia sexual y por tantos otros sesgos inconscientes que evitan que tomemos decisiones m¨¢s reflexivas e inteligentes. Diversas investigaciones han demostrado que la gente que se mueve por el sistema 1 suele tomar decisiones m¨¢s ego¨ªstas, m¨¢s superficiales y, por supuesto, utilizan un lenguaje m¨¢s sexista. Pero no est¨¢ todo perdido. Tenemos la capacidad de evitar caer en los brazos del sistema reactivo a la primera de cambio. La clave consiste en reflexionar antes de tomar una decisi¨®n importante o cuando hemos conocido a alguien. En el fondo, es despertar al sistema 2, prestar una mayor atenci¨®n. Por eso no es de extra?ar que muchas empresas punteras que buscan diversidad e innovaci¨®n formen a sus empleados en c¨®mo evitar los sesgos inconscientes. Este trabajo lo podemos realizar nosotros mismos teniendo presente c¨®mo opera nuestro cerebro, siendo conscientes de que est¨¢ lleno de trampas. Si este aprendizaje lo aplicamos en el ejercicio de Steve, valdr¨ªa la pena preguntarse si no existen agricultores meticulosos. Esa pregunta nos abrir¨ªa nuevas posibles respuestas.
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