Joane: acabar con el pl¨¢stico y el fuego destructor es posible
Esta joven activista brasile?a lucha por cambiar los h¨¢bitos de su pueblo, que se recojan y dejen de quemar residuos. Su historia es la cuarta de la serie 'Rainforest Defenders', que presenta a cinco j¨®venes l¨ªderes que luchan por la conservaci¨®n de los bosques amaz¨®nicos
?Cu¨¢nto pl¨¢stico m¨¢s puede soportar la cuenca amaz¨®nica antes de colapsar? ?Cu¨¢nta agresi¨®n inconsciente? ?Cu¨¢nta degradaci¨®n ambiental?
Una bolsa de pl¨¢stico, una botella de polietileno, un pedazo de poliuretano¡ son objetos banales, baratos, desechables. Su uso cotidiano se mide en miles de millones de unidades, a trav¨¦s de todo el planeta. Sin embargo, despu¨¦s de un solo uso, son abandonados sistem¨¢ticamente en la naturaleza, e impactan de manera catastr¨®fica, sobre todo cuando se multiplican al infinito, invaden el territorio, se descomponen en micropl¨¢sticos y contaminan el agua. Acaban matando la fauna del r¨ªo: peces, tortugas, p¨¢jaros.
Seg¨²n Earth Day Network, Brasil ocupa tristemente el n¨²mero uno en mala gesti¨®n de los desechos pl¨¢sticos, en las Am¨¦ricas, por encima de los Estados Unidos. En demasiadas ¨¢reas del r¨ªo Tapaj¨®s, la proliferaci¨®n del pl¨¢stico en el ambiente es gigantesca. Detener esta deriva absurda y empezar a revertirla es una tarea de dimensi¨®n tambi¨¦n enorme. Aunque no imposible.
Un ejemplo de esto ocurre en Suruac¨¢, una peque?a comunidad dentro de la Reserva Extractivista Tapaj¨®s-Arapiuns. Aqu¨ª, algo podr¨ªa empezar a cambiar si gente como Joane, una joven de 20 a?os, tiene ¨¦xito en su valioso empe?o.
La comunidad de Suruac¨¢ fue una de las primeras que entr¨® a formar parte de un extenso programa de regeneraci¨®n socio ambiental, liderado por la organizaci¨®n no gubernamental Projeto Sa¨²de e Alegr¨ªa, con base en Santarem, en el estado de Par¨¢. La comunidad de Joane podr¨ªa ilustrar c¨®mo una pol¨ªtica comunitaria coherente, aplicada con continuidad en el tiempo, tiene efectos transformadores de largo alcance. Ciertamente, el desaf¨ªo es grande. Pero la comunidad de Suruac¨¢ est¨¢ suficientemente organizada como para que pueda prosperar.
Ya desde bien ni?a, a Joane le gustaba jugar con los pl¨¢sticos, cuenta su madre, profesora de la escuela local. ¡°Fabricaba peque?as joyas, complementos para el ba?o o peque?os tiestos para las plantas del jard¨ªn¡±, nos cuenta, mientras limpia un pescado. Ahora, gracias a la conciencia adquirida en diversas formaciones en materia ambiental, Joane se ha propuesto intervenir en su comunidad.
La situaci¨®n empez¨® a deteriorarse cuando el modelo alimentario fue cambiando y pas¨®, en pocas d¨¦cadas, de una alimentaci¨®n basada en cultivos aut¨®ctonos, frutas, pescado, y agua fresca de los pozos o las fuentes que alimentan el r¨ªo (los hermosos igarap¨¦s), a una alimentaci¨®n ex¨®gena, que incorpora productos envasados y enlatados, refrescos y agua embotellada. Qui¨¦n sabe si se alcanzar¨¢ alg¨²n d¨ªa a revertir esta situaci¨®n. Ser¨¢ dif¨ªcil. Pero mientras tanto, j¨®venes l¨ªderes con conciencia como Joane, tienen ideas, encabezan proyectos, trazan objetivos.
El fuego que prenden algunos vecinos para hacer parcelas de cultivo muchas veces deriva en incendios. Despu¨¦s queman otra, y luego otra, y hacen avanzar la deforestaci¨®n
Uno de los problemas a?adidos a la generaci¨®n de residuos s¨®lidos de la propia comunidad es la acumulaci¨®n de pl¨¢sticos en la ribera que provienen de los barcos que navegan por el r¨ªo, o del pueblo de Alter do Chao, incipiente resort tur¨ªstico en el margen opuesto del Tapaj¨®s. El viento y las corrientes arrastran el pl¨¢stico hasta la playa, que en ocasiones adquiere el aspecto de un verdadero vertedero.
Hace muy poco tiempo, Joane, junto a miembros del Colectivo Joven Tapaj¨®nico, que ella contribuy¨® a fundar, protagonizaron una acci¨®n de concienciaci¨®n para causar impacto. La acci¨®n consisti¨® en dibujar, con residuos pl¨¢sticos sobre la arena de la playa, un monumental barco amaz¨®nico de tres puentes, y tomarle una fotograf¨ªa a¨¦rea. Fue dif¨ªcil convencer a la comunidad de la oportunidad de esa imagen, pero al verla entendieron su raz¨®n de ser.
¡°El coordinador pens¨® que nuestra acci¨®n iba a perjudicar a la comunidad, al dar una mala imagen, porque para ¨¦l el problema no es de Suruac¨¢, viene de fuera¡±. En esta ocasi¨®n, no sin esfuerzo, los j¨®venes consiguieron convencerlo, sobre todo cuando vi¨® la fotograf¨ªa y el impacto que pod¨ªa tener en la prefectura y otros ¨®rganos administrativos para tomar consciencia de que se deben tomar medidas urgentes.
Pero, aunque el problema real es la falta de pol¨ªticas p¨²blicas de gesti¨®n de los residuos s¨®lidos por parte de la prefectura, que es quien tiene la responsabilidad sobre este asunto,
Joane da mucha importancia al cambio de h¨¢bitos que est¨¢ percibiendo en algunos de los j¨®venes de la comunidad, algo que la hace feliz. Sobre todo cuando obtiene tambi¨¦n la aprobaci¨®n de su abuela y de su madre, ellas mismas luchadoras y portadoras de valores ancestrales, aprendidos de unos h¨¢bitos de vida del pasado mucho m¨¢s pr¨®ximos a la supervivencia en el medio natural, que ven en la joven activista continuidad y futuro.
Y adem¨¢s de los residuos, est¨¢ la amenaza del fuego. Primero las hogueras donde los vecinos queman todo tipo de pl¨¢sticos y gomas, que generan un humo negro, t¨®xico e in¨²til. ¡°Esa no es la manera de tratar residuos¡±, se indigna Joane, y sin embargo no hay familia en Suruac¨¢ que no tenga un rinc¨®n para su propia fogata.
Pero luego est¨¢ el fuego que prenden algunos vecinos con el objetivo de obtener parcelas para el cultivo, y que muchas veces derivan en verdaderos incendios. Una vez delimitada el ¨¢rea de selva, en vez de reutilizarla, dej¨¢ndola descansar un a?o para la cosecha siguiente, queman otra, y luego otra, y hacen avanzar la deforestaci¨®n, en demasiadas ocasiones multiplicada por incendios accidentales. Son ya muchas d¨¦cadas funcionando de esta manera y el cambio cultural necesario para acabar con esta depredaci¨®n continuada tardar¨¢ en llegar.
Pese a su juventud, Joane est¨¢ decidida a que las cosas cambien. Piensa incluso en poner en marcha otro biodigestor, un aparato que dar¨ªa gas para cocinar y fertilizante para la huerta, fruto del mismo ciclo. ¡°Cuando vaya a la ciudad, comprar¨¦ los recipientes necesarios. Si esto funciona, seguro que la comunidad lo entiende y acaba adopt¨¢ndolo". Sus ojos brillan de entusiasmo.
Joane se muestra convencida de que m¨¢s y m¨¢s j¨®venes acabar¨¢n sum¨¢ndose a iniciativas semejantes, a lo largo del r¨ªo Tapaj¨®s, y m¨¢s all¨¢. ¡°El hombre est¨¢ pose¨ªdo por un fort¨ªsimo deseo de devorar la selva. Devorar y devorar. Pero la selva no es infinita, y un d¨ªa se va acabar¡±.
Pero en el fondo de los ojos de Joane hay una chispa de esperanza. Nada la har¨ªa m¨¢s feliz que ver la selva libre de residuos pl¨¢sticos, y que se apague este fuego destructor.
Este fuego que no solo consume los pol¨ªmeros acumulados, transform¨¢ndolos en humo negro en el patio de cada vecino de la comunidad de Suruac¨¢, sino que devora la vida de las generaciones presentes, y de las futuras.
Y a eso Joane pone toda la fuerza de su juventud.
Este art¨ªculo pertenece a la serie Rainforest Defenders, un proyecto de openDemocracy / democraciaAbierta en colaboraci¨®n con Engajamundo Brasil, con el apoyo del Rainforest Journalism Fund del Pulitzer Center.
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