Honestos y malpensados
Un megaexperimento revela que la mayor¨ªa de la gente es honrada. La ¡°mano invisible¡± requiere una revisi¨®n

Lee en Materia un megaexperimento psicol¨®gico sobre carteras perdidas y devueltas del que no solo los estudiosos del comportamiento humano, sino tambi¨¦n los banqueros y economistas, han empezado ya a extraer lecciones interesantes y sorprendentes. Contra todo pron¨®stico, resulta que las personas somos razonablemente honradas ¨Cmerece la pena leer los detalles en el art¨ªculo de Materia¡ª y en promedio devolvemos un mont¨®n de carteras. M¨¢s curiosa a¨²n es una extra?a pauta de conducta: cuando las carteras no llevan dinero, se devuelven s¨®lo en un 40% de los casos; si llevan algo de dinero, se devuelven en el 51%; y si llevan mucho dinero, en el 72%. Los propios autores del estudio est¨¢n desconcertados por esta pauta, pero los n¨²meros est¨¢n claros y atraviesan una ingente muestra en 40 pa¨ªses de todas las condiciones culturales y econ¨®micas. Por todo lo que parece, se trata de una pauta universal de la honestidad humana.
Ojal¨¢ este experimento d¨¦ mucho qu¨¦ pensar a esa minor¨ªa que se comporta de manera ego¨ªsta
Otro hecho bien curioso, aunque esta vez obtenido solo en 300 voluntarios estadounidenses, es que tendemos a pensar que los dem¨¢s son menos honrados de lo que son en realidad. Preguntadas en un test psicol¨®gico convencional, la gran mayor¨ªa de las personas predicen que la gente (es decir, los otros) devolver¨¢ menos carteras cuanto m¨¢s dinero haya en ellas. Es decir, que los datos objetivos del experimento de campo muestran una poblaci¨®n m¨¢s honesta de lo que piensan sus propios miembros. Somos honestos, pero tambi¨¦n malpensados. O quiz¨¢ pensemos que los ¨²nicos honestos somos nosotros mismos, y que los dem¨¢s est¨¢n a la que salta para quedarse con nuestra pasta si la perdemos. Este resultado, por cierto, es id¨¦ntico si sustituimos a los voluntarios por 279 economistas de primer nivel, que demuestran as¨ª ser tan malpensados como cualquiera que no sepa leer un balance. Tanto estudiar para esto.
Todo ello nos conduce de manera inevitable a la mano invisible de Adam Smith, el gran pensador y economista escoc¨¦s del siglo XVIII. Su met¨¢fora de la mano invisible, que se ha utilizado exhaustivamente en la econom¨ªa y las ciencias sociales, quiere revelar el mecanismo por el que unos fines econ¨®micos beneficiosos pueden emerger de la acci¨®n de muchas personas que, individualmente, solo miran por su propio inter¨¦s, y que desde luego no saben nada de propiedades emergentes ni de fines socialmente deseables. La mano invisible es una met¨¢fora favorita de los te¨®ricos del mercado libre, donde el altruismo se suele considerar directamente una patolog¨ªa.
Parece claro ahora que la mano no es tan invisible como cre¨ªamos. Si la mayor¨ªa de los agentes individuales se comportan de manera honesta, como demuestra el experimento de las carteras, el principal vector de una sociedad justa y funcional puede no ser el ego¨ªsmo, sino el altruismo y la confianza, tambi¨¦n el miedo a quedar como un ladr¨®n. Ojal¨¢ este experimento d¨¦ mucho que pensar a esa minor¨ªa que se comporta de manera ego¨ªsta, o al menos a quienes tienen el poder de embridarles.
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