La porcelana Lladr¨® busca el brillo perdido
La marca, s¨ªmbolo del lujo en los a?os 80, intenta reconducir su producto en plena era digital y desvinculada ahora de la familia fundadora
Lladr¨®, emporio de porcelanas surgido del horno moruno de una casa de labriegos valencianos en los a?os 50, rein¨® durante d¨¦cadas en el mercado mundial del lujo y decor¨® las mansiones de famosos como Lauren Bacall, Michael Jackson, que lleg¨® a atesorar en rancho Neverland m¨¢s de 300 de las conocidas figuritas, o Nancy Reagan.
Como en alguna ocasi¨®n cont¨® Jos¨¦ Lladr¨®, fundador de la firma con sus hermanos Juan y Vicente y el gran coleccionista de an¨¦cdotas, la fama de la marca roz¨® las estrellas cuando le regalaron al papa Pablo VI su conocida composici¨®n de los tres Reyes Magos y el Pont¨ªfice la recicl¨®, entreg¨¢ndola a los astronautas que viajaron a la Luna en 1969 (Armstrong, Aldrin y Collins) porque eran los mensajeros de Dios en el mundo exterior.
Pepe Lladr¨® [como le conoc¨ªan sus allegados], desvinculado de la empresa que alumbr¨®, falleci¨® el pasado 17 de junio a los 91 a?os de edad cuando la firma de porcelanas busca recuperar su brillo y reconduce su producto, hecho a mano, en plena era digital, rodeado de planes de ajuste y dirigida por un fondo de inversi¨®n espa?ol.
Lladr¨® ha sido durante d¨¦cadas sin¨®nimo de exclusividad y prestigio. La firma abr¨ªa exposiciones o tiendas en la Quinta Avenida de Nueva York o en Rodeo Drive, en Los ?ngeles. Corr¨ªan los a?os 80 y 90 y la figuritas de Lladr¨® eran un fen¨®meno planetario, con miles de coleccionistas y desde luego no al alcance de todos los bolsillos. La actriz Tippi Hedren, la espl¨¦ndida protagonista de Marnie la ladrona, hizo subirse a su cama a Jos¨¦ Lladr¨® para firmarle una paloma de la firma colgada del techo de su casa. La firma atesora centenares de an¨¦cdotas parecidas.
Las delicadas piezas de porcelana, sin nada que envidiar a marcas con 300 a?os de antig¨¹edad, eran muy cotizadas y causaban admiraci¨®n en Estados Unidos y Jap¨®n, con precios de 170.000 euros e incluso m¨¢s. "Vendemos barro a precio de arte, este es el secreto", explicaba entusiasmado un alto cargo del grupo en 1988 cuando Lladr¨® abri¨® un museo en Manhattan. Como explicaba uno de los cronistas, a Lladr¨® le pasaba lo que al cantante Julio Iglesias, y es que eran m¨¢s valorados fuera que dentro de su pa¨ªs. ¡°Su ternura se adapta a nuestro coraz¨®n", confesaba entonces un ferviente coleccionista sueco.
Pero con el estreno del nuevo milenio lleg¨® la crisis y la decadencia. Ahora Lladr¨®, con unas cifras de facturaci¨®n y plantilla mermadas, busca sobrevivir sin los Lladr¨®, que vendieron sus acciones en 2017 tras el fracasado intento de traspasar el negocio a la segunda generaci¨®n de la familia. El traspaso no cuaj¨® debido a agrios conflictos y desavenencias. Los conflictos familiares se airearon en entrevistas y libros de memorias e incluso hubo contencioso en los juzgados.
La empresa no ha dejado nunca de investigar y a su l¨ªnea de figuras escult¨®ricas, que representan sentimientos universales como el amor, la maternidad o la alegr¨ªa, se han a?adido productos de hogar e iluminaci¨®n. Lladr¨® se presenta a los clientes como "la porcelana del siglo XXI". Tiene art¨ªculos que oscilan de los 50 a los 3.000 euros. Se ha convertido en una firma de artesan¨ªa, que lo hace todo a mano, "en la era de las prisas", con m¨¢s de 1.000 puntos de venta autorizados -lleg¨® a tener m¨¢s de 2.000.
Una de las celebridades interesadas por Lladr¨® es el pr¨ªncipe de Tailandia [ahora rey], que conoc¨ªa las figuritas porque sus padres eran coleccionistas. Tambi¨¦n se ha visto a Naomi Watts con alguna pieza de joyer¨ªa de la marca aunque los gestores siempre han sido muy celosos de este tipo de datos.
A pesar de todo lo que ha llovido desde su creaci¨®n, la sede de Lladr¨® contin¨²a en la localidad valenciana de Tavernes Blanques, a pocos kil¨®metros de Alm¨¤ssera, municipio donde la familia Lladr¨® Dolz cultivaba sus campos. Una escultura en piedra y metal, con la efigie de los tres fundadores, preside la explanada de acceso al edificio principal. La salida de la familia del grupo fue dura y dif¨ªcil pero, como apunt¨® Juan Lladr¨®, el negocio iba a crecer "en manos de otros".
Se acabaron los debates que los tres hermanos sol¨ªan protagonizar mientras dirigieron su imperio de porcelana desde una peque?a localidad valenciana. Terminaron las votaciones con que los tres empresarios eleg¨ªan por unanimidad o mayor¨ªa de votos las piezas que entraban o no en el nuevo cat¨¢logo porque en Lladr¨® las discusiones entre los hermanos enriquec¨ªan al grupo y les hac¨ªa crecer. El paso del negocio a la segunda generaci¨®n fue la excepci¨®n.
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