Arquetipos pol¨ªticos
Como en las tragedias cl¨¢sicas, la victoria moral no ir¨¢ a quien destruya al adversario, sino al primero que tienda la mano para reconciliarse
Dos j¨®venes apuestos se hacen amigos a pesar de que pertenecen a dos comunidades pol¨ªticas enfrentadas: los rojos y los azules. Ambos tienen planta atl¨¦tica, madera de l¨ªder y dotes de oratoria. Se dan la mano y se pasean juntos, enviando una se?al de que los grupos sociales enemistados puede convivir en paz. Pero un accidental recrudecimiento de las tensiones pol¨ªticas precipita que la amistad fraternal entre los dos j¨®venes se torne en un odio visceral. De s¨ªmbolo de la concordia su relaci¨®n pasa a ser el ep¨ªtome de la confrontaci¨®n civil. Todos recordamos cuando, antes de enfrentarse en el espect¨¢culo con m¨¢s audiencia del pa¨ªs, sus miradas se cruzan un instante. En esos ojos hubo cari?o y admiraci¨®n mutua. Pero, ahora, con sus seguidores en el circo bramando sus nombres y pidiendo sangre, solo arde el rencor.
Los j¨®venes se llaman Jud¨¢ Ben-Hur y Messala, pero podr¨ªan ser S¨¢nchez y Rivera. Los l¨ªderes de PSOE y Ciudadanos se llevan mal porque se parecen mucho. No es una contradicci¨®n, sino uno de los arquetipos m¨¢s recurrentes de la humanidad. Su plasmaci¨®n art¨ªstica m¨¢s popular es Ben-Hur, pero la m¨¢s sint¨¦tica est¨¢ en la Biblia. La historia de Ca¨ªn y Abel destila la esencia de un conflicto psicol¨®gico b¨¢sico que permea la convivencia social. Dos personas que se quieren (hermanos) y se esfuerzan por igual: ambos sacrifican los frutos de su trabajo a Dios. Pero uno tiene suerte (la ofrenda de Abel agrada al cielo) y el otro no (las viandas de Ca¨ªn no gustan al creador). El desafortunado siente celos y de ah¨ª surge el odio cainita.
El destino tambi¨¦n ha sido caprichoso con S¨¢nchez y Rivera. Los dioses electorales han puesto a uno en las columnas de La Moncloa y al otro en las galeras de un partido a la deriva. Como los h¨¦roes tr¨¢gicos, S¨¢nchez y Rivera tienen sobrados motivos para estar enfadados. Y, por tanto, suficientes razones para reconciliarse. Rivera critica leg¨ªtimamente al sanchismo por su incoherencia. S¨¢nchez no puede pedir a Ciudadanos (o al PP) que, para favorecer la gobernabilidad, se abstenga en su investidura, cuando ¨¦l se la neg¨® a Rajoy. Y S¨¢nchez ataca con sentido a Rivera por su arrogancia al imponer un cord¨®n sanitario al PSOE.
Pero, como en las tragedias cl¨¢sicas, la victoria moral no ir¨¢ a quien destruya al adversario, sino al primero que tienda la mano para reconciliarse. @VictorLapuente
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