Lo que piensan madres y abuelas que defienden la ablaci¨®n
Gambia, pa¨ªs con altas tasas de mutilaci¨®n genital, la prohibi¨® en 2015 y castiga con prisi¨®n a quien la practique. Pero muchas mujeres afirman saltarse la norma. ?Qu¨¦ hacer? Hablamos con algunas de ellas
Isatu (nombre ficticio) vive en Kerewan, un pueblo de la divisi¨®n norte de Gambia, a pocos kil¨®metros del r¨ªo que comparte nombre con el pa¨ªs. Por su aspecto parece pasar los 60 a?os, aunque dice no saberlo bien. ¡°Yo no me acuerdo de cu¨¢ndo nac¨ª. Las mujeres mayores como yo no sabemos qu¨¦ edad tenemos¡±, reconoce sonriendo. Habla en lengua mandinga, la m¨¢s popular de esta naci¨®n, la m¨¢s peque?a del continente africano y situada a su oeste, junto al Atl¨¢ntico. A las puertas de su casa corretean unos 10 chavales. Dentro, la vivienda destila humildad: su cama se encuentra en el sal¨®n, donde tambi¨¦n hay un par de sillones y una televisi¨®n diminuta que emite un sonido algo distorsionado. Isatu afirma que nunca fue al colegio, que toda su vida ha transcurrido en ese pueblo y que all¨ª ha podido criar a su familia; cuatro hijas, tres nietos y cuatro nietas.
Cuenta Isatu que, para hablar de la mutilaci¨®n genital femenina, prefiere no dar su nombre real. Tampoco permite fotograf¨ªa alguna. Ella est¨¢ a favor de esta pr¨¢ctica, la ha ejercido, pero su pa¨ªs la persigue desde noviembre del 2015. Entonces, el gobierno del dictador Yahya Jammeh (ya depuesto y huido a Guinea Bissau) aprob¨® una ley contra la ablaci¨®n donde se castigaba a quien la practicara con penas de hasta tres a?os de prisi¨®n, multas de 50.000 dalasis (unos 1.100 euros, cuando el salario m¨ªnimo es de 45 euros) y cadena perpetua caso de que la menor falleciera durante el proceso. El actual ejecutivo, ya surgido tras las elecciones democr¨¢ticas de diciembre del 2016, ratific¨® la prohibici¨®n, que incluye desde una escisi¨®n total o parcial hasta las pr¨¢cticas ¡°simb¨®licas¡± consistentes en la mella y el pinchazo del cl¨ªtoris para liberar gotas de sangre. Y las madres y abuelas gambianas como Isatu no terminan de aceptarla. ¡°Nuestra misi¨®n es perpetuarlo. Es nuestra tradici¨®n y nuestra cultura¡±, insiste.
Antes de esta ley, recuerda Isatu, la ablaci¨®n era una fiesta. ¡°No ten¨ªamos problemas. Al rev¨¦s. Supon¨ªa un motivo para la felicidad. Toc¨¢bamos tambores, hac¨ªamos m¨²sica, nos reun¨ªamos toda la familia... Ahora hay que hacerlo a escondidas porque han venido a decirnos que est¨¢ mal¡±. Dice que fue ella misma quien se lo practic¨® a sus hijas y tambi¨¦n a algunas vecinas, igual que su madre hizo con ella cuando era peque?a. ¡°Las mujeres que pasan por ello tienen m¨¢s facilidad para tener beb¨¦s que la gente que no se lo hace. Adem¨¢s, el cl¨ªtoris crece y crece y, si no lo cortas, puedes llegar a desarrollar enfermedades en el futuro¡±.
¡ª ?Has hablado de ello con alg¨²n m¨¦dico?
Antes, la ablaci¨®n era una fiesta. No ten¨ªamos problemas. Al rev¨¦s. Supon¨ªa un motivo para la felicidad. Toc¨¢bamos tambores, hac¨ªamos m¨²sica, nos reun¨ªamos toda la familia
¡ª S¨ª. Un doctor cercano, de un pueblo vecino, me cont¨® que era necesario. Dijo que hab¨ªa personas en contra, pero que ¨¦l estaba a favor. Yo creo que a la gente que no le gusta lo dice por dinero o por otros motivos que no tienen que ver con la salud.
Dembo (nombre ficticio), un hombre de unos 35 a?os que hace de traductor al ingl¨¦s y que naci¨® y vive en el mismo pueblo que Isatu, interrumpe la conversaci¨®n. ¡°Yo tengo dos ni?as y, aunque todav¨ªa son muy peque?as (tienen 6 meses y 4 a?os) van a pasar por este proceso cuando crezcan un poco. Es algo necesario. A m¨ª me da igual lo que diga el gobierno. Ya estamos en democracia y deber¨ªamos poder elegir¡±, sentencia. Despu¨¦s, Isatu sigue hablando. ¡°Es que es un tema de salud. Si dejamos de hacerlo, ?qui¨¦n va a cuidar de que nuestras hijas tengan beb¨¦s? Nadie puede imponer una prohibici¨®n que sabemos que es malo para nosotras. No han podido pararlo y no lo har¨¢n tampoco en el futuro¡±.
Una pr¨¢ctica generalizada
La mutilaci¨®n genital femenina en Gambia, cuya poblaci¨®n total no llega a los dos millones, es una pr¨¢ctica muy generalizada. Seg¨²n un informe de la Fundaci¨®n Thomson Reuters de septiembre de 2018, el 74,9% de las mujeres gambianas de entre 15 y 49 a?os la han sufrido, con una clara diferencia en cuanto a prevalencia entre ¨¢reas urbanas y zonas rurales como la que habita Isatu. En las primeras, ejemplificada en Banjul, la capital, la cifra desciende hasta el 47.4%. En las segundas, en cambio, el porcentaje sube hasta el 96.7%. El informa concluye que el 95.7% de las ablaciones las realizaron ¡°circuncidores tradicionales¡± y que el 54.8% de las mujeres que la han padecido lo hicieron antes de cumplir los cinco a?os.
Binta Touray, que ahora tiene 24 a?os, fue una de esas ni?as. Ella sufri¨® la ablaci¨®n casi reci¨¦n nacida. Hoy, en su casa de Serekunda, una ciudad costera y de las m¨¢s cosmopolitas de Gambia, lo entiende as¨ª: ¡°Ahora sabemos que todo esto no es bueno para la mujer. Yo lo s¨¦ porque me lo dijeron mis maestras en el colegio. Pero nuestras madres y abuelas siguen pensando lo contrario y resulta complicado hacerles cambiar de opini¨®n. Cuando me hablaron de ello en la escuela yo no ten¨ªa ni idea de lo que era; ignoraba si yo hab¨ªa pasado por ello. Aquel d¨ªa, cuando llegu¨¦ a casa, se lo pregunt¨¦ a mi madre y ella respondi¨® que s¨ª, que me lo hab¨ªa hecho mi abuela. Me enfad¨¦ mucho. La profesora nos dijo que, cient¨ªficamente, no hay nada que apoye esta teor¨ªa¡±.
Las mujeres que pasan por ello tienen m¨¢s facilidad para tener beb¨¦s que la gente que no se lo hace. Adem¨¢s, el cl¨ªtoris crece y crece y, si no lo cortas, puedes llegar a desarrollar enfermedades en el futuro
La mutilaci¨®n genital femenina tiene en la falta de educaci¨®n en Gambia una poderosa aliada. Un documento de Refworld, la base de datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que indaga sobre esta pr¨¢ctica en este pa¨ªs de ?frica occidental, muestra que las hijas de las madres con estudios de secundaria o superiores son las que menos la sufren. El informe las cifra actualmente en el 35,9% por el 43% de las hijas de madres sin estudios y el 45,8% de las hijas de mujeres con estudios de educaci¨®n primaria. Y la educaci¨®n, o m¨¢s bien la falta de acceso a ella, supone un gran problema en este pa¨ªs. Seg¨²n los indicadores del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el promedio de escolaridad para los gambianos es de 3,5 a?os, la und¨¦cima cifra m¨¢s baja de las 189 naciones estudiadas por dicho organismo.
¡°Mi abuela nunca fue al colegio. Ahora dice: si a m¨ª me llevaron a hac¨¦rmela, a mi hija la llevaron, a mi hermana igual y todas hemos crecido sanas ?por qu¨¦ nos intentan convencer de que es algo malo?¡±, afirma Binta. Y habla sobre los inconvenientes que trae consigo esta pr¨¢ctica. ¡°Yo todav¨ªa no estoy casada, pero uno de los principales problemas que comento con mis amigas llega en la noche de bodas. Es algo que sucede mucho: no se puede mantener sexo. Resulta impracticable porque la ablaci¨®n deja una cicatriz que hace imposible que suceda nada. As¨ª que las mujeres que la sufrimos debemos pasar por dos procesos. Primero cuando somos peque?as, que la mayor¨ªa ni nos acordamos. Despu¨¦s cuando nos casamos, que tenemos que ir al hospital o volver a quien nos practic¨® la mutilaci¨®n para que, con una cuchilla, nos abra la cicatriz que qued¨® en nuestras partes ¨ªntimas¡±. Adem¨¢s, afirma Binta, el periodo tambi¨¦n puede acarrear ciertas preocupaciones.
Lo cierto es que, pese a la prohibici¨®n expl¨ªcita de la ley, a Gambia todav¨ªa le queda un largo camino por recorrer para acabar por completo con esta pr¨¢ctica. Un documento de la organizaci¨®n Tender, Acting To End Abuse profundiza algo m¨¢s en las razones de esta perseverancia: un discurso religioso (el 90% de la poblaci¨®n gambiana profesa el Islam) en el que se ha asociado hist¨®ricamente y de forma err¨®nea la mutilaci¨®n genital femenina con los dictados de Al¨¢; la imposibilidad de hablar en p¨²blico sobre cuestiones relacionadas con el sexo, entre ellas la ablaci¨®n femenina; la alarmante falta de educaci¨®n y la dependencia econ¨®mica de la mujer con respecto al hombre. Aunque, indica Binta, las mujeres j¨®venes cada vez se posicionan m¨¢s en su contra. ¡°La ley no va contra nadie, sino a favor de nuestra salud. Yo puedo asegurar que ni mis hijas, ni mis sobrinas ni las hijas de mis amigas van a pasar por ello¡±.
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