Pol¨ªtica: ruido y furia
La crispaci¨®n marca el debate p¨²blico espa?ol desde hace a?os y se acent¨²a con las redes
Los programas de humor pol¨ªtico espa?oles se pusieron las botas el pasado febrero. El montaje con las palabras del l¨ªder del PP, Pablo Casado, resultaba muy f¨¢cil, dada la torrencial retah¨ªla de insultos contra el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, encadenados en apenas 10 minutos. Los m¨¢s exhaustivos llegaron a contar hasta 21: traidor, fel¨®n, ileg¨ªtimo, mentiroso compulsivo, rid¨ªculo, adalid de la ruptura de Espa?a, irresponsable, incapaz, desleal, eg¨®latra, chovinista del poder, escarnio para Espa?a, incompetente, mediocre, okupa¡ Y alguno m¨¢s.
Ya es posible o¨ªr en un debate telvisado iron¨ªas sobre las relaciones sexuales de las oponentes
Un a?o antes, las redes hab¨ªan quedado impactadas con otra escena, aunque radicalmente distinta. Alberto Rodr¨ªguez, el diputado de Podemos cuyas rastas escandalizaron a algunos cuando lleg¨® al Congreso, desped¨ªa a un colega del PP, Alfonso Cand¨®n, el d¨ªa que este abandonaba su esca?o: ¡°Es usted una buena persona. Deja calidad humana en este sitio¡±. Seguramente en cualquier otra actividad a nadie le resultar¨ªa muy extra?a esa despedida, pero en el Congreso y entre dos rivales pol¨ªticos dej¨® at¨®nita a la concurrencia. Porque la pol¨ªtica es otra cosa. ¡°Imag¨ªnate una actividad en la que todo el mundo est¨¢ siempre insult¨¢ndose. As¨ª no se puede trabajar¡±, criticaba la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en una entrevista reciente.
El asombro que caus¨® la cortes¨ªa entre los diputados de Podemos y del PP evoca una vieja sentencia de Fernando de los R¨ªos: ¡°En Espa?a lo revolucionario es el respeto¡±. La crispaci¨®n, marca registrada durante los a?os del bipartidismo, goza de magn¨ªfica salud en estos tiempos del pentapartidismo y de ese nuevo palabro que empieza a asomar entre los analistas: el bibloquismo. Ya no es que la lista de insultos deje corto el diccionario, es que algunos ataques se adentran en territorios insospechados.
Aqu¨ª ya es posible o¨ªr en un debate televisado iron¨ªas sobre las relaciones sexuales de las oponentes o llamar ¡°lameculos¡± al l¨ªder de otra formaci¨®n pol¨ªtica desde la cuenta oficial de Twit?ter de un partido. No falta quien culpe de esto a la irrupci¨®n de las nuevas fuerzas pol¨ªticas, m¨¢s fogueadas en el tono directo y combativo de las redes sociales. Entre los veteranos analistas de prensa tambi¨¦n circula el argumento generacional: los j¨®venes l¨ªderes de los principales partidos ¡ªel mayor, Pedro S¨¢nchez, tiene 46 a?os¡ª cultivan un estilo m¨¢s agresivo, con un cierto punto de temeridad. Eso explicar¨ªa adem¨¢s sus interminables juegos malabares para resistirse a pactar.
La frase del pol¨ªtico republicano Fernando de los R¨ªos es esgrimida por Jos¨¦ Pablo Ferr¨¢ndiz, investigador principal de Metroscopia, para rebatir la idea de que estamos ante algo nuevo: ¡°No creo que los malos modos sean ahora peores que en otros momentos. Solo pensar en la primera legislatura de Zapatero ya me hace creer que no es una novedad¡±. Aquellos a?os fueron ciertamente airados: sobre el entonces l¨ªder socialista lleg¨® incluso a insinuarse cierto grado de complicidad con la matanza de Atocha de 2004.
La opini¨®n de Ferr¨¢ndiz no es minoritaria. Ignacio Jurado, profesor de la Universidad de York, recuerda tambi¨¦n la fuerte tensi¨®n que atraviesa desde hace a?os la pol¨ªtica espa?ola y previene contra la tentaci¨®n de tener una ¡°mirada indulgente hacia el pasado¡±. Con los acad¨¦micos coincide un pol¨ªtico de la vieja escuela y a?os de experiencia en el arte del l¨¢tigo verbal, el exportavoz del PP en el Congreso Rafael Hernando: ¡°Quiz¨¢ el pluripartidismo fomente m¨¢s las extravagancias que los debates de fondo. Pero no creo que haya ahora m¨¢s dureza. Solo hay m¨¢s voces discutiendo¡±.
Fernando de los R¨ªos dijo que "en Espa?a lo revolucionario es el respeto"
En los inicios de la democracia, el consenso convivi¨® con batallas encarnizadas. Manuel Fraga, por ejemplo, acus¨® a los socialistas hasta de la llegada del sida. Durante su etapa en Galicia, Fraga encontr¨® un contrincante a la altura en Xos¨¦ Manuel Beiras, l¨ªder de la izquierda nacionalista. Cuando se le preguntaba por sus excesos verbales, Beiras citaba a Valle-Incl¨¢n: ¡°Yo no insulto, defino¡±. Los que se remiten a nombres de otras ¨¦pocas nunca olvidan a Alfonso Guerra. Y sobre todo ese c¨¦lebre ¡°tah¨²r del Misisipi¡± que se le atribuye haber vertido sobre Adolfo Su¨¢rez y que ¨¦l niega haberlo dicho con esa textualidad, aunque ya sin ninguna esperanza en que le crean: ¡°Lo he explicado mil veces, pero da igual. El clich¨¦ period¨ªstico ya est¨¢ ah¨ª¡±. Guerra es de los convencidos de que la ca¨ªda de ¡°la categor¨ªa moral e intelectual¡± del debate p¨²blico ha sido ¡°impresionante¡±. Lo suyo, asegura, ten¨ªa m¨¢s que ver con ¡°la mordacidad, la iron¨ªa, el sentido del humor¡±. ¡°Hace unos a?os, los mejores estaban en pol¨ªtica. Ahora huyen de la pol¨ªtica¡±, lamenta. ¡°Y nos gobiernan contables, que usan solo t¨¦rminos econ¨®micos: este proyecto es rentable, vamos a vender esto¡¡±. En los pol¨ªticos actuales, el exvicepresidente del Gobierno ve m¨¢s af¨¢n de labrarse una carrera profesional que de defender unas convicciones. Y remacha: ¡°Antes te sent¨ªas prisionero de tu palabra. Ahora puedes decir una cosa y, con una facilidad pasmosa, hacer la contraria. Hasta hemos pasado de decir que abstenerse [en la investidura de Mariano Rajoy en 2016] era una traici¨®n a defender ahora que eso es un patrimonio de los socialistas¡±.
La sonrisa de Hernando se intuye al otro lado del tel¨¦fono cuando se le recuerda que de su boca han partido algunas de las frases m¨¢s gruesas escuchadas en los ¨²ltimos a?os en el Congreso: ¡°Pero si yo soy muy elegante¡¡±. Admite, eso s¨ª, un estilo ¡°contundente¡± para replicar a sus rivales y lo justifica con un dicho b¨ªblico: ¡°Dad y se os dar¨¢¡±. Sin un diagn¨®stico tan crudo como el de Guerra, el ahora senador del PP tambi¨¦n apunta a que cada vez llega a la pol¨ªtica ¡°gente menos preparada, porque esto se ha convertido en una profesi¨®n estigmatizada¡±. Hernando se?ala otro factor que ha contribuido a cambiar el debate p¨²blico: ¡°Las redes, la inmediatez, las noticias 24 horas¡ Ya no hay tiempo para reflexionar ni para contrastar. Hay que estar respondiendo continuamente. Es una espiral¡±.
Esas ¡°nuevas formas de consumo de la informaci¨®n¡± contribuyen a fomentar la agresividad de los discursos, conviene Ignacio Jurado, que apunta a¨²n otro fen¨®meno: ¡°Los v¨ªnculos partidistas de los ciudadanos son menos fuertes. Hay m¨¢s desafecto, m¨¢s escepticismo. Como meros espectadores, consumimos la pol¨ªtica de otra manera. Y ah¨ª entran m¨¢s el espect¨¢culo y el personalismo¡±. Y tambi¨¦n, por parad¨®jico que parezca, la polarizaci¨®n, que en Espa?a ha tomado cuerpo en una palabra: bloque. Se han formado dos bloques ideol¨®gicos que compiten a la vez uno contra el otro y dentro de ellos mismos entre sus partes por ver qui¨¦n es la hegem¨®nica, como describe Ferr¨¢ndiz. En ese contexto, los bloques conducen al bloqueo, lo que desemboca ¡°en una campa?a electoral permanente¡±. ¡°Y en campa?a, los partidos tienden m¨¢s a exteriorizar sus diferencias¡±, concluye Ferr¨¢ndiz.
¡°Hoy pactar se ve como traicionar¡±, insiste Guerra. Contra eso justamente previene el fil¨®sofo Daniel Innerarity: ¡°La pol¨ªtica es una actividad parad¨®jica. Por un lado tiene que ver con el poder y la victoria sobre el adversario; por otro, el ¨¦xito pol¨ªtico, en una sociedad plural, donde el poder est¨¢ muy repartido y hay muchos niveles de gobierno, pasa por estrategias aparentemente contrarias al objetivo que se pretende: capacidad de cooperaci¨®n, disposici¨®n a autolimitarse, generaci¨®n de confianza¡ Quien no ha aprendido esto ¨²ltimo, no ha aprendido nada¡±.
Art¨ªculo elaborado con informaci¨®n de Claudi P¨¦rez y Natalia Junquera.
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