?Para qui¨¦n el castigo?
Sonia, el personaje protagonista de ¡®Crimen y castigo¡¯, se revuelve contra su destino en esta relectura del cl¨¢sico.
EL JOVEN estudiante Rask¨®lnikov se arrodilla ante Sonia, la prostituta. Atormentado, implora secretamente un castigo para su crimen, pero ?c¨®mo va a lograrlo?: ¨¦l sabe lo que ha hecho, ella no. ?Por qu¨¦ te arrodillas ante m¨ª?, pregunta Sonia, avergonzada. No me arrodillo ante ti, responde ¨¦l, me arrodillo ante toda la humanidad sufriente. Claro est¨¢: Sonia no puede entender de qu¨¦ le habla, y Rask¨®lnikov, por el momento, tampoco va a explic¨¢rselo ¡ª?faltar¨ªa m¨¢s!¡ª. Luego le pide que se vayan juntos, que huyan de San Petersburgo, que empiecen una nueva vida m¨¢s digna que la que tienen, tan pobre y degradante. Sonia est¨¢ estupefacta. Ese muchacho no solo no tiene intenci¨®n de contratar sus servicios, sino que adem¨¢s, sin conocerla de nada, le hace una loca proposici¨®n de¡ ?amor? Sin embargo, a sus apenas 18 a?os, el sentido de responsabilidad de Sonia es intachable. ?C¨®mo va a marcharse de all¨ª? Si se prostituye es para mantener a su madrastra ¡ªviuda y enferma¡ª y a sus tres hermanos, todav¨ªa ni?os de corta edad.?Responsabilidad? Quiz¨¢ cabr¨ªa hablar de sacrificio, y hasta de inmolaci¨®n: su vida por los suelos ¡ªel repudio, la mancha eterna¡ª a cambio de un pedazo de pan para los otros. Sonia ha heredado los errores de su padre, un harag¨¢n que se pul¨ªa el sueldo en alcohol y que muri¨® atropellado por un caballo, dejando a su familia en la miseria, y ahora tiene que reparar esos errores, uno a uno. No, no puedo abandonarlos, le dice. Ellos me necesitan. Yo tambi¨¦n te necesito, insiste Rask¨®lnikov. Pero ni por esas.
?Qu¨¦ hubiera pasado si Sonia dice s¨ª y se larga? No parece un buen comienzo este: huir con un criminal, sin ni siquiera conocer su crimen, solo porque a ¨¦l se le ocurri¨® de pronto. El resultado ser¨ªa nefasto: tarde o temprano Sonia se enterar¨ªa de la verdad, tendr¨ªa que cargar con las acusaciones correspondientes ¡ª?complicidad, incluso?¡ª, su reputaci¨®n quedar¨ªa a¨²n m¨¢s hundida si cabe. Es el momento de aclarar que el crimen de Rask¨®lnikov no es, ni mucho menos, peque?o: ha matado a hachazos a Aliona Iv¨¢novna, una vieja usurera, y, como da?o colateral, a su sobrina Lizaveta ¡ªsimple y buena¡ª, que apareci¨® en el escenario en el momento equivocado. ?Y todo para qu¨¦? ?Por dinero? Bueno, no exactamente, pues si bien el asesino rob¨® dinero y joyas, ha enterrado el bot¨ªn sin hacer uso de ¨¦l. La raz¨®n de fondo es, entonces, una raz¨®n moral: esa vieja no merec¨ªa vivir, con su fortuna podr¨ªan tirar para adelante personas mucho mejores que ella ¡ªcomo, por ejemplo, la familia de Sonia¡ª; su desaparici¨®n de la faz de la tierra no solo no supone ning¨²n mal, sino, al rev¨¦s, es una bendici¨®n para la humanidad. Pero ?qui¨¦n decide que una persona sobra, qui¨¦n tiene esa capacidad de redistribuci¨®n ¡ªle quito a este para darle a este otro¡ª? Oh, solo el hombre fuerte, el superhombre, el hombre llamado a las grandes Haza?as ¡ªcon may¨²sculas¡ª de la Historia ¡ª¨ªdem¡ª. ?Rask¨®lnikov, por ejemplo? No, Rask¨®lnikov no. Demasiado d¨¦bil, demasiado inestable. ?Si se arrodilla ante una prostituta cualquiera! He aqu¨ª el drama. En el fondo el muchacho est¨¢ buscando la redenci¨®n. La expiaci¨®n. El castigo.
¡°Yo no represento a la humanidad sufriente. Me represento a m¨ª misma, y solo a m¨ª misma¡±
Sonia es una chica sumisa. Una chica obediente. No olvidemos que se hizo prostituta porque su madrastra la empuj¨® a ello. Comprende, y acepta, su lugar en el mundo: la ¨²ltima de la cola y, adem¨¢s, escondidita tras la esquina, para no molestar a nadie con su presencia. Pobre Sonia. Imaginemos ahora a una Sonia m¨¢s rebelde. M¨¢s inconformista. M¨¢s mala. Una Sonia que quiere saber, que exige saber, porque la propuesta de Rask¨®lnikov le huele a chamusquina. ?Para qu¨¦ quieres que me vaya contigo? ?Te has metido en l¨ªos y quieres meterme en l¨ªos a m¨ª? O, mejor dicho, ?te has metido en l¨ªos y, en tu intento de salvarte, no te importa meterme en l¨ªos a m¨ª? Rask¨®lnikov se levanta del suelo, la mira de reojo sin responder palabra. Vaya, esta jovencita licenciosa, tan fr¨¢gil y mal vestida, tiene su peque?a porci¨®n de inteligencia, piensa. De pronto, se enamora un poquito m¨¢s de ella. No le queda otra que admitir la verdad. Tienes raz¨®n, le dice. Me he metido en l¨ªos. Quiz¨¢ tengas derecho a saber qu¨¦ l¨ªos son, antes de cualquier otra cosa. Pero ?est¨¢s segura de querer saberlo?
La vida de Sonia ha sido de todo menos f¨¢cil. Si de verdad Rask¨®lnikov piensa que va a asustarse porque le confiese su crimen, es porque no entiende qu¨¦ significa ser una prostituta pobre. ?Si al menos fuese rica! ?Si al menos pudiese elegir a sus clientes! Sonia hace un gesto con la mano, indic¨¢ndole que se apresure, no tiene tiempo que perder en charlitas, ?se lo cuenta o no? He matado a Aliona Iv¨¢novna, confiesa ¨¦l. A la vieja usurera, a?ade. Sonia retrocede unos pasos. La vieja ego¨ªsta ¡ªuna garrapata, esa vieja¡ª le da absolutamente igual, aunque ella no vaya a entrar en las disquisiciones filos¨®ficas de Rask¨®lnikov. Pero ?y Lizaveta? ?Tambi¨¦n ¨¦l ha matado a la buena de Lizaveta? Rask¨®lnikov agacha la cabeza, murmura para s¨ª: sin querer. ?C¨®mo?, pregunta Sonia. Sin querer, repite ¨¦l, fue sin querer. ?No se mata a alguien con un hacha sin querer!, protesta Sonia.
?Asustada? No, no est¨¢ asustada. ?Sorprendida? Tampoco: hace mucho que dej¨® de creer en el ser humano. ?Horrorizada? Un pel¨ªn, pero solo porque ha entendido que la muerte de Lizaveta fue una muerte casual, de refil¨®n, un accidente, y¡ ?hay algo m¨¢s triste que morir as¨ª, con la importancia de una m¨ªnima y prescindible nota a pie de p¨¢gina? La tonta de Lizaveta era la ¨²nica que no volv¨ªa la cara ante el paso de Sonia ¡ªa lo mejor entonces no era tan tonta¡ª. ?Qu¨¦ espera Rask¨®lnikov ahora? ?Que ella se eche a llorar a sus pies, que lo perdone, que le ruegue que se entregue a las autoridades y que, cuando lo env¨ªen a cumplir su condena a Siberia, lo acompa?e como una Mar¨ªa Magdalena por la tundra? No, nada de eso. La nueva Sonia no es ya tan abnegada como cabr¨ªa esperar dada su trayectoria. Lizaveta era mi amiga, le dice. Mi ¨²nica amiga, a?ade. Y una amiga ¡ªaunque la gente la considere corta de luces y m¨¢s bien fea¡ª es mil veces mejor que un estudiante que va matando a gente solo porque se considera superior al resto. P¨²drete en la c¨¢rcel.
Crimen y castigo.
En la novela de Fi¨®dor Dostoievski (Mosc¨², 1821), el protagonista, Rodi¨®n Rask¨®lnikov, asesina a la vieja usurera Aliona Iv¨¢novna convencido de que los fines humanitarios justifican la maldad. El crimen precipita al joven a una lucha contra su conciencia. La abnegada Sonia, una prostituta de 18 a?os, le acompa?a en el tormento. Con una relectura sobre ella arranca esta serie de verano en la que autores homenajean a sus personajes favoritos.
P¨²drete en la c¨¢rcel: la maldici¨®n es fruto del momento. En realidad, Sonia no quiere que se pudra nadie, y una parte de ella ¡ªuna parte peque?a, en ese instante, pero que ir¨¢ creciendo con el tiempo¡ª comprende que el joven Rask¨®lnikov deb¨ªa de estar trastornado cuando cometi¨® su crimen, adem¨¢s de bastante hambriento, y ya se sabe que el est¨®mago vac¨ªo anula la raz¨®n y tambi¨¦n la humanidad. Bien, Sonia est¨¢ preparada ¡ªaunque a¨²n no lo sabe¡ª para perdonar a este tal Rask¨®lnikov, y no se alegrar¨¢ cuando lo manden al campo de trabajos forzados, pero de ah¨ª a olvidar a Lizaveta e irse tras ¨¦l y visitarlo en la c¨¢rcel d¨ªa s¨ª y d¨ªa no, desperdiciando su juventud en pos de la redenci¨®n de ese muchacho que, al fin y al cabo, no es nadie para ella, eso no, a eso no est¨¢ dispuesta. ?No se trataba de una tensi¨®n entre el crimen y el castigo? ?De una relaci¨®n l¨®gica? Si ella accede a convertirse en su sombra, ?no suaviza el castigo? ?Y no se lo impone gratuitamente a s¨ª misma, a ella que no ha cometido ning¨²n crimen? El crimen ya sabemos de qui¨¦n es, pero ?el castigo? Querido, dice ella, el gran Fi¨®dor escribi¨® una novela espl¨¦ndida, insuperable, sobre nosotros, pero yo lo pas¨¦ muy mal, sufr¨ª much¨ªsimo sin comerlo ni beberlo, y ahora no pienso repetirlo.
La humanidad sufriente, recuerda Sonia. Yo no represento a la humanidad sufriente, me represento a m¨ª misma y solo a m¨ª misma. Si te arrodillas ante m¨ª ¡ªdicho sea de paso, en un fragmento bell¨ªsimo de unos de los libros m¨¢s bellos de la lengua rusa¡ª, que sea por mi persona, porque soy Sonia Semion¨®vna Marmel¨¢dova, 18 a?os, hu¨¦rfana, pobre, prostituta. Presto mis servicios en los alrededores de la plaza del Heno, vivo en un cuarto alquilado donde las visitas tienen que sentarse en la cama ¡ªen la misma cama que¡¡ª, y tengo ¡ªten¨ªa¡ª una ¨²nica amiga, Lizaveta, que muri¨® de un hachazo por la maldita casualidad de aparecer donde no se la esperaba. ?No me hacen merecedoras estas credenciales del suficiente rango como para que alguien se arrodille ante m¨ª sin m¨¢s rodeos? ?A qu¨¦ tanto teatro?
Rask¨®lnikov est¨¢ profundamente hipnotizado por las palabras de Sonia. Apenas puede tragar saliva por la verg¨¹enza. Le invade la admiraci¨®n, tambi¨¦n, por esa chica ¡ª?una ni?a!¡ª que no se doblega tan f¨¢cilmente. He aqu¨ª mi verdadero castigo, piensa: me he enamorado de ella hasta las trancas y, antes siquiera de haberla besado, ya la he perdido.
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