Cuestiones que se responden a cucharadas
Entre lenguas de cristal, paladares de madera y labios de piedra, hay que concebir nuevos retos cuando todo ha sido devorado. La peor indigesti¨®n es el abatimiento. No hay fronteras en la imaginaci¨®n y no deber¨ªa haberlas en los fogones.
Qui¨¦n no ha regresado a sus or¨ªgenes a golpe de tenedor, remando entre recuerdos que templan el ¨¢nimo seg¨²n se apura lo que hay en el plato. Qui¨¦n no se ha sentido emigrante masticando en la soledad compartida de un comedor rebosante de voces ajenas. Qui¨¦n no se ha atemorizado descubriendo que los sabores prestados se tornaban familiares u observando quebrarse las creencias e identidades de un recetario como si fuesen una fuente de porcelana reventada contra el suelo. Qui¨¦n no ha intuido la libertad al entender que un pa¨ªs es un espacio en la memoria, el mundo un cuenco y el hogar una mesa. Porque la boca recuerda y recrimina, imagina y descubre; siente familiar una sopa de tomate de lata y extra?o el rostro besado de un pariente lejano. Al fin y al cabo, comer rescata del olvido, llama a las puertas, se sienta frente a ti, convoca al pasado y perfila rostros a?orados.
?Qu¨¦ divulga un sabor llegado desde la historia? ?Qu¨¦ ideolog¨ªa tiene una vajilla? ?Qu¨¦ implica el apetito? Quiz¨¢s el aroma de las costumbres despiertas, la corteza desamparada del pan duro, el perfume de la soledad disfrazada de piel de lim¨®n nadando en el gin-tonic de una barra deshabitada. El inter¨¦s mira el paisaje que hay agazapado tras un puchero elaborado con ingredientes rescatados del planeta del deseo. Porque hay bocados profanos y bocados sugerentes, del mismo modo que existen voluntades transitorias, como las de los cr¨ªticos derrotados, y empe?os permanentes, como la voracidad de los hambrientos. Por las callejuelas de la curiosidad hay secretos y confidencias, amigos y extra?os. Adversarios de minuta y socios de vocaciones comprometidas con la forma de comerse el mundo, incluso m¨¢s all¨¢ de las posibilidades.
Por los bulevares se?oriales, los acad¨¦micos con pose de eruditos tachan de tradici¨®n al desorden conocido. Hay quien lleva una venda en los ojos y quien la lleva en las fauces. Los afectos del reproche tienen el brillo de una frecuencia que susurra al o¨ªdo transgresiones cautivas en la densidad de un guiso. Humos que esbozan facciones arrogantes en los vapores escapados de ciertas ollas. Dicen que la venganza se cocina a fuego bajo, restando tiempo al sosiego. ?Cu¨¢ntos tipos de gula hay? No hay hambre m¨¢s insaciable que la de la notoriedad, capaz de detonar decoros y empachar modestias. Hay chaquetillas de cocina tejidas con hilos tonalidad bravata, que se relamen frente a una ambici¨®n aderezada con sobrentendidos. Libres de toda adherencia, presentando entremeses con apariencia de academicismo y sabrosura; el resto no importa.
Sin embargo, entre lenguas de cristal, paladares de madera y labios de piedra que adivinan flaquezas, hay que concebir nuevos retos cuando todo ha sido devorado. La peor indigesti¨®n es el abatimiento. ?A qu¨¦ sabe un coraz¨®n?, me pregunto. Me sumerjo en un amanecer salpicado de interrogantes mientras alimento la lumbre con astillas de curiosidad. No hay fronteras en la imaginaci¨®n y no deber¨ªa haberlas en los fogones. Las miradas n¨®madas se conmueven con la belleza de la lejan¨ªa inexplorada. Hay idilios que caben en un medidor. Hay cuestiones que se responden a cucharadas.
¡®Zurrukutuna¡¯
Ingredientes
Para 4 personas
Para la zurrukutuna
- 60 mililitros de aceite de oliva
- 50 gramos de ajo
- 1 unidad de cayena
- 200 gramos de pan sopako o, en su defecto, una hogaza
- 40 gramos de concentrado de tomate
- 50 gramos de bacalao desmigado y desalado,
- 2 huevos frescos,
- Agua
- Sal
Para el bacalao
- 200 gramos de bacalao desalado
- Perejil picado
Instrucciones
1. La zurrukutuna
En una olla, sofreír el ajo pelado y picado finamente y la cayena. Cuando el ajo empiece a templarse, añadir el pan en trozos pequeños y dejar dorar removiendo a fuego medio durante cinco minutos. Añadir el concentrado de tomate y el bacalao, y cubrir con agua.
Dejar cocinar durante media hora, poner a punto de sal y desleír los huevos fuera del fuego.
3. El bacalao
Cortar el bacalao en trozos de unos 50 gramos. En una vaporera, cocinar el bacalao durante tres minutos.
4. Acabado y presentaci¨®n
Servir la zurrukutuna caliente, colocar encima el trozo de bacalao y espolvorear un poco de perejil picado
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