Un ejecutivo a su pesar

La pol¨ªtica no es una fiesta. Y quiz¨¢s los ciudadanos esperan demasiado de ella. Pero los dirigentes pol¨ªticos se han ganado a pulso la escalada en las encuestas hasta ser la segunda preocupaci¨®n de los espa?oles despu¨¦s del desempleo. ?Recuerdan que hace poco m¨¢s de un a?o la sentencia de la G¨¹rtel se carg¨® al PP v¨ªa moci¨®n de censura? ?Recuerdan la sensaci¨®n de alivio que gener¨® la formaci¨®n de un Gobierno paritario que se abr¨ªa a personas ajenas a la profesionalizaci¨®n pol¨ªtica? ?Recuerdan las se?ales de distensi¨®n con Catalu?a?

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EDITORIAL | Cuenta atr¨¢s

El presidente resistente

Una vez rearmada la derecha, alineada en formaci¨®n de tripartito, no tard¨® en volver la bronca. Pero S¨¢nchez segu¨ªa administrando los tiempos. Y un calculado adelanto electoral le permiti¨® salir triunfante en el intento de poner fin a la provisionalidad y emprender una legislatura que relanzara a la izquierda espa?ola y retornara la cuesti¨®n catalana a la pol¨ªtica. Pero en vez de arrancar en positivo atendiendo a la respuesta del electorado progresista, que sal¨ªa del letargo en que le sumieron los desencuentros de 2016, e intentando capitalizar una cierta esperanza, hemos asistido a un proceso de degradaci¨®n que enmarca la investidura en un clima de frustraci¨®n que costar¨¢ revertir.

?Por qu¨¦ Pedro S¨¢nchez, en vez de emprender un proceso r¨¢pido de formaci¨®n de un Gobierno de izquierdas con un programa ambicioso, ha ido mareando la perdiz hasta que su indecisi¨®n y la resistencia de los otros han llevado a ritualizar la desconfianza nada menos que en sede parlamentaria? S¨¢nchez ha perdido dos meses practicando el centrocampismo del que se gusta entreteniendo el bal¨®n pero no encuentra a qui¨¦n pasarlo. Y, sin embargo, las l¨ªneas de juego estaban claras desde el primer momento. Y resultaba desmoralizador (e inquietante como signo de inseguridad) que S¨¢nchez siguiera mendigando la abstenci¨®n a la derecha, cuando s¨®lo ten¨ªa y tiene una posibilidad de formar Gobierno: Podemos, no hay otra. Un Gobierno a su pesar. Contra lo que le pide el cuerpo, contra la propia tradici¨®n de su partido que siempre ha mirado con recelo a lo que se mueve a su izquierda, contra la cultura bipartidista de gobiernos monocolor en la que se ha creado, contra la l¨ªnea excluyente que los partidos tradicionales marcan entre populistas e integrados ¡ªcomo si s¨®lo estos tuvieran licencia para gobernar¡ª contra un partido que debajo de un liderazgo autoritario es una m¨¢quina de disensiones y fracturas en franco retroceso.

Resultado: dos socios a rega?adientes frente a frente. Que han llevado un noviazgo fatal que garantiza que, pase lo que pase, gobierno de izquierdas o elecciones, la izquierda una vez m¨¢s se vea atrapada en una gran frustraci¨®n. Y se requiere mucho voluntarismo para pensar que, en caso de que finalmente se casen, ser¨¢n capaces de hacer de la necesidad virtud y el inter¨¦s com¨²n triunfar¨¢ sobre el resentimiento.