Mucho calor, poco seso
El bochorno crecer¨¢ en Europa incluso si reducimos las emisiones a cero. Es tiempo de pensar
Que Europa se torre dejar¨¢ pronto de ser noticia. Ver a Par¨ªs, Londres o Bruselas superando los 40 grados va a convertirse, seg¨²n las mejores matem¨¢ticas disponibles, en un fen¨®meno cotidiano. Y universal, porque lo que Europa est¨¢ padeciendo es consecuencia del calentamiento global, que a su vez lo es de unas concentraciones de CO2 en la atm¨®sfera que el planeta no ha conocido en milenios. Reducir las emisiones de CO2 es un objetivo cient¨ªfico, pol¨ªtico y personal, pero aqu¨ª ni siquiera estamos hablando de eso. Aunque las emisiones se redujeran a cero ma?ana mismo, el CO2 que ya hemos emitido en el pasado nos garantiza que las olas de calor seguir¨¢n aumentando en frecuencia durante siglos. Lee en Materia c¨®mo el calentamiento actual es el m¨¢s intenso en dos milenios, y c¨®mo est¨¢ afectando por primera vez a la inmensa mayor¨ªa del planeta simult¨¢neamente. Son datos preocupantes, por si necesit¨¢ramos alguno m¨¢s.
"Ver a Par¨ªs, Londres o Bruselas superando los 40 grados va a convertirse en un fen¨®meno cotidiano"
Las olas de calor son una cuesti¨®n de salud p¨²blica. La que afect¨® a Europa en 2003 mat¨® a 70.000 ciudadanos, seg¨²n algunas estimaciones. Las tres semanas de calor inusitado que padeci¨® Holanda el a?o pasado se cobraron 300 vidas. A diferencia de los tornados y las inundaciones, las olas de calor no ofrecen un buen material audiovisual, pero las cifras muestran que matan a m¨¢s gente que cualquiera de esos fen¨®menos tan fotog¨¦nicos. Adjudicar una muerte al calor extremo es complicado cuando la v¨ªctima ya sufr¨ªa de enfermedades cardiacas o pulmonares. Pero las matem¨¢ticas de la epidemiolog¨ªa son sofisticadas y tozudas. Los gestores de la salud p¨²blica har¨ªan bien en tom¨¢rselas en serio, aunque solo fuera para refutarlas, si es que pueden.
S¨¦ que, si est¨¢s leyendo esto en Espa?a, estar¨¢s disfrutando ahora mismo de un alivio meteorol¨®gico merecido, pero lo cierto es que la semanita ha sido fastidiada en toda Europa. La ola de calor de esta semana, si el lector recuerda, ha sido la segunda de este verano. En la primera, una inyecci¨®n masiva de aire del S¨¢hara gener¨® el mes de junio m¨¢s caliente desde que se tienen registros. En el sur de Francia, cerca de N?mes, la gente qued¨® aplastada por unos 46? (45,9, para los amantes de los decimales) que la regi¨®n no hab¨ªa conocido nunca, hasta donde sabemos. Ni siquiera el Godzilla de la Europa occidental, el Mont Blanc, logr¨® bajar en su cima de unos comedidos siete grados, cuando lo habitual es que est¨¦ bajo cero en estas fechas.
Y en Estados Unidos no lo est¨¢n pasando mucho mejor, con 100 millones de personas advertidas de temperaturas excesivas. En la costa este han estado frisando los 40?, y hasta super¨¢ndolos a veces. Nada de esto pinta bien. Y los m¨¢s perjudicados, como siempre ¨Caunque esta vez la raz¨®n no est¨¢ clara¡ª van a ser los pa¨ªses m¨¢s pobres. No solo est¨¢n en el lugar geogr¨¢fico m¨¢s vulnerable al cambio clim¨¢tico, sino tambi¨¦n en la peor situaci¨®n financiera para paliarlo. Los pol¨ªticos tienen un mont¨®n que hacer en este terreno. Y agosto ser¨¢ un buen mes para debatirlo.
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