La izquierda vencedora

La personalizaci¨®n de la pol¨ªtica es un fen¨®meno reciente que no afecta en exclusiva a la izquierda. Los l¨ªderes m¨¢s diversos han conseguido crear nuevos movimientos o prescindir de sus estructuras tradicionales de partido para establecer una relaci¨®n directa con las bases. Esta desintermediaci¨®n de la pol¨ªtica, lejos de contribuir a la moderaci¨®n, est¨¢ facilitando un enconamiento que poco aporta a la buena marcha de nuestras sociedades. Una organizaci¨®n requiere jerarqu¨ªas y oligarqu¨ªas; un l¨ªder moderno parece que puede prescindir de todas ellas y que, libre de cualquier tipo de equilibrios, se basta por s¨ª solo para alcanzar los objetivos pol¨ªticos que propugna. Los plebiscitos sustituyen a los debates internos y los partidos, impotentes ante sus l¨ªderes, se hacen in¨²tiles para componer acuerdos y ponderar estrategias excesivamente personales. Los viejos partidos han estado llenos de defectos pero salta a la vista que, con su experiencia y su pragmatismo, resultaban bastante m¨¢s integradores y ¨²tiles para los ciudadanos.

M¨¢s informaci¨®n

EDITORIAL | Recomenzar

El diablo siempre est¨¢ en los detalles

¡°?De qu¨¦ sirve una izquierda que pierde, incluso cuando gana?¡±. La pregunta qued¨® flotando en el ambiente tras el fin de las votaciones. Ahora bien, la cuesti¨®n clave es determinar qu¨¦ izquierda venci¨® en las pasadas elecciones. Dejemos a un lado la cuesti¨®n territorial, deliberadamente ignorada por todas las izquierdas presentes en la C¨¢mara, y demos por cierto que es posible defender la solidaridad sin definir qui¨¦n es el sujeto sobre el que ese atributo se proyecta. Pretender la igualdad material entre los catalanes, los espa?oles, los europeos o entre la humanidad entera requerir¨ªa pol¨ªticas diferentes, pero ese no parece ser el problema. El meollo est¨¢ en determinar si entre aquellos socialistas que renunciaron tard¨ªamente al marxismo en 1979 y los j¨®venes que se afiliaron al Partido Comunista tras la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn existen suficientes puntos de coincidencia como para establecer un Gobierno de coalici¨®n. La historia europea nos ense?a que tal cosa no ha sido posible desde la II Guerra Mundial, que los socialdem¨®cratas han sabido colaborar con su izquierda con m¨¢s o menos intensidad pero, salvo la breve experiencia francesa de Pierre Mauroy en 1981, su intimidad ha tenido l¨ªmites muy claros. Ahora bien, sin coalici¨®n y tras este primer asalto, imaginar un Gobierno socialista en minor¨ªa es tanto como ver a Podemos pasando en breve a la oposici¨®n.

El fracaso de la investidura est¨¢ adornado con elementos de la nueva pol¨ªtica y de las viejas izquierdas. Tambi¨¦n con aspectos derivados de la eterna condici¨®n humana. ¡°La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subi¨®¡±. La de Quevedo fue posiblemente la cita m¨¢s certera que se pudo escuchar a lo largo del debate. Veremos si, una vez m¨¢s, resulta ser una profec¨ªa.