Y ahora que tambi¨¦n hable Queiroz
El subteniente de la polic¨ªa militar, Fabricio Queiroz, acab¨® acumulando los secretos de la familia Bolsonaro, convirti¨¦ndose a la vez en su mayor pesadilla
Brasil vive una fiebre de hackers que se dedican a robar los secretos de personajes claves del Estado. Son una especie de confesores que escuchan, usando las nuevas tecnolog¨ªas, los pecados de los poderosos y despu¨¦s los venden al mejor comprador.
Con la imagen del hacker que escucha los pecados de los poderosos como confesores, me ha venido a la memoria la publicaci¨®n que hicieron hace a?os en Roma un grupo de periodistas que quer¨ªan saber lo que los sacerdotes preguntaban a los fieles cuando les confesaban pecados sobre el sexo. Ah¨ª, el confesor se revelaba curioso como un adolescente y aprovechaba para que el pecador le contase, y con detalles, de qu¨¦ formas pecaban contra el sexto mandamiento.
La publicaci¨®n fue un esc¨¢ndalo y creo que la Iglesia oblig¨® a retirarla y los periodistas fueron acusados de violaci¨®n de secreto. Ellos quer¨ªan sin embargo denunciar c¨®mo hab¨ªa sacerdotes que usaban el confesionario para satisfacerse sexualmente. En aquel caso los periodistas se hab¨ªan convertido en hackers y reveladores de los secretos de los confesionarios.
Hoy los que andan en Brasil a la caza de las conversaciones personales de los hombres del poder judicial y de los otros poderes lo hacen m¨¢s bien para ganar dinero y los periodistas hacen su deber de publicarlas, ya que su misi¨®n es la de vigilar los actos de los que gobiernan o imparten justicia.
Sin embargo, en Brasil existe hoy un personaje que ya se ha hecho famoso, que salido de la nada acab¨® siendo no el hacker sino el confidente y amigo de la familia del actual presidente de la Rep¨²blica, Jair Bolsonaro. Del padre y de sus tres hijos, todos pol¨ªticos elegidos por el voto. Me refiero al subteniente de la polic¨ªa militar, el jubilado Fabricio Jos¨¦ Carlos Queiroz, amigo personal del presidente desde hace 30 a?os. Fue su ch¨®fer y su agente de defensa personal. La amistad con el padre se traslad¨® a los hijos, sobre todo al mayor de ellos, el hoy senador Flavio Bolsonaro, entonces diputado del Estado de R¨ªo.
El oscuro personaje Queiroz acab¨® acumulando los secretos de la familia Bolsonaro, convirti¨¦ndose a la vez en su mayor pesadilla. A trav¨¦s de las acusaciones de corrupci¨®n que pesan sobre ¨¦l, ha acabado comprometiendo a los Bolsonaro, que lo usaron no solo como ch¨®fer, sino que lo elevaron a asesor jefe del entonces diputado Fl¨¢vio. Era ¨¦l quien hac¨ªa y deshac¨ªa dentro de su gabinete y el que contrataba asesores fantasma, llegados del submundo de las milicias que hoy dominan a R¨ªo y se han incrustado en el Estado.
Queiroz, que llev¨® a que la justicia abriera una investigaci¨®n sobre el senador Flavio Bolsonaro y que el Supremo ha acabado de parar, fue tambi¨¦n llamado a comparecer ante la polic¨ªa, a lo que se ha negado (lo hizo apenas por escrito) y ha desaparecido. Es un personaje que infunde miedo, que debe guardar muchos de los secretos de la familia del hoy presidente y de sus relaciones con las milicias de R¨ªo. Baste recordar que fue Queiroz quien se llev¨® al gabinete del entonces diputado Flavio Bolsonaro a la madre y a las dos hijas de uno de los personajes que aparece como involucrado en el asesinato de la joven activista de izquierdas?Marielle Franco?y de su chofer, Anderson Gomes. Se trata del capit¨¢n Adriano Magalhaes, uno de los l¨ªderes del grupo miliciano Escritorio del Crimen y sospechoso de haber participado en el asesinato.
Las relaciones estrechas entre la familia Bolsonaro y las milicias y sus secretos a¨²n sin desvelar, pasan por la sombra de Queiroz, que conoce como nadie y de cerca ¡ªcasi como un confesor¡ª los pecados y virtudes de los Bolsonaro. De ah¨ª la sospecha de que su desaparici¨®n sin que siquiera fuera interrogado por la polic¨ªa sea la demostraci¨®n de que Queiroz se ha convertido en una sombra peligrosa que acompa?a al presidente y a su familia. Es cierto que Bolsonaro ha afirmado en una entrevista a la revista?Veja: ¡°nadie m¨¢s que yo quiere la soluci¨®n de ese caso lo m¨¢s r¨¢pido posible¡±. Sin embargo, no parece cre¨ªble que la polic¨ªa, que en pocos d¨ªas ha conseguido detener a los supuestos hackers de las conversaciones privadas del juez Moro y de los procuradores que trabajaban con ¨¦l, a¨²n no haya sido capaz de encontrar al desaparecido Queiroz.
Tiene raz¨®n la gente de la calle en preguntarse en las redes y peri¨®dicos casi machaconamente: ?D¨®nde est¨¢ Queiroz y por qu¨¦ no habla? ?Por qu¨¦ la polic¨ªa no resuelve un caso de esa gravedad? ?Miedo a qu¨¦? Son miedos que no solo no se conjugan con la democracia y el Estado de derecho, sino que la ensucian y denigran al mismo tiempo que envenenan y dividen a la sociedad.
El presidente, que ha hecho suyo el lema b¨ªblico ¡°La verdad os salvar¨¢¡±, deber¨¢ demostrar, sin esperar m¨¢s, a que la verdad del caso Queiroz, que pesa sobre ¨¦l como la espada de Damocles, salga a la luz del sol. Sin ello, dif¨ªcilmente tendr¨¢ posibilidades de reelegirse y hasta se expone a no acabar su mandato.
La sombra del asesinato de Marielle a¨²n sin resolver, m¨¢s peligrosa hoy muerta que viva, y la desaparici¨®n del confidente Queiroz, un personaje que conserva demasiados secretos, puede contaminar no solo la democracia , sino la convivencia ya dif¨ªcil y airada de los brasile?os, que se revelan cansados de hacer preguntas al poder, del que reciben solo silencios. Silencios que gritan m¨¢s fuerte que todas las promesas hueras de reconstruir un nuevo Brasil. Y menos en paz.
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