Coro de leales

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, realiz¨® el pasado lunes una amplia remodelaci¨®n de la ejecutiva del partido, en un intento tanto de cerrar la crisis provocada por su estrategia de alcanzar el liderazgo de la derecha, como de prevenir nuevas tensiones internas ante un eventual segundo debate de investidura del candidato socialista, Pedro S¨¢nchez. La remodelaci¨®n ha sido presentada por Ciudadanos como una se?al inequ¨ªvoca de que Rivera no reconsiderar¨¢ la negativa a facilitar un Gobierno presidido por S¨¢nchez, ni por la v¨ªa de la abstenci¨®n ni, menos a¨²n, por la de un acuerdo program¨¢tico. Cinco dirigentes han sido descabalgados de la direcci¨®n, en tanto que otros dos miembros del sector cr¨ªtico, Luis Garicano y Francisco Igea, han mantenido sus cargos org¨¢nicos s¨®lo porque ostentan adem¨¢s responsabilidades europeas y auton¨®micas, respectivamente.

El movimiento de Rivera no resuelve la crisis provocada en Ciudadanos por el giro pol¨ªtico que lo ha alejado de sus or¨ªgenes; si acaso, la sofoca dentro de su propia organizaci¨®n. La masiva incorporaci¨®n de dos decenas de cuadros al m¨¢ximo ¨®rgano de direcci¨®n del partido se limita a diluir las voces cr¨ªticas mediante la argucia de convertir en multitudinario el coro de los leales. Rivera ha propiciado as¨ª la ins¨®lita paradoja de que uno de los partidos espa?oles con la direcci¨®n m¨¢s numerosa se cuente al mismo tiempo entre los m¨¢s personalistas.

La ra¨ªz del problema de Ciudadanos sigue aliment¨¢ndose, sin embargo, con una posici¨®n, la negativa a hablar siquiera con el PSOE, que desestabiliza el sistema y que implica deslealtad, porque tensiona hasta el extremo los mecanismos constitucionales. Se mire como se mire, la ¨²nica fuerza pol¨ªtica que puede cohesionar un Gobierno en esta legislatura es el Partido Socialista y la primera fuerza de oposici¨®n es el Partido Popular. Rivera juega a la combinaci¨®n ventajista: o el PSOE forma Gobierno con las fuerzas que ¨¦l mismo califica de peligrosas para la democracia o tiene que convocar elecciones. La estrategia de cuanto peor, mejor, o la del todo o nada compromete al l¨ªder de Ciudadanos antes que a nadie.

Sea cual sea el desenlace, Albert Rivera no podr¨¢ escapar a su responsabilidad, bien por haber forzado la composici¨®n de un Ejecutivo que ¨¦l mismo proclama a los cuatro vientos como pernicioso para el pa¨ªs, bien por empujar irresponsablemente al pa¨ªs a unas nuevas elecciones con tal de mantener un enroque que es personal, por m¨¢s que trate de ocultarlo detr¨¢s de medio centenar de dirigentes a los que la buscada unanimidad reduce a la condici¨®n de figurantes.

El capital pol¨ªtico cosechado por la estrategia de Rivera es escaso para su partido e inquietante para las instituciones. Su voluntad de liderar la derecha solo ha servido para reforzar al Partido Popular, a quien hab¨ªa designado en principio como el rival a batir, y para normalizar la presencia de la ultraderecha en las mayor¨ªas de Gobierno en municipios y autonom¨ªas. La idea de que Ciudadanos no negocia con Vox no ha pasado nunca de ser un subterfugio. Y la excusa de que sus propuestas m¨¢s radicales y dudosamente constitucionales han sido apartadas de los programas no responde a la realidad: sencillamente han sido reformuladas mediante eufemismos.