Bichos
Uno no se da cuenta de cu¨¢nto se ha alejado de la naturaleza hasta que ve un ni?o siguiendo a una hormiga
Uno no se da cuenta de cu¨¢nto se ha alejado de la naturaleza, c¨®mo ha perdido la curiosidad, hasta que ve un ni?o siguiendo a una hormiga. Realmente te pon¨ªas en su lugar, en el de la hormiga, d¨®nde ir¨ªa, de d¨®nde ven¨ªa. Siendo peque?ito, est¨¢s m¨¢s cerca del suelo que de los adultos y hay seres extra?os correteando por ah¨ª. Los insectos con el tiempo se hacen invisibles y cuando son visibles, molestos, pero no siempre fue as¨ª. En verano conoc¨ªas sus secretos. Una relaci¨®n extra?a, basada en sentimientos de peligro y confianza, hasta que aprend¨ªas lo que pod¨ªas esperar de cada uno¡, pero era peor para ellos cuando lo sab¨ªas. Era turbador descubrir que t¨² mismo pod¨ªas dar miedo, notar ese poder, e incluso matar. Entonces empezaba un aprendizaje del dolor y la barbarie, la vida salvaje. Pas¨¢bamos el d¨ªa en el bosque.
Dec¨ªan que las abejas mor¨ªan al picarte, una decisi¨®n incre¨ªble, costaba asumir un dilema as¨ª. Las avispas no, y no entend¨ªas por qu¨¦, si no serv¨ªan para nada y las abejas s¨ª, hac¨ªan miel. Respet¨¢bamos a las abejas por ese hero¨ªsmo suicida. Hab¨ªa un insecto llamado cortapichas. Met¨ªas una pajita en el agujero del grillo o meabas dentro para hacerle salir. Al saltamontes le pod¨ªas arrancar la cabeza y ver c¨®mo era por dentro. Un amigo ganaba apuestas asegurando que se los com¨ªa, y se los com¨ªa. Le quitabas algunas patas a una ara?a y la arrojaba a un cerco de hormigas rojas. La lagartija era m¨¢gica, le cortabas la cola y se mov¨ªa sola. Lo mismo la lombriz, la hac¨ªamos cachitos. Hab¨ªa otros reptiles poco vistos y admirados, la salamandra, el trit¨®n, hasta que los encontramos en una piscina en invierno. El bicho m¨¢s legendario, algo un¨¢nime, era la mantis religiosa. Ya el nombre ten¨ªa algo espectral, y esa cara de marciano. Un ni?o caz¨® una y se paseaba con el frasco. Cog¨ªamos moscas para que se las comiera, como un sacrificio sacerdotal.
Hablabas de los animales que pod¨ªan matarte como un riesgo real de la vida en este planeta. Era natural pensar que tarde o temprano tendr¨ªas que enfrentarte a ellos, porque estaba claro que de mayores vivir¨ªamos grandes aventuras en lugares remotos. La gente ve¨ªa documentales y compart¨ªa informaci¨®n inflando los datos. Se establec¨ªan consensos sobre qu¨¦ animal ganar¨ªa a otro en un combate, aunque fueran tan imposibles como el cocodrilo contra el oso polar. Ya distingu¨ªas a las personas por su sadismo o su piedad, y del mismo modo te enfrentabas a otras bandas de ni?os. En casa luego nunca contabas nada. Lo curioso de tanta crueldad es que ador¨¢bamos los animales, tambi¨¦n los espiabas, los alimentabas, los dejabas libres.
Un verano, hace veinte a?os, me encargaba de los sucesos y me mandaron a una playa donde hab¨ªa aparecido una ballena. Al acercarte ve¨ªas a lo lejos una masa gigantesca en la arena. En la playa hab¨ªa gran agitaci¨®n porque nadie sab¨ªa qu¨¦ hacer. Alguien dijo que hab¨ªa que mantener su piel h¨²meda y todo el mundo le puso toallas mojadas encima. Qued¨® convertida en una ballena de colores, como de dibujos animados. Eso hizo que los ni?os la quisieran a¨²n m¨¢s. Se asomaban a sus ojos, m¨¢s grandes que ellos, como a una bola de cristal donde leer el misterio de la vida. Pasaban las horas y era dram¨¢tico, porque no sub¨ªa la marea. De repente, subi¨®, fue una marea viva, pero se muri¨®. Al d¨ªa siguiente extrajeron de sus tripas decenas de kilos de pl¨¢stico. Nunca vi tantos ni?os llorar tan desconsolados.
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