El valioso invento que nadie echaba en falta
Muchos no renunciar¨ªamos a Internet ni por m¨¢s dinero del que tendremos en toda la vida
En julio de 2011, la fundaci¨®n estadounidense The Fund for American Studies public¨® un v¨ªdeo sobre las bondades del capitalismo en el que se hac¨ªa una pregunta a varios j¨®venes: ?ser¨ªas capaz de no volver a usar Internet a cambio de un mill¨®n de d¨®lares? La mayor¨ªa de los sondeados contestaba que no, y multiplicaba por diez o por mil la cantidad por la que estar¨ªan dispuestos a dejar de navegar y abandonar para siempre todas las aplicaciones inventadas y por inventar. Y eso que hace ocho a?os a¨²n estaba despegando el tel¨¦fono inteligente, con el que llevamos Internet a todos lados mientras nos creamos la necesidad de estar siempre conectados.
El dilema, que ha vuelto a proponer en las ¨²ltimas semanas un art¨ªculo del blog Microsiervos, tiene su miga. ?Por cu¨¢nto dinero ser¨ªa el lector capaz de semejante renuncia? Seguro que alguno lo har¨ªa por mucho menos de ese mill¨®n, pero es probable que otros, en especial aquellos que no conocen otro mundo que el digital, encontraran la cantidad irrisoria. Dejar de lado Internet supondr¨ªa privarse del mayor sistema de acceso a la informaci¨®n, a la comunicaci¨®n, al negocio y a la diversi¨®n inventado. Y llevar una vida a contracorriente: despedirse de WhatsApp y de las redes sociales, no poder consultar una duda en Google ni ver una pel¨ªcula en Netflix, volver f¨ªsicamente a la agencia de viajes para comprar un billete de avi¨®n y al buz¨®n para mandar fotos en un sobre. Y renunciar a much¨ªsimos empleos que requieren conexi¨®n.
Resulta interesante reflexionar sobre lo mucho que valoramos algo que en principio nos cuesta tan poco. Pero es a¨²n m¨¢s asombroso pensar que hace 30 a?os, el tiempo de una sola generaci¨®n, nadie echaba en falta Internet, cuya existencia permanente y ubicua damos por hecho ahora con tanta certeza, que nos alarmamos cuando perdemos la conexi¨®n o no encontramos wifi. Quiz¨¢s por esto, las pel¨ªculas y novelas de ciencia ficci¨®n anteriores a la revoluci¨®n tecnol¨®gica, donde se vaticinaban otros prodigios como el teletransporte o la invisibilidad, resultan, con perspectiva actual, tan miopes a la hora de pronosticar un invento que ahora parece obvio. Y al que muchos no renunciar¨ªamos ni por una fortuna.
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