Concentraci¨®n digital
El dominio de cuatro grandes empresas globales frena la competencia
Una de las consecuencias de la din¨¢mica de globalizaci¨®n en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido el aumento en el grado de concentraci¨®n empresarial. En un n¨²mero amplio y relevante de sectores, por todos los indicadores al uso, un grupo cada vez m¨¢s reducido de empresas acapara una mayor cuota de mercado y levanta eficaces barreras de entrada a los competidores. Las implicaciones de una deriva tal no son pocas ni poco significativas. La ausencia de oxigenaci¨®n competitiva acaba minando los propios fundamentos del sistema econ¨®mico. Desde luego lo hace con la libertad de elecci¨®n de los consumidores, con las posibilidades de supervivencia de nuevas empresas, con los incentivos a mantener ritmos crecientes de inversi¨®n y de innovaci¨®n. La oligopolizaci¨®n tambi¨¦n acent¨²a la distribuci¨®n regresiva de la renta, favoreciendo el crecimiento de las del capital a costa de las generadas por el trabajo. Pero tambi¨¦n condiciona la estabilidad macroecon¨®mica o la formulaci¨®n de las pol¨ªticas monetarias, como pusieron de manifiesto algunas contribuciones a la convenci¨®n bancaria de Jackson Hole del a?o pasado.
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Esa deriva oligopolista es m¨¢s expl¨ªcita y de consecuencias m¨¢s inquietantes en el sector digital, y en particular el de las empresas cuya actividad gira en torno a Internet. Lo que era un espacio inicialmente transparente, abierto a una elevada movilidad empresarial, competitivo, es hoy el que concentra un mayor poder en menos empresas. Cuatro de ellas ¡ªGoogle, Facebook, Amazon y Apple¡ª controlan pr¨¢cticamente el sector m¨¢s sensible de la actual econom¨ªa mundial. Su crecimiento se produce en gran medida mediante adquisiciones de empresas j¨®venes, reci¨¦n nacidas en muchos casos, antes de que se conviertan en competidores. El destino de las mismas acaba siendo en la mayor¨ªa de los casos la directa absorci¨®n y su desaparici¨®n. Cuando una compa?¨ªa trata de sobrevivir por sus medios propios se enfrenta a no pocos obst¨¢culos, muchos de ellos derivados de la dependencia de esas plataformas dominantes para su acceso a los clientes y usuarios finales.
El dominio alcanzado por algunas de esas empresas, Facebook y Google de forma particular, no resiste las pruebas m¨¢s elementales de poder de mercado. Tampoco pueden pasarse por alto las facilidades con que incumplen sus obligaciones fiscales. Pero m¨¢s all¨¢ de las consecuencias econ¨®micas que todo proceso de concentraci¨®n empresarial lleva consigo, las evidencias de extensi¨®n de las implicaciones pol¨ªticas y sociales son ya suficientemente expl¨ªcitas, origen de algunos esc¨¢ndalos destacados, incluida la intromisi¨®n en procesos electorales.
Es ahora, tras dos d¨¦cadas de pasividad y no pocas denuncias, cuando los reguladores intentan tomar cartas en el asunto. La UE ha tratado de concretar decisiones de defensa de la competencia que han sido mucho m¨¢s lentas en EE?UU. Como en otros ¨¢mbitos asociados al proceso de globalizaci¨®n econ¨®mica y financiera, la eficacia de la regulaci¨®n y supervisi¨®n requiere que tambi¨¦n tenga una extensi¨®n global. La cooperaci¨®n internacional es tambi¨¦n en este campo una condici¨®n necesaria, aunque no sea este, precisamente, su mejor momento.
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