Dios y el Diablo en las ciudades
Un encuentro internacional sobre religi¨®n en el barrio del Raval de Barcelona
Hace unas semanas, a principios de julio, se celebraba en Barcelona la 35th International Society for the Sociology of Religion, el encuentro bianual de la International Society for Sociology of Religion (ISSR), que organizaban en este caso la Universitat de Barcelona y la Universitat Aut¨°noma de Barcelona, en concreto su grupo Investigacions en Sociologia de la Religi¨® (ISOR). El asunto fue el del lugar de la religi¨®n y la espiritualidad en las sociedades contempor¨¢neas, que son en buena medida ya todas ellas sociedades urbanizadas. Por ello result¨® elocuente que el escenario escogido fuera el campus universitario, parte, con otras instituciones como el MACBA o el CCCB, del cluster cultural del Raval, una gran operaci¨®n urban¨ªstica cuyo objetivo fue elevar el tono moral de un territorio castigado, hasta ahora mismo, por la marginaci¨®n y la pobreza. Fue significativo que la propia promoci¨®n del acontecimiento subrayara la sede escogida: Barcelona - Raval Neighborhood.
Hablar de Dios y lo espiritual desde las ciencias sociales rodeados de miseria y conflicto, tuvo por fuerza que dar a pensar a los acad¨¦micos convocados. No solo porque en ese paisaje tan duro estaba activa la funci¨®n adaptativa de la religi¨®n, como fuente de significado para la experiencia social humana y como mecanismo generador de cohesi¨®n e incluso organizaci¨®n social. Sobre todo porque tales virtudes se deber¨ªan reconocer como especialmente necesarias en un barrio al que se adjudic¨® en los 80 un nuevo nombre ¨C el Raval ¨C que lo liberase del apodo que se le hab¨ªa aplicado hasta entonces: el Barrio Chino, el distrito maldito por excelencia de Barcelona, el V. Hablar de la dimensi¨®n social de lo trascendente en un emplazamiento as¨ª no dejaba de constituir un sarcasmo, puesto que lo que sitiaba el evento era aquel lugar en que Georges Bataille, en El azul del cielo (Tusquets), hab¨ªa descubierto el lugar de destino o residencia del Mal mismo.
El tema no era entonces solo discutir acad¨¦micamente sobre el lugar de Dios en la ciudad contempor¨¢nea, sobre si vivimos en un mundo ya secularizado o no. Se trataba, en el n¨²cleo de la Barcelona menos domesticada, de reconocer que una ciudad ya era en s¨ª un asunto religioso, puesto que en ella se dirime una guerra a muerte entre una divinidad que la quisiera hecha a su imagen y semejanza y una sociedad humana que se empe?a en convertir la ciudad en el lugar en que emergen todo tipo de luchas, sufrimientos y pasiones.
De ah¨ª ese objetivo insistente por reventar esa parte de la ciudad. Indispensable un libro: Matar al Chino, de Miquel Fern¨¢ndez (Virus), un est¨ªmulo para pensar sobre la vocaci¨®n ¨²ltima de todo urbanismo, su obsesi¨®n por redimir la ciudad de una postraci¨®n, por expiarla de sus pecados, por exorcizarla de los demonios que la poseen. Para salvar a la ciudad del Maligno ¡ª y que es solo todo lo que est¨¢ ah¨ª y le escandaliza y no entiende; la vida¡ª el urbanismo pretende engendrar una ciudad perfecta, es decir una contra-ciudad. Como si tambi¨¦n Barcelona y sus "bajos fondos" ¡ªcomo los de toda ciudad¡ª no fueran sino un lugar en que aplicar desp¨®ticamente la l¨®gica salvadora, tan implacable como inaplicable, de los planes y los planos.
Toda ciudad es un asunto religioso, puesto que es, a gritos o en secreto, Babel, la ciudad que desatiende el mandato divino y que se funda sobre una blasfema suplantaci¨®n de Dios. Iniciadora de una saga de ciudades-ramera ¡ªSodoma, Gomorra, Enoc, Babilonia, Roma¡ª, Babel, la ciudad que Dios ordena construir a Ca¨ªn despu¨¦s de la Ca¨ªda, es un espacio ilegible, ca¨®tico, azaroso, ingobernable. Reverso en clave humana de la Jerusal¨¦n celestial, esplendorosa, comprensible, tranquila, lisa, ordenada¡ De ah¨ª que el urbanismo asuma una misi¨®n demi¨²rgica, puesto que es la que le encomienda un Dios que detesta metr¨®polis que se nutren de lo mismo que las altera.
No es casual que en tantas oportunidades se haya represenado la gran ciudad como infierno. Pensemos en pel¨ªculas como La jungla de asfalto, Taxi Driver, La Haine o nuestra El D¨ªa de la Bestia, Pensemos en Al Pacino como Satan¨¢s en Pactar con el diablo, hablando con los comerciantes callejeros, con los viandantes, con los viajeros del metro, como si conociera todo de cada uno, dirigi¨¦ndose a cada cual en su propio idioma. Est¨¢ en su reino, es el dios infame y maligno de las calles. Recordemos donde ha elegido instalar su despacho: en el ¨²ltimo piso de un rascacielos, desde el que, literalmente, se domina la ciudad.
En la Conferencia de la ISSR hablamos de Dios y del esp¨ªritu en un espacio protegido, a salvo de una realidad circundante que lo ten¨ªa sitiado. Ah¨ª afuera estaba plasmada en vivo la contraposici¨®n desgarrada que San Agust¨ªn marca entre la Ciudad de Dios y la Ciudad de los Hombres, entre la ciudad en que se cumplir¨ªa la promisi¨®n divina y cuyos habitantes vivir¨¢n en participaci¨®n m¨ªstica con la divinidad, y aquella otra en la que los poderes imaginan reinando la depravaci¨®n, la culpa y la muerte, esa ciudad que funcionarios y t¨¦cnicos urbanos quisieran rescatar de s¨ª misma y de la vida que la vivifica.
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