Lengua b¨ªfida: as¨ª nos enga?an los pol¨ªticos con el lenguaje
La izquierda y la derecha se hallan enzarzadas en una guerra dial¨¦ctica. Nuevos t¨¦rminos, eufemismos y expresiones vac¨ªas se repiten hasta ser indiscutibles. La idea es: si no quieres (o no puedes) cambiar el mundo, al menos, cambia los nombres de las cosas
En medios de difusi¨®n de la izquierda m¨¢s o menos radical o altermundista, como LaHaine o Rebeli¨®n, abundan los glosarios de eufemismos neoliberales. Listas en las que se nos informa de que ¡°libre flujo de capitales¡± quiere decir en realidad ¡°neocolonialismo econ¨®mico¡±; ¡°apertura de nuevos mercados¡± implica ¡°destrucci¨®n del mercado interno¡± y ¡°racionalizaci¨®n¡± equivale a ¡°salarios bajos y trabajo precario¡±. Puede sonar radical, incluso demag¨®gico. Pero la tendencia del discurso neoliberal que trajo la revoluci¨®n conservadora a utilizar un lenguaje neutro o amable para referirse a realidades que no lo son tanto est¨¢ bien documentada. Forma parte del paisaje pol¨ªtico y sem¨¢ntico de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
En su ensayo C¨®mo hablar de dinero (Anagrama), el periodista brit¨¢nico John Lanchester comparaba a los economistas con los sacerdotes del antiguo Egipto por su tendencia a utilizar un lenguaje en clave, ¡°la jerga del dinero¡±, del que se sienten propietarios y que utilizan para reducir al resto de la sociedad a la ignorancia y la impotencia. Sin embargo, en un encuentro con ICON en la primavera de 2015, Lanchester precis¨® que ¡°resulta hasta cierto punto l¨®gico que los economistas hayan desarrollado su propia jerga, el verdadero problema viene cuando los pol¨ªticos se apoderan de ella para fines que nada tienen que ver con la producci¨®n de conocimiento¡±.
¡°Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades¡± o ¡°son medidas excepcionales para tiempos excepcionales¡±... Son intentos m¨¢s o menos exitosos de bajar al nivel de la calle el (totalmente falso, seg¨²n la especialista Clara Valverde) consenso neoliberal
El analista econ¨®mico australiano John Quiggin precisa un poco m¨¢s. Es un tipo muy determinado de pol¨ªtico el que abusa de la jerga de la ¡°eficacia econ¨®mica¡±. ?l los define como adeptos ¡°a la ideolog¨ªa que no quiere decir su nombre¡±. Es decir, neoliberales, aunque ellos prefiriesen al principio referirse a s¨ª mismos con expresiones m¨¢s neutras, como ¡°consenso de Washington¡± o ¡°pensamiento tecnocr¨¢tico¡±. Para Quiggin, ¡°hay que reconocerles un cierto coraje a Margaret Thatcher o C¨¦sar Augusto Pinochet cuando, a finales de los setenta, empezaron a desarrollar la neolengua del conservadurismo radical contempor¨¢neo¡±.
Thatcher, en concreto, demostr¨® ¡°mucho cinismo y mucha creatividad ling¨¹¨ªstica¡± al bautizar como ¡®capitalismo popular¡¯ un programa que, b¨¢sicamente, ¡°consist¨ªa en atacar frontalmente a los sindicatos, reducir los salarios y embarcarse en un proceso de desindustrializaci¨®n acelerada con tremendos costes sociales¡±. Tal y como matiza el analista econ¨®mico estadounidense Michael Hudson, autor de libros como The bubble and beyond (La burbuja y m¨¢s all¨¢, 2012), ¡°lo que no pod¨ªa preverse entonces es que el lenguaje neoliberal, que parec¨ªa tan burdo en su pretensi¨®n de manipular la realidad, acabase resultando a la larga tan eficaz y tan flexible: cuando la gente descubre qu¨¦ quieren decir en realidad expresiones como globalizaci¨®n y empieza a rechazarlas, ellos desarrollan eufemismos nuevos¡±. El proyecto del profesor Hudson consiste en crear ¡°un diccionario econ¨®mico de resistencia¡± que llame a las cosas por su nombre y ayude a una nueva generaci¨®n de ciudadanos informados a ¡°salir de las arenas movedizas de la ignorancia inducida para conocer mejor el mundo en que nos obligan a vivir¡±.
No me chilles que no te compro
Varios ensayos se han planteado contribuir a esa resistencia. Uno de los m¨¢s recientes (y beligerantes) es No nos lo creemos. Una lectura cr¨ªtica del lenguaje neoliberal (Icaria Editorial), de Clara Valverde. Centr¨¢ndose en gran medida en c¨®mo las ¨¦lites conservadoras han intentado explicar la crisis de 2008 y su posterior gesti¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, Valverde parte de una premisa b¨¢sica: ¡°Las palabras no son neutras: sirven para hacer algo a quien las escucha¡±. La suya es una disecci¨®n de expresiones ¡°fetiche¡± como ¡°hemos vivido por encima de nuestras posibilidades¡±, ¡°no existen alternativas¡± o ¡°son medidas excepcionales para tiempos excepcionales¡±, todas ellas intentos m¨¢s o menos exitosos de bajar al nivel de la calle el (totalmente falso, seg¨²n Valverde) consenso neoliberal.
Ralph Benko, analista econ¨®mico de la revista 'Forbes', apunta: ¡°Diga lo que diga la izquierda, no vivimos en sociedades 'orwellianas', no estamos sometidos a ning¨²n Ministerio de la Verdad que nos manipula corrompiendo el lenguaje"
Menos ideol¨®gico en un sentido partidista pero no por ello desprovisto de cargas de profundidad cr¨ªtica es el ensayo El delirio del crecimiento (Taurus), de David Pilling. Reportero de The Financial Times durante 25 a?os, Pilling se centra en el an¨¢lisis de una de las piedras angulares del pensamiento tecnocr¨¢tico neoliberal, el mito del perpetuo crecimiento, medido a trav¨¦s del Producto Interior Bruto (PIB).
Tras explicar en qu¨¦ consiste este indicador con ejemplos muy gr¨¢ficos, Pilling concluye que el PIB es un instrumento sofisticado y francamente ¨²til para medir algo muy concreto, ¡°el volumen de dinero que cambia de manos de manera voluntaria¡±. Pero el PIB no es en ning¨²n caso lo que el grueso de la clase pol¨ªtica occidental pretende que sea: un indicador omnisciente del grado de desarrollo, bienestar, riqueza y felicidad que ha alcanzado una sociedad concreta.
Pilling analiza tambi¨¦n una serie de indicadores alternativos, desde el francamente c¨ªnico ¨ªndice de felicidad propuesto por el Reino de But¨¢n (esta min¨²scula teocracia feudal del sur de Asia trat¨® de promoverlo con la intenci¨®n de autoproclamarse el pa¨ªs m¨¢s feliz del mundo) a otros m¨¢s dignos de consideraci¨®n, como el ?ndice de Progreso Real (IPR) propuesto por el gobernador de Maryland Martin O¡¯Malley o el ?ndice de Desarrollo Humano (IDH), del que Pilling dice, con humor, que sirve sobre todo para medir ¡°si tu pa¨ªs es o no lo bastante escandinavo¡±. La conclusi¨®n es que crear herramientas estad¨ªsticas que nos permitan cuantificar la realidad es tan necesario como ¨²til, pero ninguna m¨¦trica puede pretender erigirse en religi¨®n revelada ni verdad suprema.
Victorias p¨ªrricas de la izquierda
Seg¨²n Keith Koffler, periodista econ¨®mico de Reuters, resulta evidente que los lenguajes pol¨ªticos y econ¨®micos est¨¢n ¡°impregnados de ideolog¨ªa¡± y que el debate p¨²blico es, en gran medida, ¡°una guerra de las palabras¡±. Solo que, en su opini¨®n, es la izquierda la que va ganando esa guerra: ¡°Hace ya un siglo que se apropiaron de la noci¨®n de progreso, se refieren a s¨ª mismos como progresistas, contra toda evidencia, y el supuestamente todopoderoso discurso neoliberal no ha conseguido ganarles esa batalla¡±, se indigna Koffler.
"Cuando la gente descubre qu¨¦ quieren decir en realidad expresiones como 'globalizaci¨®n' y empieza a rechazarlas, los pol¨ªticos desarrollan eufemismos nuevos¡±, asegura el analista econ¨®mico Michael Hudson, autor de 'La burbuja y m¨¢s all¨¢'
Para este especialista, la capacidad de la izquierda para generar eufemismos interesados se resume en ¡°haber conseguido que se acepte la expresi¨®n derechos reproductivos como sin¨®nimo casi neutro de aborto¡±. En cambio, seg¨²n el an¨¢lisis de Koffler, ¡°la expresi¨®n pueblo, que la izquierda ha monopolizado durante d¨¦cadas como sin¨®nimo de ¡®gente que piensa como nosotros¡¯ ya no les pertenece en exclusiva, porque la derecha populista la discute¡±.
Ralph Benko, analista econ¨®mico de la revista Forbes, apunta que, ¡°diga lo que diga la izquierda, no vivimos en sociedades orwellianas, no estamos sometidos a ning¨²n Ministerio de La Verdad que nos manipula corrompiendo el lenguaje. Lo que ocurre es que las ideas compiten en las sociedades democr¨¢ticas, y cada uno las defiende tratando de elegir las palabras m¨¢s precisas y eficaces¡±.
Benko reconoce que, al menos en Estados Unidos, hay un cierto ¡°predominio¡± de algunas de las expresiones y conceptos introducidos por el pensamiento economicista conservador, pero no lo atribuye a ninguna manipulaci¨®n, sino, sencillamente ¡°a que la gente tiende a aceptar esa manera de ver las cosas porque es m¨¢s sensata y se ajusta m¨¢s a la verdad¡±.
Para Michael Coren, articulista de iPolitics, el debate en torno a la supuesta falsedad del lenguaje tecnocr¨¢tico neoliberal ¡°sigue vigente, pero est¨¢ empezando a quedarse obsoleto. La izquierda est¨¢ dejando de combatir el ya cl¨¢sico lenguaje conservador de la eficacia econ¨®mica, est¨¢ demasiado ocupada contrarrestando el mucho m¨¢s agresivo lenguaje del moderno populismo de derechas¡±. Un nuevo enemigo que tambi¨¦n, como la parte m¨¢s beligerante de la izquierda intelectual, presume de no esconderse tras el lenguaje y llamar a las cosas ¡°por su nombre¡±. Solo que esta vez se trata de un nombre muy distinto.
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