El eterno masculino
El liderazgo de pol¨ªticos como Trump o Bolsonaro no se basa en su capacidad ni en la b¨²squeda de un proyecto com¨²n, sino en la contundencia con la que presentan sus propuestas y en la inflexibilidad respecto a otras alternativas
La aparici¨®n de pol¨ªticos como Boris Johnson, Donald Trump, Jair Bolsonaro o Matteo Salvini en momentos de zozobra social e institucional, y en pa¨ªses tan diferentes como Reino Unido, EE UU, Brasil o Italia (y son solo un ejemplo), no es producto de la casualidad. Hay algo en los hombres que no cambia en el tiempo ni con el lugar, y sobre lo cual son reconocidos como hombres especialmente responsables y capacitados, con toda la carga de profundidad que supone dicho reconocimiento a la hora de alcanzar el liderazgo en una sociedad tan superficial como la de hoy.
Ese n¨²cleo inmutable de la masculinidad se adapta a los nuevos tiempos desde los viejos planteamientos del machismo, y es el que permite asociar capacidad, racionalidad, inteligencia, poder, criterio, liderazgo o fuerza a la condici¨®n masculina, para que luego sea uno de ellos (un hombre), el considerado como la persona m¨¢s adecuada para resolver los problemas que surgen en esas sociedades. Problemas, por cierto, en gran medida provocados y precipitados por su propio modelo de convivencia basado en la desigualdad y el abuso del poder. De manera que cuando se presenta la zozobra, aquellos hombres que muestran un plumaje masculino m¨¢s variado e intenso son los que tienen mayor probabilidad de ser elegidos gracias a sus gestos y actitudes, no a la demostraci¨®n o constataci¨®n de sus capacidades, experiencia o conocimiento.
Es el juego de ese ¡°eterno masculino¡± nunca reconocido como tal, a diferencia del femenino, y h¨¢bilmente ocultado para poder adaptarlo o matizarlo con facilidad cuando sea necesario. La idea de ¡°eterno femenino¡± aparece como un arquetipo que ensalza e idealiza la esencia de lo que significa ser mujer, y se hizo especialmente popular a trav¨¦s de Goethe y Nietzsche, aunque con diferente sentido. El concepto destacaba como esencia femenina caracter¨ªsticas como la delicadeza, la modestia, la gracia, la castidad, la afabilidad¡ Y, por tanto, reconoc¨ªa como ¡°buenas mujeres¡± a aquellas que las desarrollaban y aplicaban en la pr¨¢ctica. La cultura machista no se ha detenido en esa referencia, y ha fijado ese ¡°eterno masculino¡± en aquellos elementos propios de los hombres que los hacen ¡°m¨¢s hombres¡± cuando se presentan de manera m¨¢s marcada.
El ascenso hasta posiciones de liderazgo de pol¨ªticos como los antes nombrados o cualquier l¨ªder de la ultraderecha y algunos de la derecha, no est¨¢ basado en la demostraci¨®n de su capacidad ni en la b¨²squeda de un proyecto com¨²n, sino en la contundencia con la que presentan sus propuestas y en la inflexibilidad respecto a otras alternativas. Todo ello acompa?ado de la culpabilizaci¨®n de la parte de la sociedad, incluyendo a sus l¨ªderes, que no son como ellos ni comparten sus ideas, valores y creencias.
Se trata de una estrategia que forma parte de un planteamiento identitario bajo una doble referencia. Por un lado, crea un sentido de pertenencia en el propio grupo a partir de esas ideas; y por otro, se trata de ideas que se levantan sobre la construcci¨®n previa de unas identidades sociales basadas en la condici¨®n de las personas, y en la consideraci¨®n de que unas personas ocupan un estatus superior respecto a otras (hombres sobre mujeres, nacionales sobre extranjeros, heterosexuales sobre homosexuales, blancos sobre otros grupos ¨¦tnicos¡). De esa manera consiguen aglutinar a una parte importante de la sociedad bajo la idea de ¡°lo nuestro primero¡±, para hacer entender a nivel individual que ¡°lo m¨ªo es primero¡±.
El an¨¢lisis de toda esta estrategia identitaria, individualista, materialista, basada en la inmediatez y machista nos muestra dos espacios y fases. Por una parte juega con los valores que ya existen en una sociedad que comparte como propias esas caracter¨ªsticas impuestas por la cultura que la define, lo cual hace que sea f¨¢cil utilizar las circunstancias de cada contexto y los instrumentos existentes, para que estos hombres puedan ser elegidos con el objeto de imponer unas ideas m¨¢s o menos arm¨®nicas con las referencias sociales.
Pero por otra parte, y esto es lo que m¨¢s sorprende, para que se produzca esa elecci¨®n a nivel social de esos hombres, es necesario que antes hayan llegado a las posiciones para ser elegidos dentro del ¨¢mbito interno de su partido o estructura correspondiente. ?En un partido como el Republicano de EE UU, con toda su tradici¨®n y dimensi¨®n, no hab¨ªa ning¨²n candidato mejor que Trump para ser presentado a las elecciones? ?Y dentro de los conservadores brit¨¢nicos, con toda su historia y miembros, no hab¨ªa ninguna otra persona diferente de Johnson para sustituir a Theresa May?
Que est¨¦n Trump o Johnson, o cualquiera de los l¨ªderes populistas, para ser elegidos, significa que los valores que representan y la imagen que dan al reivindicarlos en las formas en que lo hacen, reflejan el ¡°eterno masculino¡± creado por la cultura del machismo, y que dicha imagen, al ser estructural, atraviesa todos los espacios (social, pol¨ªtico, medi¨¢tico, institucional¡) y permite que sean reconocidos como ¡°hombres id¨®neos¡± a la hora de resolver los problemas definidos.
Todo es parte de la falacia cultural. La eternidad del machismo ya tiene l¨ªmite, por eso buscan una pr¨®rroga en este retroceso que plantean ahora por medio de una estrategia basada en la imposici¨®n, la inflexibilidad, la fuerza, la racionalidad ¡°masculina¡±, el poder, la culpabilizaci¨®n. Y en atacar a la igualdad. Si no supieran que han perdido su alianza con el tiempo no intentar¨ªan recuperarla.
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