El timo de la tercera Espa?a
Cuando una sociedad democr¨¢tica se rompe es imposible quedarse en medio; mejor dicho, es posible ¡ªla cobard¨ªa obra milagros¡ª, pero es un error.
NO S? DE QUI?N fue la idea, pero ahora mismo goza de un cr¨¦dito cada vez mayor. La idea es m¨¢s o menos ¨¦sta: en la Guerra Civil ninguna de las dos Espa?as ten¨ªa raz¨®n, porque ambas ¡ªla republicana y la franquista¡ª cometieron atrocidades sin cuento; la raz¨®n la ten¨ªa la tercera Espa?a: aquella que, como los dos bandos eran igual de malos, se declar¨® neutral. En esa inhibici¨®n, en esa equidistancia entre violencias opuestas se halla el germen de la Espa?a de hoy, cuya democracia ha logrado superar la lucha fratricida entre extremos inconciliables, y esa es la herencia que hay que reclamar.
?Tiene esto sentido? Recapitulemos. En 1931 se instaur¨® en Espa?a una democracia en forma de Rep¨²blica que un lustro despu¨¦s fue v¨ªctima de un golpe de estado que provoc¨® tres a?os de guerra y 40 de dictadura. Es verdad que, en 1936, la Rep¨²blica era una democracia pobre y fr¨¢gil, muy imperfecta ¡ªmucho m¨¢s, desde luego, que la democracia actual¡ª; pero era una democracia, as¨ª que, al menos para nosotros, afortunados ciudadanos de una democracia, no puede caber la menor duda de qui¨¦n ten¨ªa la raz¨®n pol¨ªtica en la guerra: quienes defendieron la democracia, no quienes la atacaron. Claro est¨¢ que ni mucho menos todos los que pelearon por la Rep¨²blica cre¨ªan en la democracia, pero el caso es que pelearon por ella; claro est¨¢ que los republicanos tambi¨¦n cometieron atrocidades, pero el caso es que defend¨ªan el Gobierno leg¨ªtimo de la Rep¨²blica. O dicho de otro modo: antes de 1936 la tercera Espa?a no s¨®lo era una posibilidad sino una urgencia (eso fue la Rep¨²blica: un intento, tan torpe como se quiera, de forjar un lugar de convivencia pac¨ªfico para las llamadas dos Espa?as); pero a partir de 1936, cuando la democracia fue atacada y el pa¨ªs se parti¨® por la mitad, la tercera Espa?a se convirti¨® en una ficci¨®n, en una fantas¨ªa, en un timo (y, en la pr¨¢ctica, en un respaldo a la Espa?a de Franco). Es lo que ocurre siempre en situaciones extremas.?En la II Guerra Mundial los aliados cometieron muchas atrocidades, pero ni Hiroshima ni los bombardeos de las ciudades alemanas autorizan a decir que los nazis y los Aliados eran igual de malos, y que quienes ten¨ªan raz¨®n eran los neutrales. Tambi¨¦n cometieron graves errores los Gobiernos que lucharon contra ETA, igual que el que se enfrent¨® a la intentona separatista catalana de 2017, pero eran ellos, que pose¨ªan la legitimidad democr¨¢tica, quienes ten¨ªan raz¨®n, y no quienes se inhibieron, equidistantes entre los que defend¨ªan la democracia y los que, con muertos o sin muertos, intentaron acabar con ella. George Orwell, que luch¨® por la II Rep¨²blica y denunci¨® sus atrocidades, lo dijo as¨ª: ¡°Cuando se piensa en la crueldad, miseria e inutilidad de la guerra (¡) siempre es una tentaci¨®n decir: ¡®Los dos bandos son igual de malos; me declaro neutral¡¯. En la pr¨¢ctica, sin embargo, no se puede ser neutral, y dif¨ªcilmente se encontrar¨¢ una guerra en la que carezca de importancia qui¨¦n resulte vencedor, pues un bando casi siempre tiende a apostar por el progreso, mientras que el otro es m¨¢s o menos reaccionario. El odio que la Rep¨²blica espa?ola suscit¨® en los millonarios, los duques, los cardenales, los se?oritos, los espadones y dem¨¢s bastar¨ªa por s¨ª solo para saber lo que se coc¨ªa. En esencia fue una guerra de clases. Si se hubiera ganado, se habr¨ªa fortalecido la causa de la gente corriente; pero se perdi¨®, y los potentados de todo el mundo se frotaron las manos. Esa es la cuesti¨®n de fondo; todo lo dem¨¢s es apenas espuma en la superficie¡±.
Claro que es la cuesti¨®n, y por eso la democracia ?actual debe reclamar la herencia de la II Rep¨²blica. Cuando una sociedad democr¨¢tica se rompe es imposible quedarse en medio; mejor dicho, es posible ¡ªporque la cobard¨ªa obra milagros¡ª, pero es un error: o se est¨¢ con la democracia, por imperfecta que sea, o se est¨¢ contra ella. Por supuesto, hay que evitar que una sociedad se rompa; pero, si eso ocurre, no queda m¨¢s remedio que hacer lo que hizo Antonio Machado, que defendi¨® la II Rep¨²blica hasta el final, y que escribi¨®: ¡°Es m¨¢s dif¨ªcil estar a la altura de las circunstancias que au-dessus de la m¨ºl¨¦e¡±.?
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