Al l¨ªmite
Es preferible que sea el Congreso el que ponga fin a una legislatura fallida
Este lunes dar¨¢ comienzo la segunda ronda de contactos convocada por el jefe del Estado a fin de comprobar si existe alg¨²n candidato a la presidencia del Gobierno cuya investidura pueda prosperar. La exasperante incapacidad de los partidos para alcanzar un acuerdo desde el pasado 28 de abril, fecha en la que tuvieron lugar las elecciones, amenaza con reducir estos encuentros que podr¨ªan resultar decisivos a un nuevo escenario para la representaci¨®n propagand¨ªstica o a un inane formalismo, previo a una llamada a las urnas que todos los partidos dicen lamentar pero que ninguno se esfuerza por evitar. No es f¨¢cil juzgar si los l¨ªderes responsables de esta situaci¨®n minusvaloran la sensaci¨®n de desprecio a la voluntad popular que transmiten, o, por el contrario, y aun siendo conscientes de ella, se proponen convertirla en una imp¨²dica baza electoral, intentando instrumentalizarla contra sus rivales.
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El ejercicio de se?alarse unos a otros con el que han perdido el tiempo durante cinco meses ya no enga?a a nadie, sino que los desenmascara a todos. M¨¢xime cuando la intenci¨®n apenas disimulada con la que acuden a la cita con el jefe del Estado es convertirlo en simple notario de una verdad a medias: la inviabilidad de la legislatura que Felipe VI podr¨ªa verse obligado a certificar el pr¨®ximo martes no es a¨²n inevitable ni responde a ninguna deficiencia del sistema pol¨ªtico, sino a la pol¨ªtica desarrollada en el sistema. Despu¨¦s de la interminable escenificaci¨®n propagand¨ªstica ofrecida por los partidos, el pa¨ªs no solo sigue privado de un Gobierno capacitado para ofrecer soluciones, sino tambi¨¦n de un diagn¨®stico pol¨ªtico que haga expl¨ªcitos los problemas m¨¢s graves e impostergables.
Nada indica que la l¨®gica anticipadamente electoral que ha guiado los movimientos de los grupos parlamentarios durante unas inexistentes negociaciones para la formaci¨®n de Gobierno vaya a cesar durante la ronda de contactos. El l¨ªder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha recurrido sin escr¨²pulos a ella al solicitar que, desbordando sus funciones constitucionales, el Rey intervenga ante el Partido Socialista para que se avenga al Gobierno de coalici¨®n que ¨¦l mismo hizo inviable en julio. Falta por saber, adem¨¢s, si el Partido Popular ha reconsiderado o no la estrategia insinuada este verano, y despu¨¦s herm¨¦ticamente silenciada, de presentar a su l¨ªder a una investidura que sabe fallida de antemano, pero con la que devolver¨ªa al socialista Pedro S¨¢nchez la petici¨®n de abstenci¨®n que ¨¦sta ha venido dirigiendo al Partido Popular y Ciudadanos. Por su parte, esta ¨²ltima fuerza vaga a la b¨²squeda de un inalcanzable norte en la derecha, y el Partido Socialista, el ¨²nico en condiciones de articular una mayor¨ªa suficiente, se debate entre dar cr¨¦dito o no a las encuestas que le son favorables.
Las alternativas para evitar la repetici¨®n electoral ante esta realidad llevada deliberadamente al l¨ªmite son restringidas y frustrantes, puesto que obligan a renunciar casi por completo a exigencias tan elementales como contar con un Gobierno que gobierne y un programa para cuatro a?os tras unas elecciones. Pero siguen siendo alternativas, sobre las que es preciso pronunciarse. Entre que sea el Rey quien tenga que poner fin a la legislatura por no haber candidato, o que sea el Congreso tras el fracaso de otro intento de investidura, en el que los representantes de los grupos politicos se hayan visto obligados a dar explicaciones parlamentarias, es preferible esto ¨²ltimo. E igual de inequ¨ªvoca ser¨ªa la opci¨®n entre abordar el Brexit, la sentencia contra los l¨ªderes independentistas catalanes y la eventualidad de una nueva recesi¨®n econ¨®mica con un Gobierno d¨¦bil o hacerlo inmersos en una campa?a electoral.
De los l¨ªderes que se suceder¨¢n durante los pr¨®ximos dos d¨ªas en el despacho del jefe del Estado, y solo de ellos, depende frustrar o no estas ¨²ltimas esperanzas. No son ni desmesuradas ni quim¨¦ricas, sino que solo se cifran en resignarse a lo malo para no arriesgarse a lo peor.
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