La est¨¦ril y morbosa impaciencia del clan Bolsonaro
Si Brasil necesita resucitar de su letargo y de los atropellos sufridos, solo ser¨¢ posible empezando por respetar lo ya conquistado, a veces, con tanto dolor y tantos tropiezos
A veces, el presidente Bolsonaro y sus v¨¢stagos me recuerdan un s¨ªndrome que un psiquiatra hab¨ªa descubierto en un ni?o. El peque?o no soportaba esperar a que una de rosa abriese naturalmente sus p¨¦talos para mostrar toda su belleza. De rabia, lo destru¨ªa con sus manos antes de darle tiempo a abrirse. Imagino que un d¨ªa el ni?o se curar¨ªa de aquella locura, pues de lo contrario acabar¨ªa destruy¨¦ndose a s¨ª mismo como despedaz¨® la rosa a la que no le dio el tiempo de nacer.
Si algo distinguir¨¢ un d¨ªa al lulismo y al dilmismo del reci¨¦n nacido bolsonarismo, es que este ha nacido contra la naturaleza, sin respetar el tiempo de gestaci¨®n. El bolsonarismo,?adem¨¢s, lo constituye no solo un l¨ªder, sino que sobre ¨¦l recae la fuerza o la debilidad de todo un clan familiar.
Hoy Brasil y su forma de gobierno se parecen m¨¢s a una dinast¨ªa imperial o a una familia real que a una democracia representativa. No existe solo un presidente que organiza y cuida de la naci¨®n, sino un grupo familiar aguerrido, en cuyas manos se mueve, lo quiera o no, aunque sabemos que lo quiere, el ex capit¨¢n del Ej¨¦rcito, Jair Bolsonaro.
A veces incluso parece que los que toman las ¨²ltimas decisiones son sus familiares, sus tres hijos: Carlos, el concejal; Eduardo, el diputado federal, y Fl¨¢vio, el senador. Y es posible que tambi¨¦n, aunque en silencio, su propia esposa, Michelle, aunque es notorio que Bolsonaro no cree excesivamente en la inteligencia y competencia de las mujeres. El mandatario ha defendido que deben ganar menos que los hombres.
Estamos, por ello, ante una forma at¨ªpica de gobernar que apenas ha iniciado su recorrido, y ya se revela atropellado, impaciente, intolerante, de dije y no dije y de vuelta atr¨¢s de afirmaciones graves. Todo ello es doblemente peligroso porque acaba siendo paralizante. Bolsonaro y la forma de gobierno que intenta imponer su clan, est¨¢ convencido y como ha verbalizado en p¨²blico hace poco Carlos, el hijo m¨¢s arrojado del clan, es que ¡°la transformaci¨®n que Brasil quiere no suceder¨¢ por v¨ªas democr¨¢ticas¡±. ?Entonces por cu¨¢les?
La afirmaci¨®n, la m¨¢s grave publicada hasta ahora desde los tiempos de la dictadura militar, ha sido largamente examinada, juzgada y condenada por las fuerzas democr¨¢ticas del pa¨ªs. Sin embargo, es necesario insistir en ello porque Brasil, seg¨²n los analistas nacionales e internacionales, est¨¢ viviendo uno de sus momentos m¨¢s inciertos pol¨ªtica y econ¨®micamente desde hace decenios. Podr¨ªa irse deshilachando su a¨²n fr¨¢gil democracia, atropellada por los caballos de la prisa.
Es una ¨¦poca en la que se quiere negar la esencia misma del brasile?o, que no es cultor de la prisa, del atropello, sino del ritmo lento de la naturaleza que lo envuelve y ha forjado su identidad. He llamado est¨¦ril al bolsonarismo que est¨¢ naciendo y asusta ya fuera de sus fronteras porque nunca la impaciencia ha sido maestra de la construcci¨®n de un pueblo. El bolsonarismo que se intenta imponer a este pa¨ªs, que arrastra problemas graves que nunca fueron resueltos del todo, no es un laboratorio de reconstrucci¨®n social, espiritual y cultural de un pueblo en el que los marginados, que fueron siempre la mayor¨ªa, deber¨ªan tener prisa en salir de su infierno.
Y, triste paradoja, es justamente la impaciencia de quienes han llegado hoy al poder la que puede exasperar a¨²n m¨¢s profundamente el dolor at¨¢vico de los excluidos del banquete de los privilegiados que se constituyeron como due?os del pa¨ªs. Y he adjetivado de morbosa esta impaciencia bolsonariana porque seg¨²n el diccionario se trata de algo ¡°que se siente atra¨ªdo obsesivamente por lo desagradable, lo cruel, lo prohibido y exhibe una obsesi¨®n enfermiza por la muerte¡±.
Y eso porque la prisa y la impaciencia atropellan cualquier posibilidad de devolver riqueza y dignidad a quienes de ello fueron forzosamente excluidos. Si algo no necesitaba Brasil, herencia del lulismo y del dilmismo con sus luces y sus sombras, es el galope de un caballo desbocado que va destruyendo todo lo que encuentra a su paso.
El bolsonarismo y su clan ser¨¢n vistos un d¨ªa como la experiencia m¨¢s desastrosa que Brasil necesitaba en el momento en que el mundo entero amenaza con destruir las conquistas de civilizaci¨®n y libertades que con tanto dolor y a veces tanta sangre se hab¨ªan conquistado.
Esa impaciencia est¨¦ril de Bolsonaro es tan grande y peligrosa que a¨²n no sabemos a qu¨¦ vino fuera de su programa de discriminar a los diferentes y a poner en tela de juicio los valores democr¨¢ticos. Y el presidente ya est¨¢ pr¨¢cticamente empe?ado en alma y cuerpo en disputar las elecciones del 2022, contradiciendo sus promesas de campa?a de que acabar¨ªa con la reelecci¨®n en un pa¨ªs donde parecen gobernar siempre los mismos.
Lo que parece identificar al bolsonarismo del militar retirado es la prisa en ver, en su expresi¨®n reci¨¦n nombrado presidente, en ¡°deconstruir¡± al pa¨ªs m¨¢s que ayudar a mejorarlo con la ayuda de todos. Parecen interesarle m¨¢s los escombros que va creando en su af¨¢n demoledor de los principios del respeto a las diferencias de pensamiento, de credo y de forma de querer vivir, que el de mejorar lo ya construido y devolver la justicia negada a los que nunca pudieron sentarse en la mesa de los satisfechos.
La impaciencia de Bolsonaro, su deseo de querer crear un Brasil a la imagen de su prisa y su impaciencia iconoclasta, parece m¨¢s bien un reflejo del simbolismo de las armas que ¨¦l tanto ama y cuya imagen de ellas disparando hizo siempre el signo tr¨¢gico de los gestos de sus manos.
S¨ª, las armas tienen prisa, son impacientes. Cuanto m¨¢s r¨¢pidas y certeras mejor porque su misi¨®n es matar, destruir, m¨¢s que salvar. R¨¢pidas, como le gusta al gobernador de Rio, Wilson Witzel, cuando dice que el polic¨ªa debe disparar ¡±a la cabecita¡±, Y esa prisa de la p¨®lvora parece haber contagiado al hoy presidente de este imperio que es Brasil, cantera de miles de experiencias de vida y de superaci¨®n m¨¢s que de muerte. De muerte le bastan ya los ¨ªndices anuales de 60.000 homicidios, las mujeres asesinadas o estupradas cada d¨ªa a mano de los hombres. Los brasile?os quieren hoy que alguien les hable m¨¢s de vida que de muerte, de esperanza que de intemperancias.
Toda experiencia pol¨ªtica engendrada en el caldo de cultivo de la impaciencia y de la destrucci¨®n es contra la naturaleza que solo se descompone cuando la agobia la prisa. Todo lo que nace en nuestro planeta lleva el sello de la paciencia, de la reflexi¨®n, del saber esperar y escuchar las leyes que la rigen desde el inicio del universo.
El ejemplo de que lo mejor que nace en el mundo necesita respetar el tiempo de gestaci¨®n es la vida. La nuestra y la de toda la naturaleza. Todo necesita un tiempo para crecer y madurar. El ser humano podr¨ªa ser concebido y nacer al instante. No act¨²a as¨ª. El feto se va gestando en el silencio y en la espera. Y as¨ª es todo, nacemos llorando, como sintiendo a¨²n el peso de lo inacabado.
Esta reflexi¨®n me ha hecho recordar una de mis experiencias m¨¢s dif¨ªciles como periodista y entrevistador en Italia. Fue con el entonces famoso director y creador de un estilo nuevo de cine, Federico Fellini, autor de obras inmortales como Roma o La dolce vita. El genio era t¨ªmido como un adolescente. Y no le gustaba ser entrevistado. Llegaba a decir que ¨¦l ¡°no exist¨ªa¡±, que lo hab¨ªamos creado los periodistas. Una ma?ana, sin embargo, acab¨® cit¨¢ndome para una entrevista ¡°r¨¢pida¡±, me dijo.
Ya a la primera pregunta me desmont¨®. Yo quer¨ªa saber c¨®mo le surg¨ªan los t¨ªtulos de sus filmes. ?l, para sentirse m¨¢s seguro, iba siempre pertrechado con una bufanda de lana, fuera invierno o verano y con un sombrero de fieltro. Y durante la entrevista ten¨ªa delante de sus ojos unos folios de papel en blanco en los que, para distraerse y no mirarte, iba garabateando. Me contar¨ªa despu¨¦s que su primer amor hab¨ªa sido dibujar tebeos.
Mi pregunta le pareci¨® tonta. Tard¨® en responder. Tras unos segundos de reflexi¨®n me dijo que no hay milagros en las cosas que hacemos. Que todo tiene su tiempo y su ritmo. "Yo empiezo", explic¨®, "a trabajar en un filme, me van llegando las ideas, las voy plasmando en im¨¢genes y como sucede en el milagro de un parto, el t¨ªtulo se va formando en mi mente, creciendo hasta que nace solo".
Es la diferencia entre la prisa de la impaciencia morbosa y la sabidur¨ªa lenta de la naturaleza, que no atropella, que sabe esperar hasta estar madura. Fue una experiencia que nunca olvid¨¦ y que hoy a mis a?os, me confirma que todo lo que es hijo de la prisa in¨²til y de los atropellos y violencia es infecundo y mortal.
Soy cr¨ªtico con el bolsonarismo como ya lo fui con otros ismos, algunos de los cuales sufr¨ª personalmente y que suelen ser fruto m¨¢s del populismo y de la prisa est¨¦ril que de la sabidur¨ªa que sabe usar la paciencia m¨¢s que el atropello de las armas.
Si Brasil, como dicen, necesita resucitar de su letargo y de los atropellos sufridos en el pasado, solo ser¨¢ posible, m¨¢s que destruyendo, empezando por respetar lo ya conquistado, a veces, con tanto dolor y tantos tropiezos. Sin prisas est¨¦riles o morbosas. Y sin atajos de muerte.
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