Avance de la nueva novela de Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa regresa con ¡®Tiempos recios¡¯, su reconstrucci¨®n del golpe militar en Guatemala auspiciado por Estados Unidos. As¨ª arranca la nueva obra del Nobel peruano
AUNQUE DESCONOCIDOS del gran p¨²blico y pese a figurar de manera muy poco ostentosa en los libros de historia, probablemente las dos personas m¨¢s influyentes en el destino de Guatemala y, en cierta forma, de toda Centroam¨¦rica en el siglo xx fueron Edward L. Bernays y Sam Zemurray, dos personajes que no pod¨ªan ser m¨¢s distintos uno del otro por su origen, temperamento y vocaci¨®n.
Zemurray hab¨ªa nacido en 1877, no lejos del Mar Negro y, como era jud¨ªo en una ¨¦poca de terribles pogromos en los territorios rusos, huy¨® a Estados Unidos, donde lleg¨® antes de cumplir quince a?os de la mano de una t¨ªa. Se refugiaron en casa de unos parientes en Selma, Alabama. Edward L. Bernays pertenec¨ªa tambi¨¦n a una familia de emigrantes jud¨ªos pero de alto nivel social y econ¨®mico y ten¨ªa a un ilustre personaje en la familia: su t¨ªo Sigmund Freud. Aparte de ser ambos jud¨ªos, aunque no demasiado practicantes de su religi¨®n, eran muy diferentes. Edward L. Bernays se jactaba de ser algo as¨ª como el Padre de las Relaciones P¨²blicas, una especialidad que, si no hab¨ªa inventado, ¨¦l llevar¨ªa (a costa de Guatemala) a unas alturas inesperadas, hasta convertirla en la principal arma pol¨ªtica, social y econ¨®mica del siglo xx. Esto s¨ª llegar¨ªa a ser cierto, aunque su egolatr¨ªa lo impulsara a veces a exageraciones patol¨®gicas. Su primer encuentro hab¨ªa tenido lugar en 1948, el a?o en que comenzaron a trabajar juntos. Sam Zemurray le hab¨ªa pedido una cita y Bernays lo recibi¨® en el peque?o despacho que ten¨ªa entonces en el coraz¨®n de Manhattan. Probablemente ese hombr¨®n enorme y mal vestido, sin corbata, sin afeitarse, con una casaca descolorida y botines de campo, de entrada impresion¨® muy poco al Bernays de trajes elegantes, cuidadoso hablar, perfumes Yardley y maneras aristocr¨¢ticas.
¡ªTrat¨¦ de leer su libro Propaganda y no entend¨ª gran cosa ¡ªle dijo Zemurray al publicista como presentaci¨®n. Hablaba un ingl¨¦s dificultoso, como dudando de cada palabra.
¡ªSin embargo, est¨¢ escrito en un lenguaje muy simple, al alcance de cualquier persona alfabetizada ¡ªle perdon¨® la vida Bernays.
¡ªEs posible que sea falta m¨ªa ¡ªreconoci¨® el hombr¨®n, sin incomodarse lo m¨¢s m¨ªnimo¡ª. La verdad, no soy nada lector. Apenas pas¨¦ por la escuela en mi ni?ez all¨¢ en Rusia y nunca aprend¨ª del todo el ingl¨¦s, como estar¨¢ usted comprobando. Y es peor cuando escribo cartas, todas salen llenas de faltas de ortograf¨ªa. Me interesa m¨¢s la acci¨®n que la vida intelectual.
¡ªBueno, si es as¨ª, no s¨¦ en qu¨¦ podr¨ªa servirlo, se?or Zemurray ¡ªdijo Bernays, haciendo el simulacro de levantarse.
¡ªNo le har¨¦ perder mucho tiempo ¡ªlo ataj¨® el otro¡ª. Dirijo una compa?¨ªa que trae bananos de Am¨¦rica Central a los Estados Unidos.
¡ª?La United Fruit? ¡ªpregunt¨® Bernays, sorprendido, examinando con m¨¢s inter¨¦s a su desastrado visitante.
¡ªAl parecer, tenemos muy mala fama tanto en los Estados Unidos como en toda Centroam¨¦rica, es decir, los pa¨ªses en los que operamos ¡ª?continu¨® Zemurray, encogiendo los hombros¡ª. Y, por lo visto, usted es la persona que podr¨ªa arreglar eso. Vengo a contratarlo para que sea director de relaciones p¨²blicas de la empresa. En fin, p¨®ngase usted mismo el t¨ªtulo que m¨¢s le guste. Y, para ganar tiempo, f¨ªjese tambi¨¦n el sueldo.
La United Fruit produc¨ªa m¨¢s d¨®lares que?la mayor¨ªa de empresas de Estados Unidos
As¨ª hab¨ªa comenzado la relaci¨®n entre estos dos hombres dis¨ªmiles, el refinado publicista que se cre¨ªa un acad¨¦mico y un intelectual, y el rudo Sam Zemurray, hombre que se hab¨ªa hecho a s¨ª mismo, empresario aventurero que, empezando con unos ahorros de ciento cincuenta d¨®lares, hab¨ªa levantado una compa?¨ªa que ¡ªaunque su apariencia no lo delatara¡ª lo hab¨ªa convertido en millonario. No hab¨ªa inventado el banano, desde luego, pero gracias a ¨¦l en Estados Unidos, donde antes muy poca gente hab¨ªa comido esa fruta ex¨®tica, ahora formaba parte de la dieta de millones de norteamericanos y comenzaba tambi¨¦n a popularizarse en Europa y otras regiones del mundo. ?C¨®mo lo hab¨ªa conseguido? Era dif¨ªcil saberlo con objetividad, porque la vida de Sam Zemurray se confund¨ªa con las leyendas y los mitos. Este empresario primitivo parec¨ªa m¨¢s salido de un libro de aventuras que del mundo industrial estadounidense. Y ¨¦l, que, a diferencia de Bernays, era todo menos vanidoso, no sol¨ªa hablar nunca de su vida.
A lo largo de sus viajes, Zemurray hab¨ªa descubierto el banano en las selvas de Centroam¨¦rica y, con una intuici¨®n feliz del provecho comercial que pod¨ªa sacar de aquella fruta, comenz¨® a llevarla en lanchas a Nueva Orleans y otras ciudades norteamericanas. Desde el principio tuvo mucha aceptaci¨®n. Tanta que la creciente demanda lo llev¨® a convertirse de mero comerciante en agricultor y productor internacional de bananos. ?se hab¨ªa sido el comienzo de la United Fruit, una compa?¨ªa que, a principio de los a?os cincuenta, extend¨ªa sus redes por Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Colombia y varias islas del Caribe, y produc¨ªa m¨¢s d¨®lares que la inmensa mayor¨ªa de las empresas de Estados Unidos e, incluso, del resto del mundo. Este imperio era, sin duda, la obra de un hombre solo: Sam Zemurray. Ahora muchos cientos de personas depend¨ªan de ¨¦l.
Para ello hab¨ªa trabajado de sol a sol y de luna a luna, viajando por toda Centroam¨¦rica y el Caribe en condiciones heroicas, disput¨¢ndose el terreno con otros aventureros como ¨¦l a punta de pistola y a cuchillazos, durmiendo en pleno campo cientos de veces, devorado por los mosquitos y contrayendo fiebres pal¨²dicas que lo martirizaban de tanto en tanto, sobornando a autoridades y enga?ando a campesinos e ind¨ªgenas ignorantes, y negociando con dictadores corruptos gracias a los cuales ¡ªaprovechando su codicia o estupidez¡ª hab¨ªa ido adquiriendo propiedades que ahora sumaban m¨¢s hect¨¢reas que un pa¨ªs europeo de buena contextura, creando miles de puestos de trabajo, tendiendo v¨ªas f¨¦rreas, abriendo puertos y conectando la barbarie con la civilizaci¨®n. Esto era al menos lo que Sam Zemurray dec¨ªa cuando deb¨ªa defenderse de los ataques que recib¨ªa la United Fruit ¡ªllamada la Frutera y apodada el Pulpo en toda Centroam¨¦rica¡ª, y no s¨®lo por gentes envidiosas, sino por los propios competidores norteamericanos, a los que, en verdad, nunca hab¨ªa permitido rivalizar con ella en buena lid, en una regi¨®n donde ejerc¨ªa un monopolio tir¨¢nico en lo que concern¨ªa a la producci¨®n y comercializaci¨®n del banano. Para ello, por ejemplo, en Guatemala se hab¨ªa asegurado el control absoluto del ¨²nico puerto que ten¨ªa el pa¨ªs en el Caribe ¡ªPuerto Barrios¡ª, de la electricidad y del ferrocarril que cruzaba de un oc¨¦ano al otro y pertenec¨ªa tambi¨¦n a su compa?¨ªa.
Las relaciones de Bernays ayudaron a derrocar?al supuesto gobierno comunista guatemalteco
Pese a ser las ant¨ªpodas, formaron un buen equipo. Bernays ayud¨® much¨ªsimo, sin duda, a mejorar la imagen de la compa?¨ªa en los Estados Unidos, a volverla presentable ante los altos c¨ªrculos pol¨ªticos de Washington y a vincularla a los millonarios (que se ufanaban de ser arist¨®cratas) en Boston. Hab¨ªa llegado a la publicidad de manera indirecta, gracias a sus buenas relaciones con toda clase de gente, pero sobre todo diplom¨¢ticos, pol¨ªticos, due?os de peri¨®dicos, radios y canales de televisi¨®n, empresarios y banqueros de ¨¦xito. Era un hombre inteligente, simp¨¢tico, muy trabajador, y uno de sus primeros logros consisti¨® en organizar la gira por los Estados Unidos de Caruso, el c¨¦lebre cantante italiano. Su modo de ser abierto y refinado, su cultura, sus maneras accesibles ca¨ªan bien a la gente, pues daba la sensaci¨®n de ser m¨¢s importante e influyente de lo que lo era en verdad. La publicidad y las relaciones p¨²blicas exist¨ªan desde antes de que ¨¦l naciera, por supuesto, pero Bernays hab¨ªa elevado ese quehacer, que todas las compa?¨ªas usaban pero consideraban menor, a una disciplina intelectual de alto nivel, como parte de la sociolog¨ªa, la econom¨ªa y la pol¨ªtica. Daba conferencias y clases en prestigiosas universidades, publicaba art¨ªculos y libros, presentando su profesi¨®n como la m¨¢s representativa del siglo xx, sin¨®nimo de la modernidad y el progreso. En su libro Propaganda (1928) hab¨ªa escrito esta frase prof¨¦tica por la que, en cierto modo, pasar¨ªa a la posteridad: ¡°La consciente e inteligente manipulaci¨®n de los h¨¢bitos organizados y las opiniones de las masas es un elemento importante de la sociedad democr¨¢tica. Quienes manipulan este desconocido mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder en nuestro pa¨ªs¡ La inteligente minor¨ªa necesita hacer uso continuo y sistem¨¢tico de la propaganda¡±. Esta tesis, que algunos cr¨ªticos hab¨ªan considerado la negaci¨®n misma de la democracia, tendr¨ªa ocasi¨®n Bernays de aplicarla con mucha eficacia en el caso de Guatemala una d¨¦cada despu¨¦s de comenzar a trabajar como asesor publicitario para la United Fruit.
Su asesor¨ªa contribuy¨® mucho a adecentar la imagen de la compa?¨ªa y asegurarle apoyos e influencia en el mundo pol¨ªtico. El Pulpo jam¨¢s se hab¨ªa preocupado de presentar su notable labor industrial y comercial co?mo algo que beneficiaba a la sociedad en general y, en especial, a los ¡°pa¨ªses b¨¢rbaros¡± en los que operaba y a los que ¡ªseg¨²n la definici¨®n de Bernays¡ª estaba ayudando a salir del salvajismo, creando puestos de trabajo para miles de ciudadanos a quienes de este modo elevaba los niveles de vida e integraba a la modernidad, al progreso, al siglo xx, a la civilizaci¨®n. Bernays convenci¨® a Zemurray de que la compa?¨ªa construyera algunas escuelas en sus dominios, llevara sacerdotes cat¨®licos y pastores protestantes a las plantaciones, construyera enfermer¨ªas de primeros auxilios y otras obras de esta ¨ªndole, diera becas y bolsas de viaje para estudiantes y profesores, temas que publicitaba como una prueba fehaciente de la labor modernizadora que realizaba. A la vez, mediante una rigurosa planificaci¨®n, iba promocionando con ayuda de cient¨ªficos y t¨¦cnicos el consumo de banano en el desayuno y a todas horas del d¨ªa como algo indispensable para la salud y la formaci¨®n de ciudadanos sanos y deportivos. ?l fue quien trajo a los Estados Unidos a la cantante y bailarina brasile?a Carmen Miranda (la se?orita Chiquita Banana de los espect¨¢culos y las pel¨ªculas), que obtendr¨ªa enorme ¨¦xito con sus sombreros de racimos de pl¨¢tanos, y que en sus canciones promov¨ªa con extraordinaria eficacia esa fruta que, gracias a aquellos esfuerzos publicitarios, formaba parte ya de los hogares norteamericanos.
Bernays tambi¨¦n consigui¨® que la United Fruit se acercara ¡ªalgo que hasta entonces no se le hab¨ªa pasado por la cabeza a Sam Zemurray¡ª al mundo aristocr¨¢tico de Boston y a las esferas del poder pol¨ªtico. Los ricos m¨¢s ricos de Boston no s¨®lo ten¨ªan dinero y poder; ten¨ªan tambi¨¦n prejuicios y eran por lo general antisemitas, de modo que no fue f¨¢cil para Bernays conseguir por ejemplo que Henry Cabot Lodge aceptara formar parte del Directorio de la United Fruit, ni que los hermanos John Foster y Allen Dulles, miembros de la importante firma de abogados Sullivan & Cromwell de Nueva York, consintieran en ser apoderados de la empresa. Bernays sab¨ªa que el dinero abre todas las puertas y que ni siquiera los prejuicios raciales se le resisten, de modo que tambi¨¦n logr¨® esta vinculaci¨®n dif¨ªcil, luego de la llamada Revoluci¨®n de Octubre en la Guatemala de 1944, cuando la United Fruit comenz¨® a sentirse en peligro. Las ideas y relaciones de Bernays ser¨ªan util¨ªsimas para derrocar al supuesto ¡°gobierno comunista¡± guatemalteco y reemplazarlo por uno m¨¢s democr¨¢tico, es decir, m¨¢s d¨®cil a sus intereses.
Durante el periodo gubernamental de Juan Jos¨¦ Ar¨¦valo (1945-1950) comenzaron las alarmas. No porque el profesor Ar¨¦valo, que defend¨ªa un ¡°socialismo espiritual¡± confusamente idealista, se hubiera metido contra la United Fruit. Pero hizo aprobar una ley del trabajo que permit¨ªa a los obreros y campesinos formar sindicatos o afiliarse a ellos, algo que en los dominios de la compa?¨ªa no estaba permitido hasta entonces. Eso par¨® las orejas de Zemurray y de los otros directivos. En una sesi¨®n candente del Directorio, celebrada en Boston, se acord¨® que Edward L. Bernays viajara a Guatemala, evaluara la situaci¨®n y las perspectivas futuras y viera cu¨¢n peligrosas eran para la compa?¨ªa las cosas que estaban ocurriendo all¨ª con el primer gobierno en la historia de ese pa¨ªs salido de elecciones realmente libres.
¡°?Qu¨¦ haremos para convencer a esa prensa liberal que es mierda pura?¡±, pregunt¨® Zemurray
L. Bernays pas¨® dos semanas en Guatemala, instalado en el Hotel Panamerican, en el centro de la ciudad, a pocos pasos del Palacio de Gobierno. Entrevist¨®, vali¨¦ndose de traductores pues no hablaba espa?ol, a finqueros, militares, banqueros, parlamentarios, polic¨ªas, extranjeros avecindados en el pa¨ªs desde hac¨ªa a?os, l¨ªderes sindicales, periodistas, y, por supuesto, funcionarios de la embajada de Estados Unidos y dirigentes de la United Fruit. Aunque sufri¨® mucho por el calor y las picaduras de los mosquitos, cumpli¨® una buena tarea.
En una nueva reuni¨®n del Directorio en Boston expuso su impresi¨®n personal de lo que, a su juicio, ocurr¨ªa en Guatemala. Hizo su informe a base de notas, con la soltura de un buen profesional y sin pizca de cinismo:
¡°El peligro de que Guatemala se vuelva comunista y pase a ser una cabecera de playa para que la Uni¨®n Sovi¨¦tica se infiltre en Centroam¨¦rica y amenace el Canal de Panam¨¢ es remoto, y yo dir¨ªa que, por el momento, no existe¡±, les asegur¨®. ¡°Muy poca gente sabe en Guatemala qu¨¦ es el marxismo ni el comunismo, ni siquiera los cuatro gatos que se llaman comunistas y que crearon la Escuela Claridad para difundir ideas revolucionarias. Ese peligro es irreal, aunque nos conviene que se crea que existe, sobre todo en los Estados Unidos. El peligro verdadero es de otra ¨ªndole. He hablado con el Presidente Ar¨¦valo en persona y con sus colaboradores m¨¢s cercanos. ?l es tan anticomunista como ustedes y como yo mismo. Lo prueba que el Presidente y sus partidarios insistieran en que la nueva Constituci¨®n de Guatemala proh¨ªba la existencia de partidos pol¨ªticos que tengan conexiones internacionales, hayan declarado en repetidas ocasiones que ¡°el comunismo es el peligro mayor que enfrentan las democracias¡± y clausurado la Escuela Claridad y deportado a sus fundadores. Pero, por parad¨®jico que les parezca, su amor desmedido por la democracia representa una seria amenaza para la United Fruit. Esto, caballeros, es bueno saberlo, no decirlo¡±.
Sonri¨® y lanz¨® una mirada teatral sobre todos los miembros del Directorio, algunos de los cuales sonrieron educadamente. Luego de una breve pausa, Bernays continu¨®:
¡°Ar¨¦valo quisiera hacer de Guatemala una democracia, como los Estados Unidos, pa¨ªs que admira y tiene como modelo. Los so?adores suelen ser peligrosos, y en este sentido el doctor Ar¨¦valo lo es. Su proyecto no tiene la menor posibilidad de realizarse. ?C¨®mo se podr¨ªa convertir en una democracia moderna un pa¨ªs de tres millones de habitantes, el setenta por ciento de los cuales son indios analfabetos que apenas han salido del paganismo, o todav¨ªa siguen en ¨¦l, y donde por cada m¨¦dico debe de haber tres o cuatro chamanes? En el que, de otra parte, la minor¨ªa blanca, conformada por latifundistas racistas y explotadores, desprecia a los indios y los trata como a esclavos. Los militares con los que he hablado parecen tambi¨¦n vivir en pleno siglo xix y podr¨ªan dar un golpe en cualquier momento. El Presidente Ar¨¦valo ha sufrido varias rebeliones militares y conseguido aplastarlas. Ahora bien. Aunque sus esfuerzos para hacer de su pa¨ªs una democracia moderna me parecen in¨²tiles, todo avance que haga en ese campo, no nos enga?emos, ser¨ªa muy perjudicial para nosotros¡±.
¡°Se dan cuenta, ?no es cierto?¡±, prosigui¨®, luego de otra larga pausa que aprovech¨® para tomar unos sorbos de agua. ¡°Algunos ejemplos. Ar¨¦valo ha aprobado una ley del trabajo que permite constituir sindicatos en las empresas y haciendas, y autoriza a los trabajadores y campesinos a afiliarse a ellos. Y ha dictado una ley antimonop¨®lica, calcada de la que existe en los Estados Unidos. Ya imaginan lo que significar¨ªa para la United Fruit la aplicaci¨®n de semejante medida para garantizar la libre competencia: si no la ruina, una seria ca¨ªda de los beneficios. ?stos no resultan s¨®lo de la eficiencia con que trabajamos, los empe?os y gastos que hacemos para combatir las plagas, sanear los terrenos que ganamos a las selvas para producir m¨¢s banano. Tambi¨¦n del monopolio que aleja de nuestros territorios a posibles competidores y las condiciones realmente privilegiadas en que trabajamos, exonerados de impuestos, sin sindicatos y sin los riesgos y peligros que todo aquello trae consigo. El problema no es s¨®lo Guatemala, una parte peque?a de nuestro mundo operativo. Es el contagio a los dem¨¢s pa¨ªses centroamericanos y a Colombia si la idea de convertirse en ¡®democracias modernas¡¯ cundiera en ellos. La United Fruit tendr¨ªa que enfrentarse a sindicatos, a la competencia internacional, pagar impuestos, garantizar seguro m¨¦dico y jubilaci¨®n a los trabajadores y a sus familias, y ser objeto del odio y la envidia que ronda siempre en los pa¨ªses pobres a las empresas pr¨®speras y eficientes, y no se diga si son estadounidenses. El peligro, se?ores, es el mal ejemplo. No tanto el comunismo como la democratizaci¨®n de Guatemala. Aunque probablemente no llegue a materializarse, los avances que haga en esta direcci¨®n significar¨ªan para nosotros un retroceso y una p¨¦rdida¡±.
Se call¨® y pas¨® revista a las miradas desconcertadas o inquisitivas de los miembros del Directorio. Sam Zemurray, el ¨²nico que no llevaba corbata y desentonaba por su atuendo informal con los elegantes caballeros que compart¨ªan la larga mesa en la que estaban sentados, dijo:
¡ªBueno, ¨¦se es el diagn¨®stico. ?Cu¨¢l es el tratamiento para curar la enfermedad?
¡ªQuer¨ªa darles un respiro antes de continuar ¡ªbrome¨® Bernays, tomando otro trago de agua¡ª. Ahora paso a los remedios, Sam. Ser¨¢ largo, complicado y costoso. Pero cortar¨¢ el mal de ra¨ªz. Y puede darle a la United Fruit otros cincuenta a?os de expansi¨®n, beneficios y tranquilidad.
Edward L. Bernays sab¨ªa lo que dec¨ªa. El tratamiento consistir¨ªa en operar simult¨¢neamente sobre el gobierno de los Estados Unidos y la opini¨®n p¨²blica norteamericana. Ni el uno ni la otra ten¨ªan la menor idea de que Guatemala exist¨ªa, y menos de que constituyera un problema. Eso era, en principio, bueno. ¡°Somos nosotros los que debemos ilustrar al gobierno y a la opini¨®n p¨²blica sobre Guatemala, y hacerlo de tal modo que se convenzan de que el problema es tan serio, tan grave, que hay que conjurarlo de inmediato. ?C¨®mo? Procediendo con sutileza y oportunidad. Organizando las cosas de manera que la opini¨®n p¨²blica, decisiva en una democracia, presione sobre el gobierno para que act¨²e, a fin de frenar una seria amenaza. ?Cu¨¢l? La misma que les he explicado a ustedes que no es Guatemala: el caballo de Troya de la Uni¨®n Sovi¨¦tica infiltrado en el patio trasero de los Estados Unidos. ?C¨®mo convencer a la opini¨®n p¨²blica de que Guatemala est¨¢ convirti¨¦ndose en un pa¨ªs en el que el comunismo es ya una realidad viva y que, sin una acci¨®n en¨¦rgica de Washington, podr¨ªa ser el primer sat¨¦lite de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en el nuevo mundo? Mediante la prensa, la radio y la televisi¨®n, la fuente principal que informa y orienta a los ciudadanos tanto en un pa¨ªs libre como en un pa¨ªs esclavo. Nosotros debemos abrir los ojos de la prensa sobre el peligro en marcha a menos de dos horas de vuelo de los Estados Unidos y a un paso del Canal de Panam¨¢.
No era una conjura: la propaganda hab¨ªa impuesto una afable ficci¨®n sobre la realidad
Conviene que todo esto ocurra de manera natural, no planeada ni guiada por nadie, y menos que nadie por nosotros, interesados en el asunto. La idea de que Guatemala est¨¢ a punto de pasar a manos sovi¨¦ticas no debe provenir de la prensa republicana y derechista de Estados Unidos, sino m¨¢s bien de la prensa progresista, la que leen y escuchan los dem¨®cratas, es decir, el centro y la izquierda. Es la que llega al mayor p¨²blico. Para dar mayor verosimilitud al asunto, todo aquello debe ser obra de la prensa liberal¡±.
Sam Zemurray lo interrumpi¨® para preguntarle:
¡ª?Y qu¨¦ vamos a hacer para convencer a esa prensa liberal que es mierda pura?
Bernays sonri¨® e hizo una nueva pausa. Como un actor consumado, pas¨® la vista solemne por todos los miembros del Directorio:
¡ªPara eso existe el rey de las relaciones p¨²blicas, es decir, yo mismo ¡ªbrome¨®, sin modestia alguna, como si perdiera el tiempo recordando a ese grupo de se?ores que la Tierra era redonda¡ª. Para eso, caballeros, tengo tantos amigos entre los due?os y directores de peri¨®dicos y radios y televisiones en los Estados Unidos.
Ser¨ªa preciso trabajar con sigilo y habilidad para que los medios de comunicaci¨®n no se sintieran utilizados. Todo deb¨ªa transcurrir con la espontaneidad con que operaba la naturaleza sus maravillosas transformaciones, parecer que aquello eran ¡°primicias¡± que descubr¨ªa y revelaba al mundo la prensa libre y progresista. Hab¨ªa que masajear con cari?o el ego de los periodistas, pues sol¨ªan tenerlo crecido.
Cuando termin¨® de hablar Bernays, volvi¨® a pedir la palabra Sam Zemurray:
¡ªPor favor, no nos digas cu¨¢nto nos va a costar esa broma que has descrito con tantos pormenores. Son demasiados traumas para un solo d¨ªa.
¡ªNo les dir¨¦ nada al respecto por ahora ¡ªasinti¨® Bernays¡ª. Lo importante es que recuerden una cosa: la compa?¨ªa ganar¨¢ much¨ªsimo m¨¢s que todo lo que pueda gastar en esta operaci¨®n si conseguimos por otro medio siglo que Guatemala no sea la democracia moderna con la que sue?a el Presidente Ar¨¦valo.
Lo que dijo Edward L. Bernays en aquella memorable sesi¨®n del Directorio de la United Fruit en Boston se cumpli¨® al pie de la letra, confirmando, dicho sea de paso, la tesis expuesta por aqu¨¦l de que el siglo xx ser¨ªa el del advenimiento de la publicidad como la herramienta primordial del poder y de la manipulaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica en las sociedades tanto democr¨¢ticas como autoritarias.
Poco a poco, en la ¨¦poca final del gobierno de Juan Jos¨¦ Ar¨¦valo, pero mucho m¨¢s durante el gobierno del coronel Jacobo ?rbenz Guzm¨¢n, Guatemala comenz¨® a aparecer de pronto en la prensa estadounidense en reportajes que en The New York Times o en The Washing?ton Post, o en el semanario Time, se?alaban el peligro creciente que significaba para el mundo libre la influencia que la Uni¨®n Sovi¨¦tica iba adquiriendo en el pa¨ªs a trav¨¦s de gobiernos que, aunque de fachada quer¨ªan aparentar un car¨¢cter democr¨¢tico, estaban en verdad infiltrados por comunistas, compa?eros de viaje, tontos ¨²tiles, pues tomaban medidas re?idas con la legalidad, el panamericanismo, la propiedad privada, el mercado libre, y alentaban la lucha de clases, el odio hacia la divisi¨®n social, as¨ª como la hostilidad hacia las empresas privadas.
Peri¨®dicos y revistas de Estados Unidos que nunca se hab¨ªan interesado antes en Guatemala, Am¨¦rica Central o incluso Am¨¦rica Latina, gracias a las h¨¢biles gestiones y relaciones de Bernays, empezaron a enviar corresponsales a Guatemala. Eran alojados en el Hotel Panamerican, cuyo bar se convertir¨ªa poco menos que en un centro period¨ªstico internacional, donde recib¨ªan carpetas muy documentadas de los hechos que confirmaban aquellos indicios ¡ªlas sindicalizaciones como arma de confrontaci¨®n y la progresiva destrucci¨®n de la empresa privada¡ª y consegu¨ªan entrevistas, programadas o aconsejadas por Bernays, con finqueros, empresarios, sacerdotes (alguna vez el mismo arzobispo), periodistas, l¨ªderes pol¨ªticos de oposici¨®n, pastores y profesionales que confirmaban con datos detallados los temores de un pa¨ªs que se iba convirtiendo poco a poco en un sat¨¦lite sovi¨¦tico, mediante el cual el comunismo internacional se propon¨ªa socavar la influencia y los intereses de los Estados Unidos en toda Am¨¦rica Latina.
A partir de un momento dado ¡ªprecisamente cuando el gobierno de Jacobo ?rbenz iniciaba la Reforma Agraria en el pa¨ªs¡ª las gestiones de Bernays con los due?os y directores de peri¨®dicos y revistas ya no fueron necesarias: hab¨ªa surgido ¡ªeran los tiempos de la Guerra Fr¨ªa¡ª una preocupaci¨®n real en los c¨ªrculos pol¨ªticos, empresariales y culturales de Estados Unidos, y los propios medios de comunicaci¨®n se apresuraban a mandar corresponsales para ver sobre el terreno la situaci¨®n en esa peque?a naci¨®n infiltrada por el comunismo. La apoteosis fue la publicaci¨®n de un despacho de la United Press escrito por el periodista brit¨¢nico Kenneth de Courcy, anunciando que la Uni¨®n Sovi¨¦tica ten¨ªa la intenci¨®n de construir una base de submarinos en Guatemala. Life Magazine, The Herald Tribune, el Evening Standard de Londres, Harper¡¯s Magazine, The Chicago Tribune, la revista Visi¨®n (en espa?ol), The Christian Science Monitor, entre otras publicaciones, dedicaron muchas p¨¢ginas a mostrar, a trav¨¦s de hechos y testimonios concretos, el gradual sometimiento de Guatemala al comunismo y a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No se trataba de una conjura: la propaganda hab¨ªa impuesto una afable ficci¨®n sobre la realidad y era sobre ella que los impreparados periodistas norteamericanos escrib¨ªan sus cr¨®nicas, la gran mayor¨ªa de ellos sin advertir que eran los mu?ecos de un titiritero genial. As¨ª se explica que una persona tan prestigiosa de la izquierda liberal como Flora Lewis escribiera elogios desmedidos del embajador norteamericano en Guatemala John Emil Peurifoy. Contribuy¨® mucho a que esa ficci¨®n se volviera realidad que aqu¨¦llos fueran los a?os peores del maccarthismo y de la Guerra Fr¨ªa entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Cuando Sam Zemurray muri¨®, en noviembre de 1961, estaba a punto de cumplir ochenta y cuatro a?os. Retirado ya de los negocios, viviendo en Louisiana, cargado de millones, todav¨ªa no le cab¨ªa en la cabeza que aquello que hab¨ªa planeado Edward L. Bernays en esa remota reuni¨®n en Boston del Directorio de la United Fruit se hubiera cumplido de manera tan exacta. No sospechaba siquiera que la Frutera, pese a ganar aquella guerra, hab¨ªa comenzado ya a desintegrarse y que al cabo de pocos a?os su presidente se suicidar¨ªa, la compa?¨ªa desaparecer¨ªa y s¨®lo quedar¨ªan de ella malos y p¨¦simos recuerdos.?
Tiempos recios, la nueva novela de Mario Vargas Llosa, editada por Alfaguara, se publica el pr¨®ximo 8 de octubre.
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