Noem¨ª L¨®pez Trujillo: ¡°Quieren que tengamos hijos, pero no se preocupan de c¨®mo van a vivir¡±
La autora de 'El vientre vac¨ªo' (Capit¨¢n Swing) analiza las dificultades que las mujeres tienen hoy para llegar a la maternidad debido a la precariedad laboral y econ¨®mica
¡°Cada vez imagino m¨¢s mi vientre vac¨ªo. Como una tumba a la que alg¨²n d¨ªa llevar¨¦ flores. Un trozo de tierra yermo, un lugar en el que nunca habr¨¢ nada, que siempre estuvo muerto. Una latitud de mi cuerpo que no la siento como propia porque no crece en ella nada, y yo querr¨ªa¡±. Es dif¨ªcil leer El vientre vac¨ªo (Capit¨¢n Swing) y no pararse a se?alar frases, marcar p¨¢ginas enteras. Yo lo hago doblando la esquina inferior, y as¨ª recuerdo que ah¨ª hay algo importante. Porque el relato de la periodista Noem¨ª L¨®pez Trujillo es un relato ¨Cde principio a fin¨C necesario, urgente. Es el testimonio de una generaci¨®n ¨Cla de quienes transitamos los treinta y los cuarenta¨C que, pese a desearlo, encuentra muchas dificultades para llegar a la maternidad.
La precariedad econ¨®mica y laboral y la ausencia de pol¨ªticas sociales han tomado la batuta. Ahora son espectadoras de una vida en la que la maternidad se ha convertido en un deseo inalcanzable. O en uno que, en el mejor de los casos, requiere el previo pago de un peaje: el de la mercantilizaci¨®n de la reproducci¨®n. ¡°La inacci¨®n del Estado nos ha empujado no solo a comprar tiempo de descuento como una inversi¨®n en bolsa donde cada minuto se revaloriza porque a cada minuto nuestros ¨®vulos pierden calidad. Congelamos los nuestros o pagamos los de una mujer m¨¢s joven que los ha vendido. Una transacci¨®n para la que no todas tenemos dinero¡±, dice Noem¨ª en una de esas p¨¢ginas que he marcado. Una vez alcanzado el deseo, tampoco es f¨¢cil. La misma precariedad generacional e institucional sigue persiguiendo a las familias, y el coste de la crianza supone un esfuerzo econ¨®mico que asfixia a las m¨¢s vulnerables. Conflictos complejos de inaplazable soluci¨®n.
PREGUNTA. El vientre vac¨ªo es el relato de una generaci¨®n que parec¨ªa que iba a tenerlo todo (¡°Lo que yo no tuve que lo tengan ellas¡±) y al final se ha quedado un poco a las puertas atrapados en una precariedad laboral pero tambi¨¦n vital en muchos sentidos, incluso a la hora de decidir formar o no una familia¡
RESPUESTA. S¨ª, hay una cosa que escuece mucho que es esta queja de que a mi generaci¨®n le hab¨ªan prometido ciertas cosas que no han sido ciertas. La precariedad ha existido siempre, pero el relato que se hab¨ªa formulado era el de que en las siguientes generaciones se iban a corregir fallos del pasado, que la sociedad, tras una dictadura, iba a ser m¨¢s garantista en todos los sentidos. Esa confianza se ha roto, y, de ah¨ª que nuestro enfado se haga verbo. Asumimos que como generaci¨®n tenemos ventajas en algunos sentidos, y muchas desventajas en otros. Una de esas desventajas no es algo desde?able, es la imposibilidad de llevar a cabo determinados planes vitales como puede ser el de tener un hijo.
P. Hasta hace no mucho ser madre era casi un imperativo de g¨¦nero. Hoy, que en muchos pa¨ªses es una decisi¨®n libre, no s¨¦ si es madre quien quiere o quien puede. ?Somos m¨¢s libres las mujeres hoy?
R. En muchos sentidos, lo somos. En otros, creo que los imperativos se han transformado, no es que hayan dejado de existir. La maternidad, en concreto, sigue siendo una herramienta de disciplina: como ejemplo, los vientres de alquiler. Y ocurre algo similar con la libertad sexual: el t¨¦rmino ¡°honor¡± se ha reconfigurado pero se sigue cuestionando la autonom¨ªa de nuestros cuerpos. Al final, creo que el libro trata de reflejar eso: la constante p¨¦rdida de autonom¨ªa, como si nuestros cuerpos fuesen una disculpa o una concesi¨®n.
P. Dec¨ªa Silvia Nanclares, con la que tambi¨¦n charlas en el libro, que el deseo de ser madre es un deseo irracional. ?Qu¨¦ te empuja a ti a querer ser madre?
R. Yo lo asocio con la idea que expongo sobre que no s¨¦ ¡°ser sola¡±. Me gusta la idea de los hijos como un patrimonio ¨ªntimo y emocional; no patrimonio como pertenencia, sino esa idea de los hijos como hilo conductor del pasado y el presente. S¨¦ que es as¨ª en mi caso, y que el factor de haber tenido una familia que me ha transmitido esa idea de los cuidados y el amor son muy importantes, adem¨¢s de otras cuestiones culturales y patriarcales. Pero yo no vivo mi deseo como conflicto; el conflicto llega cuando veo que mi deseo est¨¢ siendo imposibilitado.
P. Cuentas en el libro que cuando naci¨® tu hermana tu madre le dijo a tu padre ¡°?y ahora qu¨¦ hacemos con ella?¡±, a lo que tu padre respondi¨®: ¡°Pues criarla. Qu¨¦ vamos a hacer¡±. Es cierto que hoy tenemos ¡°necesidades¡± creadas que antes no hab¨ªa, pero, ?lo ten¨ªan m¨¢s f¨¢cil nuestros padres para criarnos de lo que lo tenemos nosotras hoy?
R. Claro, tenemos nuevas necesidades que responden a nuevas demandas. Y no, no creo que nuestros padres lo tuviesen m¨¢s f¨¢cil. Depende tambi¨¦n de a qu¨¦ clase perteneciesen esos padres. Los m¨ªos, desde luego, no lo tuvieron nada f¨¢cil. Lo que s¨ª ten¨ªan era un terreno colectivo f¨¦rtil, en el que el futuro se vislumbraba y donde la creencia mayoritaria era que las cosas pod¨ªan ir a mejor. No es que nuestros padres lo tuviesen m¨¢s f¨¢cil, es que ten¨ªan fe en el futuro.
P. Me encanta una menci¨®n que haces a Rafaela Pimentel ¨Cactivista por los derechos de las trabajadoras dom¨¦sticas¨C sobre algo que dijo el pasado 8 de marzo: el feminismo que se centra en romper techos de cristal es insuficiente cuando hay limpiadoras que ni siquiera est¨¢n dadas de alta en la Seguridad Social. Yo creo que esto pasa tambi¨¦n en la maternidad feminista: lo vemos todo muchas veces desde nuestros privilegios, pero nos olvidamos de otras maternidades.
R. Sin duda. Por eso me preocupa la maternidad precaria. Parece que la maternidad simplemente sucede al margen; que sucede, existe, es, ?no? Como si fuese algo que ocurre sin que los dem¨¢s tengamos responsabilidad alguna sobre esas otras maternidades. Y no es as¨ª: tenemos la obligaci¨®n de construir unas garant¨ªas y seguridades para la estructura familiar (sea cual sea esa esta) y tenemos la obligaci¨®n de dar derechos a los menores. La derecha se esfuerza mucho en generar discursos sobre ¡°protecci¨®n a los menores¡± con relaci¨®n a la tecnolog¨ªa, internet, la sexualidad¡ Pero ninguno sobre c¨®mo combatir la pobreza y atajar las desigualdades desde que nacen esas ni?as y ni?os. Quieren que traigamos hijos al mundo, pero no se preocupan de en qu¨¦ situaci¨®n van a vivir. ?Qu¨¦ quiere la derecha, que traigamos hijos pobres al mundo?
P. El libro mezcla lo biogr¨¢fico con entrevistas, referencias literarias, datos demogr¨¢ficos e incluso poemas. Hay un momento en el que reconoces que escribes este libro para dejar constancia de lo ocurrido pero tambi¨¦n para entender el mundo que habitar¨ªa tu hijo o tu hija si los tuvieras. Sin el deseo de la maternidad, ?este libro no existir¨ªa?
R.No existir¨ªa, no. El libro nace de la necesidad de demostrar que el deseo de una vida digna, y eso en mi caso incluye la maternidad, no es un simulacro, ni es aplazable. Creo que la denuncia de que nuestro h¨¢bitat imposibilita muchos proyectos vitales sirve para armar un relato en presente, y eso, a su vez, es una forma de evitar que se impongan otros relatos que pretenden normalizar la situaci¨®n.
P. Reflejas muy bien el ritmo fren¨¦tico que vivimos. Cuentas que pasas el d¨ªa entre ¡°perdona me tengo que ir¡± y ¡°perdona por llegar tarde¡±. El soci¨®logo Zygmunt Bauman atribu¨ªa a estas sociedades l¨ªquidas el auge de la precariedad y la volatilidad de nuestras relaciones. La mercantilizaci¨®n de la industria reproductiva, ?es un s¨ªntoma m¨¢s de esas sociedades l¨ªquidas?
R: Creo que llegamos tarde a lo que est¨¢ aqu¨ª y a lo que est¨¢ m¨¢s all¨¢, esto es, el ahora y el futuro. Vivimos intentando llegar. A veces lo conseguimos, y muchas otras no. De lo que no me cabe duda es de que la mercantilizaci¨®n de la reproducci¨®n, que es un trabajo, beneficia a unos y perjudica a muchas de nosotras. Y que es un s¨ªntoma de una sociedad en la que desear se paga y desear es un riesgo. El deseo, dec¨ªa hace poco Rosa Montero en una columna, nos frustra y nos hace sufrir porque todo est¨¢ pensado para enmarcarlo en la ficci¨®n del ¨¦xito. El ¨¦xito se te da o se te arrebata sin saber muy bien qu¨¦ has hecho para merecerlo o desmerecerlo. Es un premio. As¨ª que cuando los deseos son imposibilitados por cuestiones que escapan de nuestro control nos llenamos de dolor, que es muy diferente de aplazar el deseo por decisi¨®n propia.
P. No ser madre como consecuencia de la precariedad econ¨®mica y laboral no es lo mismo que no serlo (o retrasarlo) por decisi¨®n propia. ?Qu¨¦ necesitamos para que esto cambie?
R. Yo tambi¨¦n me hago esa pregunta, y desde luego creo que necesitamos pol¨ªticas que posibiliten la emancipaci¨®n de la juventud, el acceso a una vivienda, un mercado laboral con menos tasa de temporalidad y garant¨ªas para trabajadoras y trabajadores.
P: ?Qu¨¦ puede aportar el feminismo en este sentido?
R. Dir¨ªa que el feminismo no aporta, sino que es el marco desde el que se debe construir todo. Esa mirada reformula las estructuras, muchas de las cuales est¨¢n pensadas por y para los hombres. No tenemos por qu¨¦ adaptar los centros de nuestras vidas al centro del capital.
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