?Por qu¨¦ no se entendieron?
Desde el principio, la preferencia expl¨ªcita de S¨¢nchez fue un Gobierno monocolor, con apoyo externo de Podemos
Enrique Tierno Galv¨¢n afirm¨® en muchas ocasiones que el peor ciego es aquel que no quiere ver. La advertencia del viejo profesor tiene plena actualidad si revisamos la marea de comentarios expuestos en los medios de comunicaci¨®n sobre la crisis pol¨ªtica en curso. Gana por goleada la l¨ªnea interpretativa que lo ve todo muy claramente como una especie de pelea de carneros, o si se opta por un lenguaje m¨¢s sofisticado, como la imposibilidad de encontrar un punto de acuerdo entre dos pol¨ªticos eg¨®latras, cada uno de los cuales se niega a ceder nada al otro, ignorando el inter¨¦s colectivo. La ventaja adicional de este enfoque reside en que introduciendo un leve sesgo resulta posible escorar la valoraci¨®n de S¨¢nchez y de Iglesias a favor de uno de ellos, casi siempre el segundo, en la medida en que el socialista ser¨ªa quien dispone de los medios suficientes para efectuar la cesi¨®n, el inevitable Gobierno de coalici¨®n, exigido por el otro. Para terminar la elaboraci¨®n, en estos tiempos de masterChef, puede a?adirse al guiso a voluntad una salsa de caracterizaci¨®n psicol¨®gica o de reflexiones pol¨ªticas.
Frente a ello, sin negar la importancia del factor psicol¨®gico al determinar la agudizaci¨®n de un conflicto pol¨ªtico ¡ªy ello ser¨ªa tambi¨¦n v¨¢lido para Albert Rivera¡ª, resulta perfectamente posible individualizar y ponderar los principales factores que nos han llevado al presente callej¨®n sin salida, as¨ª como los recursos que hubieran podido evitar la deriva hacia el infierno.
Ya van tres ocasiones graves en que Pablo Iglesias, por afirmarse dentro de la izquierda, favorece abiertamente a la derecha
De entrada vale la pena examinar la acusaci¨®n m¨¢s difundida, de que Pedro S¨¢nchez ha querido las segundas elecciones, y por eso fue rechazando los llamamientos de Iglesias al acuerdo. Lo cierto es que desde el principio, la preferencia expl¨ªcita de S¨¢nchez fue un Gobierno monocolor, con apoyo externo de Podemos como ¡°socio preferente¡±. Pero dicho esto, no encaja la supuesta intenci¨®n previa de repetir las elecciones, con las importantes concesiones hechas a Pablo Iglesias, hasta la misma sesi¨®n de investidura, para formar un Gobierno de coalici¨®n. Por algo Iglesias y sus colaboradores han eludido el an¨¢lisis de competencias y ministerios ofrecidos, vicepresidencia incluida, y m¨¢s aun explicar hasta qu¨¦ punto importaba la ¨²ltima y rid¨ªcula petici¨®n para echarlo todo a rodar. S¨¢nchez ya hab¨ªa podido percibir las intenciones del aliado con el primer voto en la Mesa del Congreso sobre los independentistas catalanes, y desde entonces solo se repitieron signos inequ¨ªvocos de voluntad de erosi¨®n de su figura y de su partido.
Las pretensiones de Iglesias supon¨ªan aceptar su imposici¨®n, orientada a un cogobierno. De modo que para S¨¢nchez, la alianza, es decir la coalici¨®n ¡ªno hab¨ªa otra alternativa al parecer¡ª, supon¨ªa quedar atrapado en una pinza, a merced de Podemos en cuestiones capitales como el pleito catal¨¢n, donde Iglesias promet¨ªa ¡°lealtad¡±, pero insistiendo en sus planteamientos sobre refer¨¦ndum y mesa de negociaci¨®n. As¨ª las cosas, solo le cab¨ªa a S¨¢nchez mantener la oferta de una cooperaci¨®n en el marco de una mayor¨ªa de gobierno. Chocaba contra un muro, repintado todos los d¨ªas con capas de flexibilidad. Y eso le obligaba a no retroceder, aunque pagase el precio con vistas a una opini¨®n p¨²blica abiertamente favorable al Gobierno de izquierdas.
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Falta en todo caso algo importante en el comportamiento de Pedro S¨¢nchez. Ha dejado el monopolio de la palabra sobre el fondo de la cuesti¨®n a su fallido socio, y este pudo en todo el proceso llenar de falsas evidencias la opini¨®n p¨²blica, en torno a sus propias ¡°concesiones¡±, partiendo del ¡°veto¡± a su persona. Claro que la explicaci¨®n de S¨¢nchez, tal vez por no sembrar ciza?a, fue en este como en otros casos muy insatisfactoria, incluidas las propias y reales ¡°concesiones¡± para la coalici¨®n de investidura. Abri¨® as¨ª el espacio para una caracterizaci¨®n negativa y subjetivista de su propia actuaci¨®n.
Por parte de Pablo Iglesias, tampoco se trat¨® de un problema de malformaci¨®n pol¨ªtica personal, si bien a la vista de los resultados obtenidos, como se dice ahora, convendr¨ªa que se lo hiciese mirar, porque ya van tres ocasiones graves en que por afirmarse dentro de la izquierda, favorece abiertamente a la derecha. Le gusta la historia y un buen disc¨ªpulo de Lenin tendr¨ªa que repasar el siniestro comportamiento del izquierdismo comunista que contribuy¨® a la victoria de Hitler, e incluso en los frentes populares subordin¨® el objetivo unitario principal al proselitismo y al desgaste del aliado socialdem¨®crata. Desde su caudillismo vamos todos a la cat¨¢strofe. Podemos incluido.
La ¨²nica soluci¨®n resid¨ªa en sustituir la inmediatez por el proceso, es decir, tomar nota del conflicto realmente existente y repensarlo a la luz de la afortunada colaboraci¨®n anterior. A partir de la ¨²ltima y restrictiva oferta del PSOE, y si este abr¨ªa la puerta del futuro, pod¨ªa emprenderse un camino conjunto, cuya desembocadura l¨®gica ser¨ªa la participaci¨®n gubernamental de Podemos. El ¡°aqu¨ª y ahora¡± de Iglesias cancel¨® esta posibilidad.
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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