El populismo de Evo
El gobernante que pastore¨® llamas de ni?o hace bien en socorrer a quienes han vivido a dos velas desde el incanato
Evo Morales subestima la democracia porque se considera indispensable y la democracia establece inoportunos l¨ªmites y relevos. Su triunfo en tres presidenciales era tan previsible como su negativa a acatar el refer¨¦ndum de 2016, que le neg¨® la reelecci¨®n hasta 2025, y la posterior manipulaci¨®n del Tribunal Constitucional Plurinacional para revertir el resultado adverso. Los magistrados concluyeron que tiene derecho a ser elegido y el pueblo a elegirlo, bas¨¢ndose en la Convenci¨®n Americana de los Derechos Humanos, que est¨¢ por encima de la Constituci¨®n de Bolivia y la normativa electoral, que limitan a dos los mandatos consecutivos.
La reelecci¨®n indefinida es el sue?o de la mayor¨ªa de los mandatarios regionales, que pueden conseguirla con artima?as o agotando los plazos legales. Pero la reelecci¨®n no parece haber perfeccionado las democracias latinoamericanas, sobrecargadas por su pasado caudillista y un presidencialismo autoritario que han devastado la separaci¨®n de poderes y la vigencia del Estado de derecho en Venezuela y Nicaragua.
Independientemente de la artera utilizaci¨®n de las togas, Evo Morales puede ganar un cuarto mandato, el 20 de octubre, por m¨¦ritos propios. No ha despilfarrado los ingresos por la venta de materias primas, ni emul¨® a Hugo Ch¨¢vez, que dedic¨® millonadas a tejer complicidades pol¨ªticas e ideol¨®gicas.
El rumbo de Bolivia ha sido diferente, aun con Fidel Castro y el palad¨ªn bolivariano como referentes de su presidente, que simplistamente atribuye el atraso nacional a las oligarqu¨ªas sumisas con el imperialismo gringo y a la depredaci¨®n de las grandes corporaciones. Nacionalizadas en 2006 las empresas encargadas de explotar los recursos naturales, todo queda en casa. El precio de los minerales y gas exportables creci¨® un 120% en la primera legislatura y multiplic¨® los ingresos del Estado y la disponibilidad de divisas. El PIB escala m¨¢s de cuatro puntos y medio de promedio.
En la senda del asistencialismo chavista, pero a escala y sin excesos, Morales aprovech¨® la abundancia presupuestaria para subir salarios paup¨¦rrimos, financiar programas sociales, ayudar a familias indigentes y rescatar de la pobreza a buen n¨²mero de compatriotas. La econom¨ªa y el machaque propagand¨ªstico conspiran contra una fragmentada oposici¨®n, en la que destaca la solvencia de Carlos Mesa.
El populismo de Morales es entendible, casi pertinente. Los pobres de Venezuela lo han sido con televisi¨®n y whisky en las chabolas, incluso durante el bipartidismo de Acci¨®n Democr¨¢tica y COPEI, pero en la Bolivia ind¨ªgena la miseria es hiriente. Llegar¨¢n las vacas flacas y caer¨¢n las rentas extraordinarias de una econom¨ªa dependiente del subsuelo, pero mientras alguien la reconduce hacia la sostenibilidad, el gobernante que pastore¨® llamas de ni?o hace bien en socorrer a quienes han vivido a dos velas desde el incanato.
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