Desconfianzas m¨²ltiples
Los lemas y discursos que hablan de gobernabilidad, estabilidad y seguridad dan en la diana de lo que el conjunto de la poblaci¨®n necesita y quiere o¨ªr
Tras varias semanas debatiendo sobre la imposibilidad de formar Gobierno por la desconfianza entre las formaciones pol¨ªticas que pod¨ªan hacerlo, la llamada a las urnas desplaza el an¨¢lisis hacia otro tipo de recelo: el que despiertan en la ciudadan¨ªa sus representantes pol¨ªticos. Seg¨²n el CIS, la desconfianza es, precisamente, el primer sentimiento que provoca la pol¨ªtica al 34,2% de la poblaci¨®n. Le siguen el aburrimiento y la indiferencia.
Este estado de ¨¢nimo en forma de desafecci¨®n y descontento no es nuevo, por lo que ser¨ªa injusto atribuirlo a lo ocurrido en los ¨²ltimos meses, aunque parece obvio que eso no ha contribuido a mejorar las cosas. Los motivos hay que buscarlos m¨¢s all¨¢. En su Algo va mal, Tony Judt se preguntaba hace casi una d¨¦cada: ¡°?Qu¨¦ legaron la confianza, la tributaci¨®n progresiva y el Estado intervencionista a las sociedades occidentales en las d¨¦cadas que siguieron a 1945? La sucinta respuesta es seguridad, prosperidad, servicios sociales y mayor igualdad en diversos grados¡±. Curiosamente, todo aquello que hoy se tambalea, asimilando la incertidumbre al miedo. Quiz¨¢ por eso el mismo Judt afirmaba que ¡°si la socialdemocracia tiene futuro ser¨¢ como una socialdemocracia del temor¡±, m¨¢xima que podr¨ªa hacerse extensiva al resto de opciones ideol¨®gicas.
El contexto actual crea sociedades temerosas y desconfiadas porque la l¨ªnea recta del progreso se ha truncado, porque la revoluci¨®n tecnol¨®gica y la inteligencia artificial dibujan un escenario de arenas movedizas, porque el cambio clim¨¢tico supone modificaciones en las condiciones de vida humana en el planeta cuyo alcance tan s¨®lo se puede estimar ligeramente y en escenarios cambiantes, y porque la desigualdad se ha instalado en el disco duro del sistema. Mientras esto ocurre, la pol¨ªtica se muestra impotente. Porque no sabe, porque no puede o por ambas cosas, pero el resultado es una enorme sensaci¨®n de desprotecci¨®n de la ciudadan¨ªa, que observa temblorosa y desconf¨ªa.
En este escenario, los lemas y discursos que hablan de gobernabilidad, estabilidad y seguridad dan en la diana de lo que el conjunto de la poblaci¨®n necesita y quiere o¨ªr. Ahora bien, su eficacia se reduce notablemente si a continuaci¨®n los partidos no aclaran cu¨¢les ser¨¢n el d¨ªa 11 de noviembre sus criterios y pol¨ªtica de alianzas. Salvo sorpresa, para formar Gobierno se necesitar¨¢n acuerdos entre, al menos, dos formaciones, y muy probablemente entre tres. Si no fueron capaces de gestionar la desconfianza antes, ?por qu¨¦ iban a lograrlo ahora? Es necesario un plus de explicaci¨®n y pedagog¨ªa para que cada cual haga p¨²blicas sus l¨ªneas rojas, manifieste sin tapujos qui¨¦nes son sus socios preferentes ¡ªsi los tiene¡ª y dibuje el marco en que puede moverse. Los programas pol¨ªticos y las medidas ya las conocemos, nos las contaron hace apenas cinco meses y no han podido variar mucho. Ahora falta saber qu¨¦ quieren hacer con ellas. Se tratar¨ªa de trazar una especie de tri¨¢ngulo: recibir la confianza de la ciudadan¨ªa en funci¨®n de c¨®mo vayan a construirla entre ellos.
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