Brexit duro
La propuesta de Boris Johnson crea fronteras en Irlanda y amenaza la paz
El primer ministro brit¨¢nico, Boris Johnson, ha formulado al fin una propuesta que sustituya la salvaguarda irlandesa pactada entre su antecesora, Theresa May, y la UE. Era hora. Pero se trata de un plan de Brexit duro abigarrado, complejo y nada n¨ªtido: la receta para augurarle una dif¨ªcil trayectoria. Sobre todo porque es un ensamblado de ideas ya evaluadas y descartadas, una por una, a lo largo de tres a?os de negociaciones previas: hay un poco de todo, como en las viejas boticas. Fronteras, s¨ª, pero inconcretas y no demasiado ofensivas; controles aduaneros telem¨¢ticos y en origen, pero sin demasiada concreci¨®n; alineaci¨®n regulatoria de los norirlandeses al mercado interior y al Tribunal de Justicia de la UE, pero solo en algunas actividades; l¨ªneas divisorias en el mar de Irlanda, pero en casos muy espec¨ªficos; y un calendario de cuatro a?os que parece t¨¦cnico y que sin embargo contiene connotaciones de poder decisorio unilateral para Londres.
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Milimetrar y desentra?ar el per¨ªmetro de tantas y tan barrocas cuestiones t¨¦cnicas corresponde a los negociadores, pero s¨ª urge ya una primera aproximaci¨®n a las principales cuestiones pol¨ªticas de la propuesta, que revelan de entrada su car¨¢cter enormemente problem¨¢tico. Lo esencial es que propugna restablecer, con uno u otro alcance, una verdadera frontera f¨ªsica entre la Rep¨²blica de Irlanda independiente y los condados del norte a¨²n adscritos al Reino Unido. As¨ª que parece entra?ar un grave rev¨¦s al estatuto de convivencia entre las dos comunidades sellado en 1998 en el Acuerdo de Viernes Santo que pacific¨® al Ulster, violentamente escindido entre cat¨®licos y protestantes. Y lo hace porque el acuerdo de igualdad solo es sostenible si el estatuto comercial, econ¨®mico y c¨ªvico resulta equivalente entre ambas, como les garantiza hoy la pertenencia al espacio de libre circulaci¨®n e igualdad de derechos fundamentales europeo. Si eso quiebra, la arquitectura del propio acuerdo de paz se resiente, y se abre paso a la ¡°cl¨¢usula de unidad¡± (entre las dos Irlandas) contenida en su primer punto, que reconoce la ¡°legitimidad de cualquier opci¨®n¡± de los ciudadanos del norte ¡°respecto a su estatus, tanto si prefieren continuar apoyando la uni¨®n con Gran Breta?a como si optan por una Irlanda unida soberana¡±. Am¨¦n de consagrar un particular¨ªsimo derecho de autodeterminaci¨®n a los habitantes de ambos lados en conjunto al reconocer que ¡°corresponde al pueblo de la isla de Irlanda en solitario y sin impedimento exterior¡± tomar una decisi¨®n sobre ¡°el establecimiento de una Irlanda unida¡±, mediante refer¨¦ndum. Las fronteras creadas por ese Brexit de Johnson podr¨ªan constituir ese desencadenante, y desembocar en un Reino Unido completamente desunido.
Ello no ata?e ¨²nicamente a brit¨¢nicos e irlandeses. Estos ¨²ltimos son y quieren seguir siendo parte de la familia europea y su Gobierno ha considerado ya ¡°inaceptable¡± la propuesta porque supone suministrar un mercado interior a la carta; romper con la potente idea compartida de evitar fronteras f¨ªsicas dentro de la isla; y al restablecer los controles, resucitar la posibilidad de grav¨ªsimas tensiones comunitarias. Puede el Reino Unido irse de Europa en paz. Pero sin perjudicar a los europeos en asuntos esenciales como este. Y sin exportarles tensiones b¨¦licas y caldos de cultivo para que reverdezcan pasados terrorismos.
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