Un fil¨®sofo con papelera
La biolog¨ªa plantea una cascada creciente de cuestiones ¨¦ticas; la Universidad de Padua indica un camino
?En qu¨¦ se diferencia un fil¨®sofo de un f¨ªsico te¨®rico?, dice un viejo chiste de cient¨ªficos. En que el fil¨®sofo trabaja con un l¨¢piz y un papel, y el f¨ªsico te¨®rico trabaja con un l¨¢piz, un papel y una papelera. Un h¨¢bito favorito de los cient¨ªficos es meterse con los fil¨®sofos. Cr¨¦anme, hay muchos que no pueden evitarlo. Durante un seminario de neurolog¨ªa en el instituto Salk de California, en los a?os noventa, alguien hizo un comentario sobre los circuitos neuronales que subyacen a la consciencia, y el fil¨®sofo Daniel Dennett protest¨®: ¡°Las neuronas no son mi departamento¡±. Para qu¨¦ dir¨ªa ¨¦l eso. Francis Crick, codescubridor de la doble h¨¦lice del ADN, que tambi¨¦n asist¨ªa al acto, encontr¨® el comentario tan c¨®mico que hasta lo public¨® en un paper (art¨ªculo cient¨ªfico). El propio Dennett me confirm¨® hace a?os la an¨¦cdota, y que Crick estaba enamorado de ella y la repet¨ªa a la m¨ªnima ocasi¨®n.
Tambi¨¦n fue Crick quien declar¨® que el ¨²nico fil¨®sofo que ha tenido ¨¦xito en la historia es Albert Einstein. La boutade hace referencia al modo extraordinario en que Einstein alcanz¨® su teor¨ªa general de la relatividad, nuestro actual modelo del cosmos, partiendo a menudo de intuiciones profundas y casi art¨ªsticas, de unos experimentos mentales que podr¨ªa haber ideado cualquier fil¨®sofo, pero que a ¨¦l le condujeron a las matem¨¢ticas correctas para predecir el mundo. La frase de Crick, desde luego, tambi¨¦n iba cargada de su mala uva habitual contra la filosof¨ªa, a la que consideraba poco menos que un lastre de un peso similar a su otro gran demonio, la religi¨®n.
Pese a la chacota y cuchufleta habitual entre muchos cient¨ªficos, ser¨ªa dif¨ªcil vivir en un planeta sin fil¨®sofos
Pero aflora en nuestra ¨¦poca una nueva estirpe de pensadores: los fil¨®sofos con papelera, por seguir con el chiste. El propio Dennett aparece en esa categor¨ªa, como tambi¨¦n el fil¨®sofo de la evoluci¨®n Michael Ruse. Entre nosotros, Jes¨²s Moster¨ªn represent¨® un papel similar hasta su muerte en 2017. Conoce ahora en Materia a un nuevo miembro de ese grupo selecto, el catedr¨¢tico de filosof¨ªa de la biolog¨ªa Telmo Pievani, de la Universidad de Padua. Sus pensamientos confirman que, pese a la chacota y cuchufleta habitual entre muchos cient¨ªficos, ser¨ªa dif¨ªcil vivir en un planeta sin fil¨®sofos. La ciencia, y en particular la biolog¨ªa actual, impregna con sus lixiviados un nutrido y creciente censo de cuestiones ¨¦ticas y epistemol¨®gicas que es preciso abordar, analizar, clarificar.
Pievani plantea un mont¨®n de dilemas interesantes. Muchos ser¨¢n discutibles, pero ese es justo el punto, que la sociedad en su conjunto acceda al debate, que las cosas discutibles se discutan, y que la controversia se cimiente en la informaci¨®n y el conocimiento. El fil¨®sofo italiano habla de psicolog¨ªa evolutiva, de las evidencias de que el cerebro es racista por naturaleza, de la responsabilidad moral de los bi¨®logos que est¨¢n empujando la frontera de la biomedicina, del concepto borroso de ¡°verdad¡± que importa a los investigadores, de la fuente ¨²ltima de la autoridad cient¨ªfica. Lo m¨¢s importante no es en lo que acierte, sino en lo que se equivoque. Es un fil¨®sofo con papelera.
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