La exclusiva tienda que se niega a venderte unas gafas si no te sientan bien
Desde Le Corbusier hasta Saint Laurent y Arist¨®teles Onassis han llevado sus monturas. Varios presidentes de Francia acostumbraban a comprar aqu¨ª sus modelos. Fundada en 1930, Maison Bonnet sigue fabricando artesanalmente como hace un siglo: por encargo y a medida. Este templo de la excelencia manufacturera nos abre sus puertas en Par¨ªs
LO PRIMERO en lo que se fija Franck Bonnet en un hombre es en los ojos. O, m¨¢s precisamente, en la distancia que separa ambas pupilas. El ¨¢ngulo que dibuja la nariz. La posible asimetr¨ªa entre p¨®mulos y orejas. El color del cabello del desconocido que tiene delante. Este cuarent¨®n afable y canoso echa un primer vistazo de cerca y luego se aleja unos tres metros de su objeto de estudio. Observa la morfolog¨ªa de su cuerpo y las proporciones de las extremidades. Y en cuesti¨®n de segundos establece un diagn¨®stico. ¡°Vamos a subrayar el azul del iris. Disimularemos las arrugas de expresi¨®n, pero evitando cubrir la ceja, que es lo que le da m¨¢s expresividad. Tiene usted una nariz europea: probaremos con un puente de 30 grados. Y por su tez y su cabello le sentar¨¢n bien tonos como el amarillo, el chocolate o el vis¨®n¡±, comunica el encargado de la ¨®ptica m¨¢s exclusiva de Par¨ªs, Maison Bonnet, que abre a El Pa¨ªs Semanal las puertas de su atelier, situado en una discreta traves¨ªa a dos pasos de los jardines del Palais Royal. Sacar¨¢ entonces de una gaveta algunos de los 400 prototipos que sirven de base para crear los anteojos m¨¢s deseados en la capital francesa, que la ¨¦lite pol¨ªtica e intelectual no ha dejado de lucir desde los a?os sesenta.
En este insigne establecimiento sol¨ªan comprar sus gafas los presidentes franceses, pero tambi¨¦n personalidades como Le Corbusier, Georges Simenon o Arist¨®teles Onassis, que regal¨® sendos pares en carey ¡ªla lujosa materia que se extrae de las escamas de las tortugas marinas¡ª a Jackie Kennedy y a Maria Callas. Todos ellos fueron los mejores embajadores de su sobrio y atemporal estilo. Yves Saint Laurent fue otro de sus clientes m¨¢s conocidos. En la escandalosa fotograf¨ªa publicitaria de 1971 en la que el dise?ador aparec¨ªa totalmente desnudo, su ¨²nico accesorio era un modelo de esta casa, donde se siguen fabricando las gafas igual que hace un siglo, por encargo y a medida.
En esta tienda se considera que no es el cliente el que debe adaptarse a unas lentes preexistentes, como sucede en la mayor¨ªa de comercios, sino al rev¨¦s. ¡°Cada modelo es ¨²nico y se fabrica examinando al mil¨ªmetro las facciones de su futuro propietario, pero tambi¨¦n su identidad y sus gustos personales¡±, se?ala Bonnet, que no duda en preguntar a sus clientes cu¨¢l es su estilo musical favorito o qu¨¦ rasgos definen su personalidad. La elaboraci¨®n de cada pieza dura entre dos y ocho meses, en funci¨®n de su dificultad. Con las gafas terminadas, se realiza el llamado fitting, durante el que se liman las imperfecciones al mil¨ªmetro. ¡°Las caras son como viejos edificios en los que las paredes nunca est¨¢n totalmente rectas¡±, bromea el dise?ador de la firma.
Maison Bonnet fue fundada por su bisabuelo Alfred en 1930. Esta ¨®ptica levant¨® la persiana en Morez, una peque?a ciudad del macizo del Jura, junto a la frontera con Suiza. Fue all¨ª donde, en 1796, un comerciante llamado Pierre-Hyacinthe Caseaux se invent¨® las primeras gafas en el sentido moderno del t¨¦rmino: un par de cristales pulidos sostenidos por aros de metal que se apoyaban sobre el ap¨¦ndice nasal. Esa localidad se convirti¨® entonces en capital francesa de la ¨®ptica. Despu¨¦s tom¨® el relevo el hijo del fundador, Robert, que decidi¨® instalar la tienda en Par¨ªs en 1950 para poder estar m¨¢s cerca de esas clases pudientes que pod¨ªan pagarse unas gafas en escama de tortuga y oro macizo. Treinta a?os m¨¢s tarde le sucedi¨® su hijo Christian, que, pese a estar oficialmente jubilado, sigue regentando el atelier de la marca en la Borgo?a, a hora y media de Par¨ªs.
Cuatro generaciones despu¨¦s, es el hijo de Christian y bisnieto del fundador el que sigue defendiendo la calidad artesana que distingui¨® a sus ancestros. ¡°Aprend¨ª a caminar entre los obreros de Maison Bonnet. La particular melod¨ªa de sus herramientas es la banda sonora de mi infancia. Despu¨¦s me form¨¦ por mimetismo, como una ni?a que juega a las cocinitas mientras su madre prepara la cena¡±, relata Franck Bonnet, sentado en un taburete en el subterr¨¢neo de paredes de piedra y viejos muebles de madera que le sirve de taller. A su alrededor, media docena de j¨®venes imberbes dan forma a nuevos modelos para una clientela entre la que sigue habiendo abundantes famosos, aunque la marca prefiera no desvelar sus identidades por discreci¨®n.
La elaboraci¨®n de cada pieza dura entre dos y ocho meses. El modelo m¨¢s barato cuesta 1.000 euros; el m¨¢s caro, 40.000
En distintas estanter¨ªas colgantes, peque?os cajones de pl¨¢stico llevan sus nombres escritos en rotulador. Entre ellos est¨¢ el de una reconocida (y esteta) directora estadounidense, un nombre fundamental del arte contempor¨¢neo, un maestro franc¨¦s de los fogones y hasta un jefe de Estado ¨¢rabe. Sin embargo, hay menos pol¨ªticos que en otra ¨¦poca, tal vez por miedo a que el elevado coste de estos modelos les ponga en alg¨²n aprieto ante el contribuyente.
Los tiempos han cambiado desde 1981. Entonces, los tres aspirantes a las elecciones presidenciales que se celebraron aquel a?o lucieron con orgullo sus gafas de Maison Bonnet. Primero estaba el presidente saliente, Val¨¦ry Giscard d¡¯Estaing, y su gruesa montura de color caramelo, hecha a medida por Christian Bonnet. Tambi¨¦n el entonces alcalde de Par¨ªs, Jacques Chirac, propietario de un modelo m¨¢s fino y rectangular, que compr¨® todos sus pares de gafas en esta tienda entre los a?os 1971 y 1985.
Decimos que no a?los clientes que insisten en comprarse gafas que no les sientan bien. Ellos nos representan frente al mundo
Sin olvidar al futuro ganador, Fran?ois Mitterrand, con quien Maison Bonnet tiene una deuda simb¨®lica. En 1973, el pol¨ªtico socialista acudi¨® a la tienda para comprarse dos modelos en carey. Cuando le preguntaron por qu¨¦ no adquir¨ªa solo uno y volv¨ªa cuando necesitase cambiar de gafas, Mitterrand les anunci¨® que Francia se dispon¨ªa a firmar la Convenci¨®n de Washington para la protecci¨®n de las especies en peligro de extinci¨®n. La importaci¨®n de ese codiciado material iba a quedar prohibida. Christian, el padre de Franck, decidi¨® pedir un pr¨¦stamo al banco y compr¨® todas las reservas que pudo encontrar, de las que sigue viviendo hoy la firma. Las cantidades almacenadas todav¨ªa no escasean, pero los propietarios de Maison Bonnet saben, desde hace a?os, que las reservas no son infinitas. Por ese motivo, en los ¨²ltimos tiempos la casa ha empezado a experimentar con otros materiales. ¡°Tambi¨¦n lo hacemos para democratizar el acceso a las gafas a medida. Si a uno le dicen que tiene que gastarse varios millares de euros, ni siquiera entrar¨¢ por la puerta. Pero si le dicen que el precio de entrada bordea los 1.000 euros, tal vez se lo piense¡¡±, sintetiza Bonnet.
Desde hace algo m¨¢s de una d¨¦cada, la firma realiza modelos en materiales menos costosos, como el acetato de celulosa o el cuerno de b¨²falo. ¡°El primero es resistente a los golpes y a las ca¨ªdas, lo que se adapta mejor a ciertos estilos de vida. Por ejemplo, es absurdo hacer deporte con gafas de carey, que es un material muy fr¨¢gil¡±, explica el dise?ador. ¡°El cuerno, que importamos de la India, Vietnam y Madagascar, no es un material noble, pero s¨ª natural, con calidades que lo emparentan con el carey¡±. Los modelos en acetato cuestan entre 1.000 y 2.000 euros. Los de cuerno de b¨²falo, entre 1.500 y 2.500. Y los de carey, entre 6.000 y 40.000 si se escoge un modelo en blanco puro, el m¨¢s dif¨ªcil de encontrar, ya que ese material tiende a oscurecerse con el tiempo. En todos los casos, el proceso es el mismo: las gafas se hacen a medida y se obtienen tras pasar dos o tres veces por la tienda para distintas pruebas. Maison Bonnet produce algo m¨¢s de un millar de modelos anuales, m¨¢s del doble que hace solo 10 a?os.
Con este giro estrat¨¦gico, la casa logr¨® poner fin a sus 20 a?os de traves¨ªa del desierto. A partir de los ochenta, las gafas a medida dejaron de estar de moda. ¡°Lo que se quer¨ªa eran modelos de usar y tirar. Se pusieron de moda esas ¨®pticas en las que uno se encuentra con cientos de modelos listos para llevar y no sabe ni qu¨¦ elegir¡±, resume Franck Bonnet. Su padre, Christian, se plante¨® cerrar el negocio. E insisti¨® en que no se metiera en un oficio para el que no ve¨ªa futuro. ¡°Estaba convencido de que era el final¡±, recuerda. ¡°Pero yo sab¨ªa que alg¨²n d¨ªa volver¨ªamos a estar de moda. Y no me equivoqu¨¦: hemos entrado en una nueva edad de oro de los productos a medida¡±.
Mitterrand se compr¨® dos gafas de carey
en 1973 y les advirti¨® de que se iba a prohibir
la importaci¨®n de este exclusivo material
En 2000, Christian Bonnet recibi¨® el t¨ªtulo de ma?tre d¡¯art por parte del Estado franc¨¦s, accediendo al peque?o c¨ªrculo de creadores que cuentan con esta distinci¨®n ¡ªsolo 74 en todo el pa¨ªs¡ª, que reconoce el savoir faire de los maestros de la tradici¨®n artesana. Adem¨¢s, una exposici¨®n impulsada por la familia Rothschild puso de relieve su patrimonio. El apellido Bonnet volvi¨® a sonar en todas partes. ¡°Pertenec¨ªamos al viejo mundo, pero acabamos regresando durante el cambio de milenio. Maison Bonnet encarna la esencia del lujo del ma?ana¡±, dice el heredero.
Su equipo es extremadamente joven y no siempre tiene gran experiencia. Muy pocos superan la treintena. Por ejemplo, ah¨ª est¨¢ L¨¦o, de 29 a?os, el burl¨®n jefe de atelier, un nieto de alba?il al que Bonnet fich¨® mientras todav¨ªa estudiaba, como sucede con muchos de sus reclutas. ¡°Voy a buscarlos a un liceo profesional p¨²blico que est¨¢ especializado en la ¨®ptica. No quiero a ni?os de pap¨¢ de buena familia a los que les paguen escuelas privadas, sino a los que han trabajado duro para ser los mejores¡±, dice Bonnet.
A pie de calle, al otro lado del discreto pasaje, un t¨¦cnico llamado Michel maneja varias limas para terminar una montura ovalada a ritmo de hip-hop. ¡°Para todo trabajador en este sector es un sue?o formar parte de una casa como esta. Aqu¨ª, cada d¨ªa te encuentras con un desaf¨ªo diferente¡±. Si Bonnet prefiere a los j¨®venes es porque todav¨ªa son ¡°maleables¡± y pueden adaptarse mejor a la cultura de la firma, que impone un trato sencillo y relajado, desprovisto de la rid¨ªcula afectaci¨®n de ciertas casas de lujo en la capital francesa. ¡°Cuando llegu¨¦, hace cinco a?os, me dio cierto miedo. Cre¨ª que iba a ser como trabajar en una tienda de Chanel. En realidad, el ambiente es muy familiar y distendido. Tratamos a todo el mundo igual y nos da lo mismo si son millonarios o gente de la calle¡±, dice C¨¦cile, la directora de la tienda, a cargo de la optometr¨ªa y las revisiones de la vista.
Reza la leyenda que, hace algunos a?os, el actor Ben Affleck se present¨® en Maison Bonnet para comprarle a su compa?era las mismas gafas que luci¨® Jackie Kennedy en los setenta. Le tuvieron que responder que no iba a ser posible llev¨¢rselas. ¡°No vendemos nada sin que la persona se lo haya probado antes¡±, zanja Bonnet. ¡°En realidad, decimos mucho que no, pr¨¢cticamente cada d¨ªa. Tambi¨¦n a aquellos clientes que insisten en comprarse gafas que no les sientan bien. Luchamos por convencerlos y les proponemos alternativas hasta que entran en raz¨®n. Son ellos los que nos representan frente al mundo. No soportamos que se marchen con algo que no se ajusta a nuestra definici¨®n de excelencia¡±.?
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