?C¨®mo cae un pa¨ªs en manos de un tirano? Shakespeare lo explica
El dramaturgo puso de manifiesto los mecanismos psicol¨®gicos que llevan a una naci¨®n a abandonar sus ideales y sus propios intereses. El historiador Stephen Greenblatt los analiza en su ¨²ltimo libro
Desde los primeros a?os de la d¨¦cada de 1590, al comienzo de su carrera y hasta el fin de esta, Shakespeare abord¨® una y otra vez una cuesti¨®n profundamente inquietante: ?c¨®mo es posible que todo un pa¨ªs caiga en manos de un tirano?
¡°Un rey gobierna a s¨²bditos que aceptan voluntariamente su autoridad ¡ªescrib¨ªa el influyente humanista escoc¨¦s del siglo XVI George Buchanan¡ª. Un tirano, en cambio, gobierna sobre s¨²bditos que no la aceptan¡±. Las instituciones de una sociedad libre tienen por objeto protegerse de los que gobiernen, como dice Buchanan, "no para su pa¨ªs, sino para s¨ª mismos, teniendo en cuenta no ya el inter¨¦s p¨²blico, sino su propio placer". ?En qu¨¦ circunstancias ¡ªse preguntaba Shakespeare¡ª revelan de repente su fragilidad esas instituciones tan preciadas, aparentemente bien arraigadas e inquebrantables? ?Por qu¨¦ una gran cantidad de individuos aceptan ser enga?ados a sabiendas? ?Por qu¨¦ suben al trono personajes como Ricardo III o Macbeth?
Semejante desastre, insinuaba Shakespeare, no pod¨ªa producirse si no contaba con una complicidad generalizada. Sus obras ponen de manifiesto los mecanismos psicol¨®gicos que llevan a una naci¨®n a abandonar sus ideales e incluso sus propios intereses. ?Por qu¨¦ ¡ªse preguntaba el escritor¡ª iba alguien a dejarse arrastrar hacia un l¨ªder que a todas luces no est¨¢ capacitado para gobernar, hacia alguien peligrosamente impulsivo o brutalmente manipulador o indiferente a la verdad? ?Por qu¨¦, en algunas circunstancias, las pruebas de mendacidad, chabacaner¨ªa o crueldad no sirven como un inconveniente definitivo, sino que se convierten en un atractivo para encandilar a unos seguidores ardientes? ?Por qu¨¦ unas personas, que por lo dem¨¢s sienten orgullo y respeto de s¨ª mismas, se someten a la mera desfachatez de un tirano, a su convicci¨®n de que puede decir y hacer lo que le parezca, a su indecencia m¨¢s escandalosa?
Shakespeare describi¨® repetidamente los tr¨¢gicos costes de ese sometimiento ¡ªla corrupci¨®n moral, el despilfarro masivo del tesoro, la p¨¦rdida de vidas¡ª y las medidas desesperadas, dolorosas y heroicas que son necesarias para devolver a una naci¨®n deteriorada una m¨ªnima porci¨®n de cordura. ?Existe ¡ªse pregunta en sus obras¡ª alg¨²n modo de detener la ca¨ªda hacia un gobierno sin leyes y arbitrario antes de que sea demasiado tarde? ?Alg¨²n medio eficaz de impedir la cat¨¢strofe civil que invariablemente provoca la tiran¨ªa?
El dramaturgo no acusaba a la mujer que gobernaba en aquellos momentos Inglaterra, Isabel I, de ser una tirana. Independientemente de lo que pensara Shakespeare en privado, habr¨ªa resultado suicida sugerir en el escenario una idea semejante. Desde 1534, durante el reinado de Enrique VIII, padre de la soberana, los preceptos jur¨ªdicos catalogaban como traici¨®n calificar al monarca de tirano.2 La pena prevista para ese delito era la muerte.
En la Inglaterra de Shakespeare no hab¨ªa libertad de expresi¨®n, ni en el escenario ni en ninguna otra parte. En 1597, la representaci¨®n de una obra supuestamente sediciosa llamada La isla de los perros dio lugar a la detenci¨®n y al encarcelamiento de su autor, Ben Jonson, as¨ª como a la promulgaci¨®n de una orden gubernamental ¡ªque por fortuna no lleg¨® a ponerse en vigor¡ª que preve¨ªa la demolici¨®n de todos los corrales de comedias de Londres. Los delatores acud¨ªan al teatro con el af¨¢n de pedir una recompensa por denunciar ante las autoridades cualquier cosa que pudiera ser interpretada como subversiva. Los intentos de exponer una reflexi¨®n cr¨ªtica sobre los acontecimientos de la ¨¦poca o sobre los personajes m¨¢s destacados del momento resultaban particularmente arriesgados.
¡°Un rey gobierna a s¨²bditos que aceptan voluntariamente su autoridad, escrib¨ªa el humanista escoc¨¦s George Buchanan. Un tirano, en cambio, gobierna sobre s¨²bditos que no la aceptan¡±
Como sucede en los reg¨ªmenes totalitarios actuales, la gente desarrollaba maneras para hablar en c¨®digo, haciendo alusiones m¨¢s o menos veladas a aquello que m¨¢s la preocupaba. Pero no era solo la cautela lo que motivaba la inclinaci¨®n de Shakespeare por el desplazamiento y el lenguaje figurado. Parece que se dio cuenta de que pensaba con m¨¢s claridad sobre los asuntos que preocupaban al mundo en el que viv¨ªa cuando los abordaba no ya directamente, sino desde un ¨¢ngulo oblicuo. Sus obras dram¨¢ticas sugieren que la mejor manera que ten¨ªa de reconocer la verdad ¡ªde poseerla plenamente y no morir por ella¡ª era a trav¨¦s del artificio de la ficci¨®n o por medio de la distancia hist¨®rica. De ah¨ª la fascinaci¨®n que sent¨ªa por el legendario caudillo romano Gayo Marcio Coriolano o por otro caudillo tambi¨¦n romano, pero esta vez hist¨®rico, Julio C¨¦sar; de ah¨ª el atractivo de personajes de las cr¨®nicas inglesas y escocesas tales como el duque de York, Jack Cade, el rey Lear y, sobre todo, la quintaesencia de los tiranos, Ricardo III y Macbeth. Y de ah¨ª tambi¨¦n el encanto de ciertos personajes completamente imaginarios: Saturnino, el emperador s¨¢dico de Tito Andr¨®nico; ?ngelo, el delegado corrupto de Medida por medida, o el paranoico rey Leontes de El cuento de invierno.
El ¨¦xito popular de Shakespeare indica que muchos de sus contempor¨¢neos pensaban lo mismo. Liberada de las circunstancias que la rodeaban y liberada tambi¨¦n de los clich¨¦s repetidos hasta la saciedad acerca del patriotismo y la obediencia, su manera de escribir pod¨ªa ser por fin despiadadamente honesta. El dramaturgo segu¨ªa formando por completo parte del lugar y de la ¨¦poca en los que viv¨ªa, pero no era una mera hechura suya. Las cosas que hab¨ªan quedado desesperadamente poco claras eran enfocadas con toda nitidez por ¨¦l, que ya no ten¨ªa necesidad de guardar silencio sobre lo que percib¨ªa.
Shakespeare comprendi¨® tambi¨¦n algo que en nuestra ¨¦poca se pone de manifiesto cuando un gran acontecimiento ¡ªla ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el colapso del mercado inmobiliario o el resultado inesperado de unas elecciones¡ª logra arrojar una luz deslumbrante sobre alg¨²n hecho desconcertante: incluso los que se encuentran en el centro de los c¨ªrculos m¨¢s exclusivos del poder a menudo no tienen ni la menor idea de lo que va a ocurrir. A pesar de tener las mesas de sus despachos atestadas de c¨¢lculos y estimaciones, a pesar de sus costosas redes de esp¨ªas, de sus ej¨¦rcitos de expertos bien remunerados, siguen estando casi completamente a oscuras de la realidad. Mientras que t¨², observando desde alg¨²n margen externo, sue?as que, si pudieras acercarte lo suficiente a tal o cual personaje clave, tendr¨ªas acceso al verdadero estado de cosas y sabr¨ªas qu¨¦ pasos tendr¨ªas que dar para protegerte a ti mismo o a tu pa¨ªs. Pero ese sue?o es una ilusi¨®n. (¡)
A Shakespeare, pues, le resultaba m¨¢s f¨¢cil pensar con claridad cuando el ruido de esas lenguas balbucientes era acallado, y tambi¨¦n le resultaba m¨¢s f¨¢cil decir la verdad si se situaba a una distancia estrat¨¦gica del momento presente. El ¨¢ngulo oblicuo le permit¨ªa levantar la tapa de los falsos supuestos, de las creencias inveteradas y de los sue?os err¨®neos de piedad, y contemplar imp¨¢vido lo que se ocultaba tras ella. De ah¨ª su inter¨¦s por el mundo de la Antig¨¹edad cl¨¢sica, en el que no ten¨ªan cabida la fe cristiana ni la ret¨®rica mon¨¢rquica; de ah¨ª su fascinaci¨®n por la Gran Breta?a precristiana de El rey Lear o de Cimbelino; de ah¨ª el atractivo que para ¨¦l ten¨ªa la violenta Escocia del siglo xi de Macbeth. E incluso cuando se situaba m¨¢s cerca de su propio mundo, en la notable serie de dramas hist¨®ricos que van desde el reinado de Ricardo II en el siglo XIV hasta la ca¨ªda de Ricardo III, Shakespeare mantendr¨ªa cuidadosamente al menos un siglo entero de distancia entre ¨¦l y los acontecimientos que describ¨ªa.
Stephen Greenblatt es?profesor de Humanidades en la Universidad de Harvard, experto en la obra de Shakespeare y autor de varios libros. Este texto es un extracto de?¡®El tirano. Shakespeare y la pol¨ªtica¡¯, publicado este 7 de octubre por la editorial Alfabeto.
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