Cuando los mediocres toman el poder
La divisi¨®n y la industrializaci¨®n del trabajo manual e intelectual han contribuido al advenimiento de una 'mediocracia', sostiene el fil¨®sofo Alain Deneault en su ¨²ltimo libro
Deje a un lado esos complicados vol¨²menes: le ser¨¢n m¨¢s ¨²tiles los manuales de contabilidad. No est¨¦ orgulloso, no sea ingenioso ni d¨¦ muestras de soltura: puede parecer arrogante. No se apasione tanto: a la gente le da miedo. Y, lo m¨¢s importante, evite las ¡°buenas ideas¡±: muchas de ellas acaban en la trituradora. Esa mirada penetrante suya da miedo: abra m¨¢s los ojos y relaje los labios. Sus reflexiones no solo han de ser endebles, adem¨¢s deben parecerlo. Cuando hable de s¨ª mismo, aseg¨²rese de que entendamos que no es usted gran cosa. Eso nos facilitar¨¢ meterlo en el caj¨®n apropiado. Los tiempos han cambiado. Nadie ha tomado la Bastilla, ni ha prendido fuego al Reichstag, el Aurora no ha disparado una sola descarga. Y, sin embargo, se ha lanzado el ataque y ha tenido ¨¦xito: los mediocres han tomado el poder.
?Qu¨¦ es lo que mejor se le da a una persona mediocre? Reconocer a otra persona mediocre. Juntas se organizar¨¢n para rascarse la espalda, se asegurar¨¢n de devolverse los favores e ir¨¢n cimentando el poder de un clan que seguir¨¢ creciendo, ya que enseguida dar¨¢n con la manera de atraer a sus semejantes. Lo que de verdad importa no es evitar la estupidez, sino adornarla con la apariencia del poder. ¡°Si la estupidez [¡] no se asemejase perfectamente al progreso, el ingenio, la esperanza y la mejor¨ªa, nadie querr¨ªa ser est¨²pido¡±, se?al¨® Robert Musil.
Si¨¦ntase c¨®modo al ocultar sus defectos tras una actitud de normalidad; afirme siempre ser pragm¨¢tico y est¨¦ siempre dispuesto a mejorar, pues la mediocridad no acusa ni la incapacidad ni la incompetencia. Deber¨¢ usted saber c¨®mo utilizar los programas, c¨®mo rellenar el formulario sin protestar, c¨®mo proferir espont¨¢neamente y como un loro expresiones del tipo ¡°altos est¨¢ndares de gobernanza corporativa y valores de excelencia¡± y c¨®mo saludar a quien sea necesario en el momento oportuno. Sin embargo ¨Cy esto es lo fundamental¨C, no debe ir m¨¢s all¨¢.
El t¨¦rmino mediocridad designa lo que est¨¢ en la media, igual que superioridad e inferioridad designan lo que est¨¢ por encima y por debajo. No existe la medidad. Pero la mediocridad no hace referencia a la media como abstracci¨®n, sino que es el estado medio real, y la mediocracia, por lo tanto, es el estado medio cuando se ha garantizado la autoridad. La mediocracia establece un orden en el que la media deja de ser una s¨ªntesis abstracta que nos permite entender el estado de las cosas y pasa a ser el est¨¢ndar impuesto que estamos obligados a acatar. Y si reivindicamos nuestra libertad no servir¨¢ m¨¢s que para demostrar lo eficiente que es el sistema.
La divisi¨®n y la industrializaci¨®n del trabajo ¨Ctanto manual como intelectual¨C han contribuido en gran medida al advenimiento del poder mediocre. El perfeccionamiento de cada tarea para que resulte ¨²til a un conjunto inasible ha convertido en ¡°expertos¡± a charlatanes que enuncian frases oportunas con m¨ªnimas porciones de verdad, mientras que a los trabajadores se les rebaja al nivel de herramientas para quienes ¡°la actividad vital [¡] no es sino un medio de asegurar su propia existencia¡±.
[¡]?Laurence J. Peter y Raymond Hull fueron de los primeros en atestiguar la proliferaci¨®n de la mediocridad a lo largo y ancho de todo un sistema. Su tesis, El principio de Peter, que desarrollaron en los a?os posteriores a la Segunda Guerra Mundial, resulta implacable en su claridad: los procesos sist¨¦micos favorecen que aquellos con niveles medios de competencia asciendan a posiciones de poder, apartando en su camino tanto a los supercompetentes como a los totalmente incompetentes. Se dan ejemplos impresionantes de este fen¨®meno en los colegios, donde se despedir¨¢ a un profesor que no sea capaz de seguir un horario ni sepa nada sobre su asignatura, pero tambi¨¦n se rechazar¨¢ a un rebelde que aplique cambios importantes a los protocolos de ense?anza para lograr que una clase de alumnos con dificultades obtenga mejores calificaciones ¨Ctanto en comprensi¨®n lectora como en aritm¨¦tica¨C que los alumnos de las clases normales. Asimismo, se deshar¨¢n de un profesor poco convencional cuyos alumnos completen el trabajo de dos o tres a?os en solamente uno. Seg¨²n los autores de El principio de Peter, en este ¨²ltimo caso al profesor se le castig¨® por haber alterado el sistema oficial de calificaciones, pero sobre todo por haber causado ¡°un estado de ansiedad extrema al profesor que habr¨ªa de encargarse al a?o siguiente del grupo que ya hab¨ªa realizado todo ese trabajo¡±. As¨ª es el proceso que va dando lugar a los ¡°analfabetos secundarios¡±, por emplear la expresi¨®n acu?ada por Hans Magnus Enzensberger. Este nuevo sujeto, producido en masa por instituciones educativas y centros de investigaci¨®n, se precia de poseer todo un acervo de conocimiento ¨²til que, sin embargo, no lo lleva a cuestionarse sus fundamentos intelectuales?[¡]
El ¡°analfabeto secundario¡± se precia de poseer todo un acervo de conocimiento ¨²til que, sin embargo, no lo lleva a cuestionarse sus fundamentos intelectuales?
La norma de la mediocridad lleva a desarrollar una imitaci¨®n del trabajo que propicia la simulaci¨®n de un resultado. El hecho de fingir se convierte en un valor en s¨ª mismo. La mediocracia lleva a todo el mundo a subordinar cualquier tipo de deliberaci¨®n a modelos arbitrarios promovidos por instancias de autoridad. Hoy figuran entre sus ejemplos el pol¨ªtico que explica a los votantes que se tienen que someter a los designios de los accionistas de Wall Street; o el profesor universitario que considera que el trabajo de un alumno es ¡°demasiado te¨®rico y demasiado cient¨ªfico¡± cuando sobrepasa las premisas que se hab¨ªan expuesto previamente en un PowerPoint; o el productor cinematogr¨¢fico que insiste en adjudicarle a un famoso un papel protagonista en un documental sobre un tema con el que este no tiene ninguna relaci¨®n; o el experto que demuestra su ¡°racionalidad¡± argumentando largamente a favor de un crecimiento econ¨®mico (irracional). Zinoviev ya era consciente de las posibilidades del trabajo simulado como fuerza psicol¨®gica para alterar las mentes:
"La imitaci¨®n del trabajo al parecer solo precisa de un resultado, o m¨¢s bien de la mera posibilidad de justificar el tiempo que se ha invertido: la comprobaci¨®n y la evaluaci¨®n de los resultados las llevan a cabo personas que han participado de la simulaci¨®n, que guardan relaci¨®n con ella y tienen inter¨¦s en perpetuarla".?
Cabr¨ªa pensar que un rasgo com¨²n entre quienes comparten este poder ser¨ªa el de una sonrisa c¨®mplice. Al creerse m¨¢s listos que todos los dem¨¢s, se complacen con frases cargadas de sabidur¨ªa tales como: ¡°Hay que seguir el juego¡±. El juego ¨Cuna expresi¨®n cuya absoluta vaguedad encaja perfectamente con el pensamiento del mediocre¨C requiere que, seg¨²n el momento, uno acate obsequiosamente las reglas establecidas con el solo prop¨®sito de ocupar una posici¨®n relevante en el tablero social, o bien que eluda con ufan¨ªa tales reglas ¨Csin dejar nunca de guardar las apariencias¨C, gracias a m¨²ltiples actos de colusi¨®n que pervierten la integridad del proceso.
Alain Deneault es fil¨®sofo y escritor, profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de Qu¨¦bec y autor de Para¨ªsos fiscales. Una estafa legalizada (2017). Este texto es un extracto de su libro Mediocracia. Cuando los mediocres toman el poder, que publica Turner el 4 de septiembre.
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