?Incomprensible?
El independentismo est¨¢ ganando la batalla de la hegemon¨ªa porque ning¨²n adversario se la ha disputado. Espa?a no ha elaborado una estrategia que conteste los cimientos del ¡®proc¨¦s¡¯
El deterioro de la situaci¨®n en Catalu?a sigue generando una cacofon¨ªa de interpretaciones disonantes en la calle, en el Parlament o en Madrid, como si se tratara de un fen¨®meno incomprensible. Siendo ciertamente un proceso complejo, la falta de entendimiento y de di¨¢logo entre los distintos actores ha generado una brecha de incomprensi¨®n que se ha convertido en s¨ª misma en el principal factor de conflicto. En realidad, el recurso al ¡°es que no nos entend¨¦is¡±, repetido por los independentistas desde hace a?os, es a la vez la causa y la consecuencia de la fractura que sufre Catalu?a. El proc¨¦s es una estrategia secesionista mal entendida que los partidos de ¨¢mbito nacional han alimentado como si verdaderamente no se enteraran de nada, contribuyendo gravemente a la desconexi¨®n.
Es particularmente preocupante que sigan sin entenderse los mecanismos de poder en el epicentro de la estrategia actual del independentismo, pese a que Artur Mas los anunci¨® claramente en su campa?a de 2012 con iconograf¨ªa mesi¨¢nica. Su eslogan La voluntad de un pueblo presagiaba la instrumentalizaci¨®n de la ciudadan¨ªa como estrategia de conquista del poder, en un proceso de abajo arriba, pero impulsado, claro est¨¢, por los de arriba. Desde entonces, el secesionismo ha trabajado con un solo objetivo, que nunca fue la independencia ni lo es ahora, sino en generar las condiciones necesarias para que ¨¦sta se pueda producir, haciendo un uso muy sofisticado del modelo de hegemon¨ªa pol¨ªtica que propuso Antonio Gramsci para provocar cambios sist¨¦micos mediante la instrumentalizaci¨®n de la sociedad.
El punto de partida es que no es posible alcanzar una adhesi¨®n mayoritaria de los catalanes basada en la racionalidad pol¨ªtica que tradicionalmente ha guiado a los electores (empleo, pensiones, salud, etc¨¦tera), porque el proyecto independentista no es viable y porque adem¨¢s esta adhesi¨®n racional objetiva no servir¨ªa de mucho: es vol¨¢til (sujeta a la coyuntura econ¨®mica, por ejemplo), no es colectiva (lealtades de clase y partidos) y es fr¨¢gil, al anteponer el pragmatismo a otras consideraciones. El independentismo ha superado estos mecanismos tradicionales objetivos de la raz¨®n pol¨ªtica incidiendo en los elementos subjetivos del individuo: la moral, las emociones y la identidad. Pues bien, la construcci¨®n de esta voluntad popular nueva, ¡°la voluntad de un pueblo¡± que anunciaba Artur Mas es, seg¨²n la teor¨ªa de Gramsci, la etapa anterior e imprescindible a la creaci¨®n de un r¨¦gimen alternativo: esto es lo que el independentismo ha llamado el proc¨¦s: la lucha por la hegemon¨ªa pol¨ªtica, no la lucha por la independencia.
El catalizador del conflicto es el manejo de la frustraci¨®n social que genera el concepto del ¡°derecho a decidir¡±
La lucha por la hegemon¨ªa persigue la apropiaci¨®n de conceptos que todos entendemos como positivos: la democracia, el pacifismo, etc¨¦tera, que son entendidos como no pol¨ªticos, pero que en definitiva determinan qu¨¦ papeles sociales son leg¨ªtimos y cu¨¢les no lo son. La construcci¨®n de hegemon¨ªa ha consistido en dise?ar unas lentes que interpretan la medida moral de la sociedad catalana, lo que es bueno, lo que es normal, lo que determina la verdad y la mentira. El ¨¦xito del proc¨¦s hasta ahora son estas gafas, es esta construcci¨®n de legitimidad para un nuevo orden. Sin embargo, para que la batalla de la hegemon¨ªa moral legitime y trascienda lo pol¨ªtico debe rubricarse con una base electoral m¨¢s amplia. En torno a este tacticismo discuten las fuerzas independentistas actualmente en busca del momentum ¡ªla superaci¨®n de la fase del proc¨¦s¡ª pulsando entretanto el rol de las masas (tsunamis). As¨ª, el conflicto institucional y social permanente no se propicia para lograr la independencia, sino para visibilizar la represi¨®n y ensanchar la base social catalana. La pol¨ªtica de confrontaci¨®n y el 155, al menos en un primer momento, representar¨ªa otro ¨¦xito del proc¨¦s.
As¨ª, con todo, el principal catalizador del proc¨¦s es el manejo de la frustraci¨®n social que genera el concepto del ¡°derecho a decidir¡±. Este supuesto derecho se ha impuesto de forma transversal en la sociedad catalana ¡ªy hay que subrayarlo, tambi¨¦n en la vasca¡ª present¨¢ndose adem¨¢s como moralmente incontestable. El refer¨¦ndum del 1-O no persegu¨ªa consultar a la ciudadan¨ªa, sino visibilizar una opresi¨®n ilusoria y, en particular, sembrar una frustraci¨®n insoportable, fundamental para ampliar la base hacia los no nacionalistas. En esta l¨®gica poco importa que el derecho de autodeterminaci¨®n y la opresi¨®n existan o no. En la nueva ciencia pol¨ªtica la verdad se define como lo que genera realidad, es decir, lo que tiene capacidad de seducir a las masas, aunque sea una gran mentira.
Lo que sucede no es ni m¨¢s ni menos que la pervivencia del Estado naci¨®n y de la convivencia en Catalu?a
Este enfoque no se ha entendido desde Madrid, y de ah¨ª que el famoso adagio independentista ¡°es que no nos entend¨¦is¡± sea enteramente cierto, porque las partes comunican en espectros desconectados, el objetivo y el subjetivo. Espa?a lleva a?os defini¨¦ndose a s¨ª misma como una marca, no como una naci¨®n. Se reduce a un Estado amoral, pues solo habla de leyes o de medios coercitivos para imponerlas, que ofrece en el mejor caso una reforma de la Constituci¨®n o un nuevo pacto fiscal, como si estos factores tuvieran alguna significancia a estas alturas. Espa?a ha renunciado a proponer una interpretaci¨®n alternativa de los elementos subjetivos, no ha elaborado una estrategia que conteste los cimientos del proc¨¦s, que reconozca el desaf¨ªo pol¨ªtico, ni desmontado el engranaje emocional de los independentistas sin fronteras, ni cuestionado la farsa de un derecho de autodeterminaci¨®n que es en realidad una violaci¨®n de derechos, ni apelado en positivo a los valores de la convivencia. El independentismo est¨¢ ganando claramente la batalla de la hegemon¨ªa sencillamente porque ning¨²n adversario se la ha disputado, lo cual a su vez genera nuevas desafecciones en una poblaci¨®n que genuinamente no entiende que se trate a Catalu?a como un problema de orden p¨²blico.
El nivel de desconexi¨®n es muy preocupante por muchos motivos, pero debemos detenernos en dos. El primer error de diagn¨®stico es precisamente la falta de entendimiento sobre cu¨¢l es el objetivo fundamental de la contienda pol¨ªtica: el alcance de lo que est¨¢ sucediendo no es ni m¨¢s ni menos que la pervivencia del Estado naci¨®n y de la convivencia en Catalu?a. Por un lado, no parece que los sectores independentistas m¨¢s moderados est¨¦n midiendo el grave riesgo de desbordamiento de su estrategia. En el lado constitucionalista, la respuesta se produce ¨²nicamente en el plano reactivo, lo que lejos de desactivar la carga emocional produce un escalamiento hacia la llamada ¡°desconexi¨®n irreversible¡± que podr¨ªa llevar a una situaci¨®n de colisi¨®n.
La segunda equivocaci¨®n consistir¨ªa en pensar que tras la sentencia del Tribunal Supremo el proc¨¦s ha fracasado o bien que estamos viviendo ya el anunciado choque de trenes con los brotes de violencia o bien que, al contrario, el independentismo est¨¢ a punto de alcanzar sus objetivos. En absoluto: lo que vive Catalu?a es la etapa anterior. La lucha por la hegemon¨ªa es la actividad que decide el terreno de batalla, que construye las lealtades de la sociedad y las interpretaciones de la realidad en bloques distintos. El proc¨¦s est¨¢ consiguiendo una dominaci¨®n, pero ha creado techo en Catalu?a, lo que genera un bloqueo y una espiral. El desaf¨ªo secesionista requiere una movilizaci¨®n pol¨ªtica a la altura del estado de excepcionalidad, con un bloque constitucionalista que supere el partidismo, y desarrolle una estrategia transversal que rebaje la tensi¨®n y que dispute la esencia del proc¨¦s, no la independencia.
??igo Torres Est¨¦vez es experto en Protecci¨®n y Derecho Internacional Humanitario.
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