Demasiada autonom¨ªa para tan poca cabeza

Jean Monnet, uno de los arquitectos de la integraci¨®n europea, advirti¨® sobre la importancia de las instituciones como entornos inteligentes y de experiencia colectiva capaces de superar las limitaciones de las personas individualmente consideradas. La m¨¢xima ha sido incorporada a toda reflexi¨®n sobre buen gobierno. No en vano, una sofisticada institucionalizaci¨®n incorpora mecanismos que permiten limitar, corregir o erradicar comportamientos que resultan incompatibles con los est¨¢ndares de calidad t¨¦cnica, legitimidad pol¨ªtica, validez jur¨ªdica y virtud p¨²blica. Adem¨¢s, un sistema institucional solvente en el ejercicio de sus competencias aporta un ecosistema de certidumbre y seguridad imprescindible para favorecer la generaci¨®n de riqueza y desarrollo social.

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EDITORIAL | Sin ambig¨¹edades

Tsunami antidemocr¨¢tico

A partir de esta tesis, no es dif¨ªcil concluir la importancia de priorizar siempre el cuidado de las instituciones frente al de las personas que en cada momento ostentan su titularidad. Alterar esa preferencia es una tentaci¨®n frente a la que debemos protegernos dejando constancia de aquellas malas pr¨¢cticas que contribuyen irremediablemente a erosionar la calidad institucional del sistema. Es lo que, a mi juicio, ocurri¨® la pasada semana en Catalu?a de manera alarmante al supeditarse la estabilidad de toda una comunidad pol¨ªtica a la situaci¨®n personal de algunos de sus l¨ªderes.

Con todo, conviene no equivocarse. El deterioro institucional que sufre Catalu?a no trae causa de la sentencia del Tribunal Supremo, cuyo fallo estaba ya descontado como probable. El desgobierno es consecuencia, m¨¢s bien, de una persistente degradaci¨®n institucional que han propiciado con particular empe?o quienes hoy asumen las m¨¢ximas responsabilidades pol¨ªticas en las instituciones auton¨®micas. Ellos han malversado la confianza otorgada con buena fe por muchos ciudadanos al emplearla, con obcecada esterilidad, en perfilar un proyecto pol¨ªtico de imposible consecuci¨®n y asentado en una c¨ªnica simulaci¨®n.

El Govern de Catalu?a no gobierna, aunque podr¨ªa hacerlo en beneficio de los catalanes ejerciendo con intensidad las muchas competencias que tiene atribuidas, sin que ello le impidiera reivindicar ambiciosas mejoras para su autogobierno. El president de la Generalitat prefiere degradar la dignidad del cargo de molt honorable convirti¨¦ndose en un activista preocupado ¨²nicamente en esconder sus graves errores entre el afecto que todav¨ªa le profesan aquellos a quienes premeditadamente enga?¨®. Tampoco el Parlament de Catalu?a emite se?al alguna de actividad legislativa, de control efectivo a la actividad del gobierno o de capacidad para aprobar unos presupuestos que mejoren la vida de los ciudadanos. Que la excepci¨®n a todo este desgobierno venga de un leal proceder de los Mossos d'Esquadra da prueba del calado de una crisis cuya soluci¨®n exigir¨¢ tiempo, esfuerzo y mucha generosidad.

Viendo a Catalu?a sumida en una degradaci¨®n institucional de dif¨ªcil reversibilidad cuesta imaginar ese id¨ªlico pa¨ªs independiente liderado por quienes dan prueba de tanta incapacidad para sacar adelante un proyecto pol¨ªtico real y cohesionado para Catalu?a. Realmente, no hay autonom¨ªa (ni independencia) suficiente para compensar tan poca cabeza.