Jap¨®n entroniza al emperador Naruhito
La ceremonia se ha desarrollado este martes al estilo m¨¢s tradicional, llena de gestos solemnes y ante m¨¢s de 2.000 invitados llegados de 174 pa¨ªses
Era Tokio, en el siglo XXI, pero pod¨ªa haber sido Kioto un siglo antes. La ceremonia de entronizaci¨®n del 126? emperador japon¨¦s, Naruhito, heredero de la casa real m¨¢s antigua del mundo se desarroll¨® este martes al estilo m¨¢s tradicional, llena de solemnes ritos milenarios y ante m¨¢s de 2.000 invitados llegados de 174 pa¨ªses. ¡°Prometo actuar de acuerdo con la Constituci¨®n y cumplir¨¦ mis responsabilidades como s¨ªmbolo del Estado y de la unidad del pueblo japon¨¦s, teniendo siempre como meta la felicidad del pueblo y la paz del mundo¡±, asegur¨® el soberano, vestido con la t¨²nica naranja oscura que se reserva para las ocasiones m¨¢s formales. Pocos minutos m¨¢s tarde, el primer ministro, Shinzo Abe, proclamaba con los brazos en alto tres veces ¡°?banzai!¡±, ¡°?larga vida al emperador!¡±.
La jornada hab¨ªa comenzado para Naruhito con una serie de ceremonias sinto¨ªstas. Vestido con una t¨²nica blanca y un tocado negro, se dirigi¨® a uno de los santuarios en el palacio imperial para comunicar su entronizaci¨®n a sus ancestros.
Todo se desarroll¨® con precisi¨®n milim¨¦trica en la ceremonia principal, la Sokuirei-Seiden-no-Gi, equivalente a una coronaci¨®n en las tradiciones europeas. En el sal¨®n de los Pinos, el Matsu-no-Ma, del palacio imperial, reservado para los mayores fastos, aguardaban los miembros de la familia real. Vestidos con traje de gala los pr¨ªncipes; las princesas, con id¨¦nticos kimonos cortesanos de varias capas. Inm¨®viles. Al frente, el trono imperial, el Takamikura, una estructura octogonal de una altura de seis metros y medio, rematada en oro y laca. Cerrado por cortinajes p¨²rpura y decorado con motivos de animales mitol¨®gicos, este trono pesa ocho toneladas y simboliza la monta?a por la que, seg¨²n la tradici¨®n sinto¨ªsta, el nieto de Amaterasu, la diosa del Sol, baj¨® a la Tierra para regir los destinos de Jap¨®n. Al lado del Takamikura, a una altura un poco m¨¢s baja, el trono de la emperatriz Masako, el Michodai.
Al sonido de un gong, los chambelanes abrieron las cortinas de los tronos, mostrando al emperador con su cetro. Junto al soberano, dos de los tesoros imperiales, la joya y la espada, para certificar su legitimidad. Tambi¨¦n los sellos imperiales, con la misma funci¨®n. La emperatriz luc¨ªa un elaborado kimono de corte en tonos pasteles y rojizos, que buscaban evocar la luz del sol.
En medio de un profundo silencio, un chambel¨¢n retir¨® el cetro de Naruhito. Otro le entreg¨® el texto de su discurso. ¡°Tras haber accedido al trono imperial de acuerdo con la Constituci¨®n de Jap¨®n y la ley de medidas especiales sobre la Casa Imperial, proclamo ahora mi entronizaci¨®n a los que est¨¢n en el pa¨ªs y en el extranjero¡±, anunci¨® Naruhito.
Una alocuci¨®n muy breve, que ley¨® con voz firme y en la que repiti¨® la idea con la que fue proclamado emperador el 1 de mayo, el primer d¨ªa de la nueva era Reiwa (¡°bella armon¨ªa¡±), cuando sucedi¨® a su padre Akihito, que hab¨ªa abdicado un d¨ªa antes. Que trabajar¨¢ para garantizar la felicidad y prosperidad del pueblo japon¨¦s y la paz mundial, y seguir¨¢ el ejemplo de su progenitor, un pacifista convencido.
El chambel¨¢n le devolvi¨® el cetro. Era el turno de Abe, que concluy¨® su felicitaci¨®n al emperador con sus tres ¡°?banzai¡±. Una salva de 21 ca?ones salud¨® al nuevo emperador. Los invitados a la ceremonia, retransmitida en directo por la televisi¨®n nipona NHK, segu¨ªan los fastos desde otros salones separados por un patio del Matsu-no-ma. Los reyes de Espa?a, Felipe VI y Letizia, en primera fila, junto a representantes de otras casas reales. El pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra consultaba su programa. El ex primer ministro japon¨¦s Junichiro Koizumi manten¨ªa una expresi¨®n solemne.
Pese a las previsiones de mal tiempo, la lluvia se abstuvo de caer durante la ceremonia. En el exterior, grupos de personas se hab¨ªan dado cita a las puertas del palacio para expresar sus enhorabuenas. Por todo Tokio, la ceremonia se mostraba en pantallas gigantes; algunos de los ciudadanos que la segu¨ªan imitaban al primer ministro a la hora de hacer una reverencia.
Los festejos continuar¨¢n en la noche de este martes con un banquete oficial para unas 400 personas y una ceremonia del t¨¦ el mi¨¦rcoles. Tambi¨¦n el mi¨¦rcoles, el primer ministro Abe ser¨¢ el anfitri¨®n de otro banquete formal.
De acuerdo con el programa, estaba previsto que los emperadores hubieran participado en un desfile en un veh¨ªculo descubierto, para que los ciudadanos pudieran transmitirle sus felicitaciones. Pero esa parte de la ceremonia ha quedado aplazada hasta el 10 de noviembre, en se?al de duelo por las v¨ªctimas del supertif¨®n Hagibis, que dej¨® al menos 79 muertos y 10 desaparecidos a su paso por tierra nipona hace 10 d¨ªas.
Los fastos de la entronizaci¨®n siguen los pasos de los de la ceremonia que encumbr¨® a Akihito, en 1990, la primera vez que se celebraba en Tokio. Era tambi¨¦n similar a la de su abuelo Hirohito en 1928, aunque aquella se celebr¨® en Kioto, la antigua capital imperial.
Akihito, que no asisti¨® a la ceremonia, anunci¨® en 2016 que abdicar¨ªa dado que su estado de salud ya no le permit¨ªa cumplir como deseaba su funci¨®n de s¨ªmbolo del Estado y de la unidad japonesa. Era la primera vez en cerca de 200 a?os que un emperador deseaba renunciar, algo que no estaba previsto en la legislaci¨®n nipona. Finalmente, el Gobierno aprob¨® una ley extraordinaria para permitirle dejar el trono: su renuncia se hizo efectiva en una solemne ceremonia el 30 de abril.
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