La amenaza como pol¨ªtica
Boris Johnson ha tenido que rendirse a la voluntad del parlamento
Sin amenaza no hay progreso. Esta es la desgraciada lecci¨®n de la torturada aventura del Brexit. La mayor, la de un Brexit duro, sin acuerdo, que castigue a todos, empezando a los brit¨¢nicos, ha sido exhibida por unos y por otros. Por Boris Johnson, con su promesa de salir de la UE a cualquier precio el 31 de octubre, pero tambi¨¦n por Emmanuel Macron, el menos condescendiente con las pretensiones brit¨¢nicas, dispuesto a terminar de una vez con esta saga interminable.
Es claro el resultado: las amenazas est¨¢n para retirarlas cuando convenga. O dejarlas fundirse como la nieve bajo el sol, que es lo que est¨¢ sucediendo ahora con la fecha de la salida autom¨¢tica. Johnson ha tenido que rendirse a la voluntad del parlamento, doblemente expresada, primero para que pida por escrito el aplazamiento y despu¨¦s neg¨¢ndole la premura en la aprobaci¨®n de su legislaci¨®n del Brexit que le permitiera cumplir su promesa.
El primer ministro ha conseguido lo que no obtuvo Theresa May, que vio rechazada por tres veces su acuerdo, pero ha fallado en cambio en la fecha, y ahora tendr¨¢ que plegarse al criterio de la Uni¨®n Europea, una humillaci¨®n m¨¢s para quien hab¨ªa planteado la negociaci¨®n como el enfrentamiento hist¨®rico entre una orgullosa naci¨®n soberana y una burocr¨¢tica instituci¨®n del federalismo europeo. Aunque Johnson adorne su sometimiento con otra carta en la que se reafirma en el Brexit para el 31 de octubre, dif¨ªcilmente la noche de Halloween ser¨¢ la del Brexit.
Traducir un voto plebiscitario en un acuerdo que vincula a las instituciones de la UE y a las de 27 estados es cualquier cosa menos una tarea sencilla. Son los inconvenientes y las ventajas de la democracia representativa, imperio de la complejidad, los matices y el juego plural de intereses, sobre la democracia directa que zanja con un s¨ª o con un no y deja que cada quien se apa?e con las consecuencias. En la bronca entre Johnson y el Parlamento, personificado por su speaker John Bercow, se libra la batalla entre las dos ideas de democracia, m¨¢s espectacular trat¨¢ndose de Westminster, donde se invent¨® el parlamentarismo, que en otros pa¨ªses donde el populismo tambi¨¦n campa a sus anchas.
Bruselas tiene ahora la mano. Donald Tusk propone tres meses de pr¨®rroga. Le apoyan el Parlamento Europeo y el Gobierno irland¨¦s, que tiene mucho que decir en el acuerdo, puesto que ser¨ªa la primera v¨ªctima de un Brexit duro y ha sido el principal protagonista del acuerdo. Queda por determinar si cabe un adelanto, en caso de una aprobaci¨®n definitiva en Westminster antes del 31 de enero. A Johnson le bastar¨ªa con un margen t¨¦cnico, incluso de diez d¨ªas, para forzar de nuevo la votaci¨®n. No es lo que se espera de los 27, que querr¨¢n huir de nuevo de la pol¨ªtica de la amenaza, obtener todas las seguridades de Johnson y evitar as¨ª el peligro de otro aplazamiento.
Dos amenazas m¨¢s pugnan todav¨ªa por abrirse paso: las inevitables elecciones generales y un dudoso nuevo refer¨¦ndum. Y todav¨ªa una tercera, la peor, la rendici¨®n de los europe¨ªstas por fastidio y cansancio.
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