El exilio en Toulouse, la palabra frente a la fuerza
Con Franco fuera de Cuelgamuros, toca acordarse de los que lo perdieron todo por defender la Rep¨²blica
La Guerra Civil termin¨® hace 80 a?os. Y empez¨® el exilio. O, mejor dicho, los exilios. Cada uno distinto. Y es que cualquiera que se ve obligado a irse rompe con la vida que hac¨ªa hasta ese momento y se ve empujado a empezar de nuevo en un mundo diferente del que desconoce las claves. Ayer se trasladaron los restos de Francisco Franco de Cuelgamuros al cementerio de Mingorrubio, en El Pardo. Fue uno de los generales que dieron el golpe de Estado que pretend¨ªa acabar con la Rep¨²blica. Pero no lo consiguieron, y empez¨® una larga guerra que finalmente ganaron, en buena parte gracias a la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista. Hace 80 a?os, por tanto, comenz¨® tambi¨¦n la represi¨®n y se consagr¨® la dictadura del llamado caudillo. Ahora que Franco ha salido de aquel inmenso disparate ¡°imperial¡± que mand¨® construir en la sierra de Guadarrama, toca acordarse de los perdedores.
De los que salieron hacia Francia, por ejemplo. En febrero de 1939, 465.000 espa?oles buscaron refugio en el pa¨ªs vecino (la mitad eran civiles; la otra mitad, militares) tras el avance de las tropas franquistas en Catalu?a. Unos 350.000 fueron confinados en campos de concentraci¨®n. Hacia julio hab¨ªan muerto 15.000 personas. Argel¨¨s-sur-Mer, Barcar¨¨s, Saint Cyprien, Adge, Bram son nombres que tienen que ver con alambradas y con las terribles condiciones en que se hacinaban los perdedores. Les tocaba sobrevivir. Los primeros a?os fueron terribles. Hasta 1944, muchos tuvieron que alistarse en compa?¨ªas de trabajo para frenar la invasi¨®n de las huestes de Hitler, otros se alistaron en la Legi¨®n Extranjera para combatirlas, hubo quienes terminaron en el infierno de Mauthausen u obligados a trabajar en la Organizaci¨®n Todt de los nazis, algunos ingresaron en la Resistencia. Con la liberaci¨®n de Francia todo cambi¨®, y Toulouse fue el lugar donde muchos de los que defendieron la Rep¨²blica empezaron a reinventar sus vidas.
Albert Camus escribi¨® que a aquellos espa?oles la herida del exilio les hizo conocer ¡°el sabor de la derrota¡± y les permiti¨® descubrir, ¡°con una sorpresa indecible, que puede tenerse raz¨®n y ser vencidos; que la fuerza puede someter al esp¨ªritu y que, en muchas ocasiones, el arrojo y el sacrificio no son recompensados¡±. La observaci¨®n la recoge Javier Campillo en el cat¨¢logo de la exposici¨®n Imprentas de la patria perdida, de la que es comisario y que se ha armado con los fondos de la biblioteca del Instituto Cervantes de Toulouse ¡ªse pudo ver hace unos meses en la sede de Madrid¡ª, que ha llegado a reunir unos 1.400 t¨ªtulos y que, gracias a distintas donaciones, sigue creciendo.
Mientras la dictadura de Franco persegu¨ªa en Espa?a cualquier iniciativa que no se ajustara a los valores del nacionalcatolicismo que impuso como doctrina oficial, Toulouse era un hervidero de propuestas culturales de los exiliados de la guerra. Anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos, nacionalistas vascos, catalanes y gallegos siguieron publicando folletos y libros, revistas y peri¨®dicos. En el Casino de Huesca, en el marco de un congreso sobre el exilio, se present¨® hace unos d¨ªas una selecci¨®n de esa eclosi¨®n de publicaciones. Los que perdieron segu¨ªan creyendo en la palabra: para sostener sus posiciones ideol¨®gicas, pero tambi¨¦n para aprender, para entretenerse, para entender un mundo cada vez m¨¢s extra?o, para acordarse del hogar que la guerra les arrebat¨®.
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