Traici¨®n (otra m¨¢s)
Pienso en el fr¨¢gil milagro de Rojava y me sobrecoge no s¨®lo la maldad de los que traicionan a sabiendas, sino nuestra enorme, pasiva indiferencia.
EL A?O PASADO publiqu¨¦ un libro de biograf¨ªas de mujeres titulado Nosotras y se lo dediqu¨¦ a las combatientes de Rojava: ¡°A las magn¨ªficas y heroicas guerreras kurdas de Rojava, que son la primera l¨ªnea de contenci¨®n del horror del ISIS y que est¨¢n muriendo d¨ªa tras d¨ªa por defender los derechos humanos y la dignidad de todas las mujeres¡±, escrib¨ª. Pues bien: es justamente a esas mujeres, y a sus hombres, y a sus ni?os, a quienes est¨¢ masacrando Erdogan en su inadmisible guerra de exterminio.
La regi¨®n de Rojava en el norte de Siria es un milagro. La llamada revoluci¨®n de Rojava, que comenz¨® en 2012, declar¨® la autonom¨ªa de la zona, que aspira a ser independiente dentro de un sistema federal y que cre¨® una Constituci¨®n progresista. Es un enclave socialista y feminista que algunos polit¨®logos han comparado con la rep¨²blica espa?ola durante la Guerra Civil. La existencia de un ¨¢rea liberada, antisexista e igualitaria en Oriente Pr¨®ximo es una maravillosa excepci¨®n, un tesoro que la izquierda internacional hubiera debido apoyar mucho m¨¢s, cosa que, incomprensiblemente, no ha hecho. Eso s¨ª, Occidente y sobre todo Estados Unidos utilizaron a los habitantes de Rojava como fuerza de choque contra los yihadistas, y de manera especial a las Unidades Femeninas de Protecci¨®n, unas milicias armadas compuestas exclusivamente de mujeres que han luchado con legendaria fiereza y heroicidad contra el ISIS.
La ¨²ltima biograf¨ªa que cierra el ya citado libro de Nosotras se la dediqu¨¦ precisamente a una de esas incre¨ªbles guerreras, Asia Ramazan Antar (1997¨C2016), una m¨¢s entre muchas mujeres formidables, aunque los medios occidentales la hicieron fugazmente famosa al bautizarla, con zafio y fr¨ªvolo sexismo, como la Angelina Jolie kurda, por su belleza. La familia de Asia la cas¨® muy joven y contra su voluntad con un marido impuesto, pero a los tres meses logr¨® divorciarse gracias a las nuevas leyes de Rojava, que proh¨ªben los matrimonios forzosos y la poligamia. Ahora pienso en aquella adolescente y me conmueve intuir que, tras haberse visto protegida, m¨¢s a¨²n, salvada de una existencia horrible, gracias a una legislaci¨®n progresista, Asia debi¨® de sentirse impelida a consagrar su vida a la defensa de esos derechos. Entr¨® en las milicias populares a los 16 a?os, combati¨® durante tres y falleci¨® a los 19 a las afueras de Manbiy, en un ataque suicida del ISIS. Demoledora peque?a gran historia.
Es, ya digo, un caso de hero¨ªsmo entre muchos otros. Esta gente ha dado su vida, su dolor, su miedo, sus heridas, para impedir que los yihadistas terminaran desayunando en nuestras casas de Occidente. Pero ahora, cuando ya no los necesitamos, les traicionamos. Su supuesto aliado, Estados Unidos, dio luz verde a primeros de octubre al genocidio decretado por Ankara. A Estados Unidos se le da bien esto de traicionar a antiguos colegas; por ejemplo, tambi¨¦n arm¨® y reforz¨® a los talibanes contra la URSS en la guerra de Afganist¨¢n, para luego volverse contra ellos (me dan muy poca pena los talibanes, pero su caso evidencia la responsabilidad de Occidente en el fortalecimiento del yihadismo).
Repetir¨¦ una vez m¨¢s, aunque s¨¦ que es tedioso, que este art¨ªculo lo redacto 15 d¨ªas antes de su publicaci¨®n, un aviso hoy especialmente necesario porque estoy hablando de Siria, y ya se sabe que los territorios en guerra padecen una inestabilidad extrema y que su realidad cambia todo el rato. Mientras escribo esto estamos en mitad de los cinco d¨ªas de tregua acordados entre Turqu¨ªa y EE UU, un pacto de cuchufleta porque ese feroz tirano que es Erdogan sigue machacando a los kurdos como si nada. A estas alturas hay 100.000 desplazados, cientos de muertos y a¨²n m¨¢s cientos de heridos, muchos de ellos sin posibilidades de atenci¨®n m¨¦dica: hay v¨ªctimas mutiladas por las bombas que llevan tres d¨ªas con un torniquete y sin curar.
Pienso ahora en Asia y en todas las As?as, pienso en los padres y las madres, en los hijos y los nietos, en el fr¨¢gil milagro de Rojava, en toda esa gente que confi¨® en nosotros y pele¨® y nos salv¨® y a la que ahora estamos abandonando, y me vuelve a sobrecoger no s¨®lo la maldad de los que traicionan a sabiendas, sino nuestra enorme, pasiva indiferencia.
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