La vida se nos acorta por no dormir la siesta
Fragmento del libro 'Por qu¨¦ dormimos', del neurocient¨ªfico Matthew Walker, que explica c¨®mo deber¨ªan dormir los humanos
Los humanos no dormimos de la manera en que la naturaleza pretend¨ªa. El n¨²mero de episodios de sue?o, su duraci¨®n y los momentos en que deber¨ªamos dormir se han visto comprensiblemente distorsionados por la modernidad.
En las naciones desarrolladas, la mayor¨ªa de los adultos duermen actualmente seg¨²n un patr¨®n monof¨¢sico, es decir, tratamos de completar un solo sue?o prolongado durante la noche, cuyo promedio de duraci¨®n es de menos de siete horas. Si visitas culturas a las que no haya llegado la electricidad, seguramente ver¨¢s algo bastante diferente. Las tribus cazadoras-recolectoras, como los gabras en el norte de Kenia o los san en el desierto de Kalahari, cuya forma de vida ha cambiado muy poco en los ¨²ltimos milenios, duermen siguiendo un patr¨®n bif¨¢sico. Ambos grupos duermen un per¨ªodo bastante largo durante la noche (pasan de siete a ocho horas en la cama, durmiendo unas siete horas), y despu¨¦s, por la tarde, hacen una siesta que dura entre 30 y 60 minutos.
Todos los humanos, independientemente de su cultura o de su ubicaci¨®n geogr¨¢fica, sufren a media tarde un declive gen¨¦ticamente codificado de su estado de alerta
Tambi¨¦n hay indicios de una combinaci¨®n de los dos patrones de sue?o en funci¨®n de la ¨¦poca del a?o. Algunas tribus preindustriales como los hadzas, del norte de Tanzania, o los san, de Namibia, siguen un patr¨®n bif¨¢sico en los meses m¨¢s calurosos del verano, con una siesta de entre 30 y 40 minutos al principio de la tarde. Luego, durante los meses m¨¢s fr¨ªos del invierno, cambian a un patr¨®n de sue?o en gran parte monof¨¢sico.
Incluso cuando siguen un patr¨®n de sue?o monof¨¢sico, el tiempo de sue?o observado en las culturas preindustriales no es como el nuestro. Por lo general, los miembros de la tribu se ir¨¢n a dormir dos o tres horas despu¨¦s de la puesta de sol, sobre las nueve de la noche. Su episodio de sue?o nocturno acabar¨¢ alrededor del amanecer. ?Te has preguntado alguna vez sobre el significado del t¨¦rmino "medianoche"? Obviamente, significa la mitad de la noche, o, m¨¢s t¨¦cnicamente, el punto medio del ciclo solar. Y as¨ª es para el ciclo de sue?o de las culturas de cazadores-recolectores, y presumiblemente para todos los que vivieron antes. Ahora piensa en las normas de sue?o de nuestra cultura. La medianoche ya no es "la mitad de la noche". Para muchos de nosotros, la medianoche suele ser el momento en que decidimos consultar nuestro correo electr¨®nico por ¨²ltima vez, y ya sabemos lo que a menudo pasa despu¨¦s. Para agravar el problema, no dormimos m¨¢s por la ma?ana para compensar estos inicios de sue?o m¨¢s tard¨ªos. No podemos. Nuestra biolog¨ªa circadiana y las insaciables demandas de la vida postindustrial a primera hora de la ma?ana nos niegan el sue?o que tanto necesitamos. Hubo un tiempo en que nos ¨ªbamos a la cama al anochecer y nos despert¨¢bamos con las gallinas. Ahora muchos de nosotros seguimos despert¨¢ndonos a la hora de las gallinas, pero el anochecer es simplemente la hora en que terminamos el trabajo en la oficina, qued¨¢ndonos todav¨ªa por delante muchas horas de vigilia. Adem¨¢s, muy pocos nos concedemos una siesta completa por la tarde, lo que contribuye todav¨ªa m¨¢s a nuestro estado de falta de sue?o.
'Por qu¨¦ dormimos'
Editorial: Capit¨¢n Swing
Autor: Matthew Walker
Traducci¨®n: Olga Bego?a Merino, Pablo Romero
P¨¢ginas: 416
Precio: 22 euros
Sin embargo, el sue?o bif¨¢sico no tiene un origen cultural. Es profundamente biol¨®gico. Todos los humanos, independientemente de su cultura o de su ubicaci¨®n geogr¨¢fica, sufren a media tarde un declive gen¨¦ticamente codificado de su estado de alerta. F¨ªjate en cualquier reuni¨®n despu¨¦s de la hora de comer alrededor de una mesa de juntas y esto se te har¨¢ evidente. Como marionetas cuyos hilos se sueltan y luego vuelven a tensarse r¨¢pidamente, las cabezas comenzar¨¢n a caer y a levantarse de golpe. Estoy seguro de que has experimentado alguna vez uno de esos ataques de somnolencia que parece apoderarse de ti, como si tu cerebro se fuera a dormir a una hora inusualmente temprana.
Tanto t¨² como el resto de asistentes a la reuni¨®n est¨¢is siendo v¨ªctimas de una ca¨ªda de la alerta evolutivamente impresa que favorece una siesta vespertina, llamada somnolencia postprandial (del lat¨ªn prandium, comida). Este breve descenso de la vigilia, desde un estado de alerta de alto grado a otro de bajo nivel, refleja una necesidad innata de echarse una siesta por la tarde. Parece ser una parte normal del ritmo diario de la vida. Si alguna vez tienes que hacer una presentaci¨®n en el trabajo, por tu propio bien (y por el del estado consciente de tu audiencia), si puedes, evita esas horas.
Lo que se hace muy evidente cuando reparas en estos detalles es que la sociedad moderna nos ha apartado de lo que deber¨ªa ser una organizaci¨®n preestablecida del sue?o bif¨¢sico, el que nuestro c¨®digo gen¨¦tico trata de reavivar cada tarde. El abandono del sue?o bif¨¢sico empez¨® cuando pasamos de una existencia agr¨ªcola a otra industrial, o tal vez incluso antes.
En Grecia, aquellos que abandonaron la siesta habitual vieron incrementado el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular en un 37%
Los estudios antropol¨®gicos de los cazadores-recolectores de la ¨¦poca preindustrial tambi¨¦n han disipado un mito popular acerca de c¨®mo los seres humanos deber¨ªamos dormir. Alrededor del final de la era moderna temprana (a finales del siglo XVII y principios del XVIII), los textos hist¨®ricos sugieren que los europeos occidentales dorm¨ªan dos largos per¨ªodos por la noche, separados por varias horas de vigilia. Entre estos dos per¨ªodos de sue?o gemelos, a veces llamados primer sue?o y segundo sue?o, le¨ªan, escrib¨ªan, rezaban, hac¨ªan el amor e incluso hac¨ªan vida social.
Sin embargo, el hecho de que las culturas preindustriales estudiadas hasta la fecha no hayan mostrado una forma de sue?o similar, en dos tandas nocturnas, sugiere que esta no es la forma de sue?o natural programada evolutivamente. M¨¢s bien parece tratarse de un fen¨®meno cultural que se populariz¨® con la migraci¨®n a Europa occidental. Por otra parte, no existe ning¨²n ritmo biol¨®gico ¡ªcerebral, neuroqu¨ªmico o metab¨®lico¡ª que apunte a una necesidad humana de estar despierto varias horas en mitad de la noche. El verdadero patr¨®n de sue?o bif¨¢sico ¡ªpara el cual existe evidencia antropol¨®gica, biol¨®gica y gen¨¦tica, y sigue siendo medible en todos los seres humanos hasta la fecha¡ª es el que consiste en un episodio m¨¢s largo de sue?o continuado por la noche, seguido de una siesta corta a media tarde.
Aceptando que este es nuestro patr¨®n natural de sue?o, ?llegaremos a saber con certeza alguna vez qu¨¦ tipo de consecuencias tiene para nuestra salud haber abandonado el sue?o bif¨¢sico? Esta forma de dormir que incorpora la siesta se practica en distintas culturas de todo el mundo, incluidas las regiones de Am¨¦rica del Sur y la Europa mediterr¨¢nea. Cuando yo era un ni?o, en la d¨¦cada de 1980, fui de vacaciones a Grecia con mi familia. Mientras camin¨¢bamos por las calles de las principales ciudades griegas que visitamos, ve¨ªa carteles colgados en los escaparates que eran muy diferentes de los que estaba acostumbrado a ver en Inglaterra. Dec¨ªan: ?Abierto de nueve de la ma?ana a una de la tarde, cerrado de una a cinco, abierto de cinco a nueve?.
Las sociedades que han incorporado la siesta a sus h¨¢bitos se han descrito como "los lugares donde las personas se olvidan de morir"
En la actualidad, quedan pocos de esos carteles en las tiendas de Grecia. Antes del cambio de milenio, se vivi¨® una presi¨®n cada vez mayor para abandonar la pr¨¢ctica de la siesta en Grecia. Un equipo de investigadores de la Escuela de Salud P¨²blica de la Universidad de Harvard decidi¨® cuantificar las consecuencias para la salud de este cambio radical estudiando a m¨¢s de 23.000 adultos griegos, hombres y mujeres de 20 a 80 a?os de edad. Los investigadores se centraron en los efectos cardiovasculares, haciendo un seguimiento del grupo durante un per¨ªodo de seis a?os, a lo largo de los cuales muchos de ellos dejaron de dormir la siesta.
Como en innumerables tragedias griegas, el resultado final fue desgarrador, pero aqu¨ª de la manera m¨¢s seria y literal. Ninguno de los pacientes ten¨ªa antecedentes de enfermedad coronaria o accidente cerebrovascular al comienzo del estudio. Sin embargo, en ese per¨ªodo de seis a?os, aquellos que abandonaron la siesta habitual vieron incrementado el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular en un 37% en comparaci¨®n con aquellos que mantuvieron las siestas regulares durante el d¨ªa. El efecto fue especialmente intenso en los trabajadores, donde el riesgo de mortalidad resultante de prescindir de la siesta aument¨® en m¨¢s del 60%.
El anterior es un excepcional estudio que deja patente un hecho: cuando abandonamos la pr¨¢ctica innata del sue?o bif¨¢sico, nuestras vidas se acortan. Tal vez por eso no es sorprendente que en los peque?os enclaves de Grecia donde la costumbre de la siesta permanece intacta, como en la isla de Ikaria, los hombres tengan casi cuatro veces m¨¢s probabilidades de llegar a los 90 a?os que los hombres estadounidenses. Las sociedades que han incorporado la siesta a sus h¨¢bitos se han descrito como "los lugares donde las personas se olvidan de morir". La pr¨¢ctica del sue?o bif¨¢sico natural y una dieta saludable parecen ser las claves para una larga vida.
Puede seguir a Materia en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirse aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.