Vivir y convivir
El 10-N se ha convertido en el escenario perfecto para favorecer un realineamiento patri¨®tico de alto voltaje emocional sobre Espa?a
La pol¨ªtica en nuestro pa¨ªs se ha convertido en una discusi¨®n ag¨®nica sobre la Espa?a que somos, la que debemos ser, la que quieren que seamos o la que podemos aspirar a ser. Nada invita a pensar que los partidos quieran generar entusiasmo en el votante propio, adem¨¢s de sacar de su letargo al abstencionista o desmovilizar al del adversario centrando el mensaje en una simple bater¨ªa de propuestas encaminadas a resolver la gobernabilidad y los problemas del pa¨ªs. El 10-N se ha convertido, m¨¢s bien, en el escenario perfecto para favorecer un realineamiento patri¨®tico de alto voltaje emocional sobre Espa?a, aunque esta opci¨®n contribuya poco al prop¨®sito de consensuar soluciones que incidan directamente en el bienestar de los ciudadanos.
La todav¨ªa no resuelta (y seriamente enquistada) cuesti¨®n catalana ha arrastrado de nuevo la conversaci¨®n p¨²blica a una reflexi¨®n tambi¨¦n de corte nacionalista sobre Espa?a, donde las posiciones extremas y exageradas convierten en sospechoso cualquier planteamiento que, sin desobedecer el marco jur¨ªdico vigente, se muestre favorable al entendimiento. En este momento, la situaci¨®n no invita a la mistura, ni a la mesura. M¨¢s bien al contrario. Nadie parece renunciar a gobernar Espa?a desde la concepci¨®n propia, sin aceptar que la realidad que impondr¨¢ el pr¨®ximo lunes exigir¨¢ enriquecerla con las aportaciones de quienes tambi¨¦n obtengan representaci¨®n parlamentaria.
Desde esta configuraci¨®n de la acci¨®n pol¨ªtica, gobernar Espa?a se convierte en una pugna descarnada por imponer una concepci¨®n de pa¨ªs que indefectiblemente ser¨¢ rechazado por una parte significativa de la ciudadan¨ªa, adem¨¢s de convertirse por s¨ª misma en un relato de gobierno para la oposici¨®n. Se trata, a mi entender, de una f¨®rmula in¨²til para hacer avanzar un proyecto colectivo en la medida en que las agendas y contraagendas dificultan las mejoras incrementales. Para que ello ocurra es necesario sacar la leg¨ªtima discrepancia del debate sobre las distintas Espa?as y reubicarla en el per¨ªmetro de las pol¨ªticas p¨²blicas que mejor resuelven los problemas del pa¨ªs.
A partir de lo expuesto, creo que es recomendable romper esta din¨¢mica de confrontaci¨®n sobre identidades que distrae nuestra atenci¨®n en un debate m¨¢s melanc¨®lico que productivo. Hemos gastado demasiadas energ¨ªas en discutir hasta la extenuaci¨®n qu¨¦ somos, cuando la mera observaci¨®n de la realidad ya ofrece evidencias sobre la pluralidad que tenemos que ser capaces de administrar. Valdr¨ªa la pena concentrar ahora los esfuerzos en definir proyectos de gobernabilidad fuertes que aglutinen amplias mayor¨ªas en torno a f¨®rmulas pol¨ªticas de entendimiento orientadas a reforzar la deteriorada cohesi¨®n econ¨®mica, social y territorial del pa¨ªs. El 10-N los espa?oles no votamos sobre Espa?a. Tampoco sobre Catalu?a. Votamos a qui¨¦n le otorgamos la confianza para que arbitre soluciones a los problemas de un pa¨ªs que no ignora los compromisos que tambi¨¦n ha asumido con Europa y con el mundo. Y lo hacemos, claro est¨¢, pensando en c¨®mo queremos vivir para que en Espa?a siga resultando posible convivir.
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