Guaid¨®: balance de una estrategia
La v¨ªa propuesta por el opositor y la coalici¨®n de fuerzas pol¨ªticas que lo apoya para lograr un cambio de Gobierno luce ya tan agotada como liquidado el correlato estadounidense que le brind¨® apoyo
Las ¨²ltimas semanas han turbado muchas ideas sobre nuestra Am¨¦rica que hasta ahora estuvieron, quiz¨¢, demasiado c¨®modamente aposentadas. Felizmente, las mejores cabezas de entre todas las que, dentro y fuera de la regi¨®n, piensan en nuestros asuntos ya aportan luces sobre los estremecedores acontecimientos de Quito, Santiago y Culiac¨¢n, as¨ª como de los recientes resultados electorales en Bogot¨¢, La Paz, Montevideo y Buenos Aires.
Sin embargo, la inmanente conflictividad de la regi¨®n nos ha increpado con hechos tan crudos y palabras tan airadas que no s¨¦ si para vencer la desaz¨®n que mortifica por igual a los dem¨®cratas mexicanos, bolivianos o chilenos tanto como a argentinos y peruanos, baste con hacer la distinci¨®n, ya en boca de todos los pundits, entre pobreza y desigualdad.
No es que hacer esa distinci¨®n no resulte fundamental: se la echaba de menos hace tiempo y, desde luego, saber formularla con todas sus razones, palabras y cifras es ya buen comienzo. Solo que, ya de muy antiguo, sobran razones para temer la proverbial miop¨ªa y morosidad de nuestras ¨¦lites econ¨®micas y de nuestra clase pol¨ªtica. Demasiada gente, adem¨¢s, da por buenas las teor¨ªas conspirativas que achacan absolutamente todo lo que en el Caribe llamar¨ªamos el revol¨² suramericano a una proterva maquinaci¨®n concebida en La Habana, alentada por los foros de S?o Paulo y de Puebla y ejecutada por agentes de Nicol¨¢s Maduro infiltrados en el tsunami continental de refugiados venezolanos.
Algo habr¨¢ de todo ello, qui¨¦n duda que Maduro y sus manejadores y aliados ¡ªque son muchos y no todos cubanos¡ª quieran avivar la quemaz¨®n y remuevan las brasas, pero acercase a las complejas singularidades de cada pa¨ªs es, sin duda, el m¨¢s seguro ant¨ªdoto contra las siempre traicioneras sobresimplificaciones. Venezuela ofrece al respecto, y justo en la actual coyuntura regional, inquietantes elementos dignos de la mayor atenci¨®n. Para comenzar, y va dicho sin ¨¢nimo aguafiestas, se advierte el agotamiento de la que, buscando agilidad narrativa, llamar¨¦ estrategia Guaid¨®. La v¨ªa propuesta por Guaid¨® y la coalici¨®n de fuerzas pol¨ªticas que lo apoya para lograr este a?o un cambio de Gobierno en Venezuela luce ya tan agotada dentro del pa¨ªs como liquidado el correlato estadounidense que le brind¨® apoyo desde enero pasado: la doctrina Bolton.
M¨¢s a¨²n, me atrevo a decir que al adherirse de modo tan estrecho a una estrategia que, como la de Bolton, era unilateral e inactual prolongaci¨®n de los maniqueos automatismos de la Guerra Fr¨ªa, Guaid¨® cortej¨® ciegamente el infarto masivo del 30 de abril. Y, de rechazo, contribuy¨® a la reacci¨®n antiestadounidense que amaga ya con azotar el continente.
Ofrecer a los corruptos altos mandos venezolanos la deslucida zanahoria de una amnist¨ªa al tiempo que el garrote mojado de una improbable intervenci¨®n militar gringa para inducirlos a tutelar una transici¨®n acordada hacia unas elecciones libres pudo lucir fina estrategia solo hasta el momento en que la dictadura demostr¨® tener en un pu?o el factor militar de la ecuaci¨®n.
La brutal arrogancia con que la dictadura ha afrontado la repulsa mundial ante sus flagrantes violaciones a los derechos humanos testimonia la solidez del apoyo que los militares venezolanos a¨²n le brindan. Es cierto que ese apoyo no es monol¨ªtico. As¨ª como hubo desertores, hoy por completo inertes en su exilio, as¨ª tambi¨¦n centenares de oficiales y subalternos opositores de todas las armas han sido encarcelados o torturados hasta morir.
El capit¨¢n de corbeta Rafael Acosta fue apresado y torturado hasta morir en v¨ªsperas de la visita de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos que precedi¨® a la presentaci¨®n de su devastador e incontrovertible informe. Nada de esto pudo impedir que Maduro ocupe hoy un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de al ONU. Persiste, pues, el hecho sangrante de que Guaid¨® no logr¨® fracturar, ni con la oferta de amnist¨ªa sin impunidad ni con nebulosas amenazas de una intervenci¨®n armada, al factor militar.
Con lo que ahora, descontando los a¨²n controvertidos logros en la aseguraci¨®n del patrimonio petrolero de la naci¨®n, con los di¨¢logos de Oslo desactivados, las duras objeciones de la UE y el Grupo Internacional de Contacto a las trapisondas electoreras de Maduro y su cen¨¢culo de peleles partidos de malet¨ªn, Juan Guaid¨® solo cuenta con el respeto y el fervor que el arrojo, la inteligencia y la gallard¨ªa por ¨¦l demostradas durante el a?o m¨¢s esperanzador, y a la vez uno de los m¨¢s tr¨¢gicos de todos los tortuosos tiempos venezolanos, han infundido en su pueblo.
Ese fervor y ese respeto, ganado valerosamente a la vista del mundo, ha sido su mejor ganancia. No es poca cosa para enfrentar lo que en lo sucesivo le depare su carrera pol¨ªtica.
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