El blues de CITGO
Ir¨®nicamente, es el gobierno de Juan Guaid¨® quien debe honrar, a fin de mes y sin falta, una deuda de 913 millones de d¨®lares o Venezuela perder¨¢ la petrolera por completo
Fui a Oklahoma City porque me dijeron que all¨ª encontrar¨ªa a Roberto Mandini.
Llevaba la idea de entrevistarlo para un matutino caraque?o. Mandini era, a la saz¨®n, presidente de CITGO, el gigante refinador de crudos y comercializador de combustibles de los Estados Unidos y hasta hoy, uno de los activos m¨¢s importantes de Petr¨®leos de Venezuela en el exterior.
Est¨¢bamos a fines de 1999. Hugo Ch¨¢vez hab¨ªa ganado la presidencia de la rep¨²blica a fines del a?o anterior. En su af¨¢n por desalojar del todo a la plana mayor gerencial de Petr¨®leos de Venezuela y tomar por asalto la empresa estatal, Mandini habr¨ªa de ser una a las primeras v¨ªctimas.
Sin embargo, cuando me recibi¨®, Mandini estaba como quien dice en c¨ªrculo de espera, antes de ser designado por pocos meses presidente de Petr¨®leos de Venezuela (PDVSA).
Ch¨¢vez, reci¨¦n llegado a Miraflores, al parecer no sab¨ªa a¨²n lidiar con la arrogante ¨¦lite petrolera de entonces. Por otra parte, y en aquel momento, muchos altos gerentes se sintieron con m¨¦ritos para ocupar la presidencia de PDVSA, en atenci¨®n a la idea ¡ªque la fallida huelga de gerentes y t¨¦cnicos de 2002-2003 demostr¨® dolorosamente falsa¡ª de que la directiva petrolera era no solamente imprescindible sino intocable. Mandini era uno de ellos.
Cuando al fin fue nombrado presidente de la estatal, Ch¨¢vez se cuid¨® de imponerle a uno de sus incondicionales como comisario pol¨ªtico. Al cabo de unos meses, el comisario termin¨® siendo el presidente de PDVSA. As¨ª comenzaba el largo pulso entre Ch¨¢vez y la tecnocracia petrolera que solo terminar¨ªa con el despido masivo, en 2003, de casi 20.000 gerentes y t¨¦cnicos de alto desempe?o.
Por el tiempo de aquella entrevista, y desde 1990, CITGO dispon¨ªa de ocho refiner¨ªas, m¨¢s de 60 terminales de almacenamiento de crudo y refinados y una red de distribuci¨®n de casi 15.000 estaciones de servicio.
La semana que viene, la refinadora, ya muy disminuida e hipotecada en parte a los rusos, pero cuyo valor comercial a¨²n se estima en unos 9.000 millones de d¨®lares, puede verse desmembrada para siempre como desenlace de una compleja bataola legal que involucra ¨¢vidos tenedores de bonos vencidos y otros acreedores de la Rep¨²blica Bolivariana de Venezuela.
Ir¨®nicamente, CITGO ahora se halla bajo la potestad del presidente encargado Juan Guaid¨®. Es su gobierno quien debe honrar sin falta, a fines de este mes, una deuda de 913 millones de d¨®lares o la naci¨®n perder¨¢ CITGO por completo. Una parada m¨¢s en la espiral descendente hacia la irrelevancia econ¨®mica de lo que fue un gran pa¨ªs petrolero.
Guardo de Mandini el recuerdo de un hombre zarandeado por la mar gruesa que para todo el estamento gerencial petrolero signific¨® el arribo de Ch¨¢vez al poder. El comisario encargado de marcar a Mandini era literalmente un err¨¢tico exguerrillero urbano de las desaparecidas FALN (Fuerzas Armadas de Liberaci¨®n Nacional), sin mayor calificaci¨®n gerencial que su ciega obsecuencia ante Ch¨¢vez.
Mandini, en cambio, hab¨ªa presidido durante a?os una importante y exitosa filial de PDVSA. El Harvard Business Review dedic¨® todo un reportaje a sus innovaciones en el ¨¢rea gerencial petrolera. Era un producto t¨ªpico de la meritocracia de la que, con raz¨®n, se ufanaba Petr¨®leos de Venezuela.
Mientras fue solo un candidato a la presidencia de la estatal, su posici¨®n en CITGO era un cargo honor¨ªfico transitorio; el hombre que verdaderamente cortaba el bacalao del d¨ªa a d¨ªa en CITGO era un nativo de aquellas praderas, con ancestro Sioux. Puesto de perfil, se dir¨ªa que Dave Tipeconnick hab¨ªa posado para el logo de los cigarrillos Pielroja.
A mis preguntas sobre el futuro inmediato de la industria bajo Ch¨¢vez, Mandini respond¨ªa cautamente, como para no arruinar ¡ªas¨ª me pareci¨®¡ª sus posibilidades futuras.
Era cosa sabida, desde la campa?a electoral, la resentida ojeriza que Ch¨¢vez sent¨ªa por PDVSA, una corporaci¨®n meritocr¨¢tica que, a comienzos del siglo XXI, lleg¨® a contarse entre las primeras seis primeras transnacionales del mundo en lo tocante a eficiencia, productividad y valor comercial. ?Era posible un modus vivendi entre los petroleros y los que ven¨ªan a componerlo todo?
Lleg¨® al fin el momento en que sent¨ª a Mandini dispuesto a hacer a un lado la compostura corporativa y adentrarse en lo cenagosamente pol¨ªtico. ?Lograr¨ªa la nomenklatura de PDVSA, presa codiciada por los talibanes bolivarianos, asegurarse un feudo de intocables tecn¨®cratas?
Mandini se ech¨® hacia atr¨¢s en su silla, adopt¨® un continente comunicativo y encendi¨® un cigarrillo. ¡°Yo te voy a contar la clase de hijo de puta que es Ch¨¢vez¡±, dijo con fiereza. Justo en ese momento, Dave, el pielrroja, pas¨® frente a la oficina y desde el pasillo, con mucho desparpajo, sin detenerse siquiera, le record¨® la prohibici¨®n de fumar.
La entrevista continu¨® entre el vest¨ªbulo del edificio y el estacionamiento abierto. Para cuando llegamos all¨ª, Mandini hab¨ªa cambiado de parecer y ya no quiso contarme qu¨¦ clase de tipo era Ch¨¢vez. El intercambio, azotado por el viento de las praderas, se escurri¨® ente generalidades sobre el negocio global de los productos refinados. Luego de despedirnos, pude ver desde el taxi que se animaba a encender otro cigarrillo y all¨ª se qued¨® otro rato, solo y pensativo, capeando con su chaqueta rompevientos la intemperie de Oklahoma.
Roberto Mandini falleci¨® en 2017.
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