¡®El astillero¡¯
Cada vez que pienso en Venezuela, en lugar de pensar en las unidades de exterminio, pienso en un tanquero, propiedad de la petrolera estatal y varado en Portugal
Las invariablemente tr¨¢gicas noticias que llegan de Venezuela se agolpan unas con otras y a todos nos desazona la abrumadora magnitud de lo que traen.
Sin embargo, son misteriosas las leyes que rigen el registro de oprobios y verg¨¹enzas y el lugar que, en la escala del asombro, asigna nuestra memoria a cada suceso. Desde hace semanas, cada vez que pienso en Venezuela, en lugar de pensar en las unidades de exterminio o en las madres desplazadas, pienso en un tanquero ¡ªParnaso, se llama¡ª, propiedad de la petrolera estatal venezolana y varado durante meses en Portugal, junto con su cargamento de crudo, por orden de un tribunal mercantil local. El armador del buque, un consorcio alem¨¢n, demanda por impago del flete.
Hace tiempo que la tripulaci¨®n, hambrienta y librada a su suerte, abandon¨® calladamente la nave.
La nave y su carga fueron sacados a remate el mes pasado, el precio base fue de 6.400 millones de d¨®lares. No es el ¨²nico caso en que un tanquero de bandera venezolana es asegurado junto con su carga en un juicio similar. Algunos expertos presumen que el abandono del Parnaso delata un cabo suelto en alg¨²n il¨ªcito comercio minorista de crudo.
As¨ª como al narcotr¨¢fico a veces se le extrav¨ªa un cargamento, el Parnaso pudo haber sido un Holand¨¦s Errante perdido para los monitores satelitales que rastrean d¨ªa y noche el tr¨¢fico global de crudo. Y tambi¨¦n para los ladrones que en alg¨²n momento quiz¨¢ se encogieron de hombros. Estas cosas suceden.
La imagen del tanquero minorista persiste en mi mente junto a la de una obra del pintor y muralista caraque?o H¨¦ctor Poleo (1918-1989), robada de la residencia del embajador venezolano en Washington.
Se trata de La mu?eca rota, una inquietante muestra de lo que se ha llamado ¡°surrealismo social¡±. Junto con ella, fueron sustra¨ªdos una Vista del ?vila, del paisajista Manuel Cabr¨¦ y un Retrato de Juanita, de Armando Rever¨®n, genio inclasificable. El robo fue advertido por los nuevos ocupantes de la residencia. Carlos Vecchio, el embajador designado por el presidente encargado Juan Guaid¨®, estima en un mill¨®n de d¨®lares el monto de lo saqueado. La Secretar¨ªa del Tesoro y los Carabineros italianos colaboran en el esclarecimiento del caso. Las sospechas recaen hasta ahora sobre los funcionarios maduristas desalojados por la diplomacia de Guaid¨®.
Leo un reportaje firmado el 3 de octubre pasado por las periodistas venezolanas Fabiola Zerpa y Luc¨ªa Kassai para la agencia Bloomberg. Su audaz traves¨ªa por la c¨¦lebre Faja Petrol¨ªfera del Orinoco, burlando patrullas militares y partidas armadas del hampa local, se lee como el cap¨ªtulo inicial de un best seller postapocal¨ªptico.
Su asunto es el desguace y saqueo de las instalaciones petrol¨ªferas destinadas a la explotaci¨®n del territorio que produce m¨¢s del 90% del cada d¨ªa menguante flujo de crudo pesado venezolano.
Hace dos a?os, y de acuerdo con los registros de la prestigiada empresa de servicios Baker Hughes, la naci¨®n contaba con 48 ya deficitarios taladros en actividad; en 1997, eran 119. Hoy, son solo 23 los taladros en producci¨®n. Consid¨¦rese que un yacimiento comparable en tama?o al de la Faja, el del P¨¦rmico que se extiende bajo los estados de Texas y Nuevo M¨¦xico, surt¨ªa en agosto pasado 436 taladros.
El reportaje de Kassai y Zerpa documenta el desmantelamiento furtivo ¡ªy a veces, no tan furtivo¡ª de taladros, cabrias, remolcadores estaciones de producci¨®n, plataformas marinas de distribuci¨®n, terminales de embarque, embarcaciones, veh¨ªculos terrestres y unidades de vivienda. La canibalizaci¨®n de piezas de maquinaria posibilita, a trancas y barrancas, el funcionamiento de las contadas instalaciones de mejoramiento de crudo extrapesado a¨²n activas.
La cabeza de un ¨¦mbolo desaparece y se reporta da?ada. Se ordena la compra de un ¨¦mbolo de recambio. Al llegar ¨¦ste, reaparece la pieza extraviada y la nueva se ofrece en venta a precio de oro. Un cl¨¢sico de la corrupci¨®n ya visto mil veces en la industria petrolera de la antigua URSS y sus sat¨¦lites.
Generadores port¨¢tiles de electricidad, compresores de aire operados con Di¨¦sel, cables de cobre, herramientas de precisi¨®n, man¨®metros, extractores de sulfuros, v¨¢lvulas, equipos de comunicaci¨®n, nada es despreciado por el frenes¨ª del saqueo alentado, en un pa¨ªs hambriento, por la indiferencia, la incuria y la ineptitud de los gerentes militares de la estatal.
Son miles los operarios petroleros que hoy no hallan mejor forma de sobrevivir que desguazar y revender valioso equipo industrial. Este comercio sostiene a duras penas la magra producci¨®n de empresas conjuntas con Rusia y otros pa¨ªses activas en la Faja.
¡°Cerca de la costa [en el oriente del pa¨ªs], flotan dos monoboyas en desuso¡±, dice el reportaje que comento. ¡°Las monoboyas son unidades marinas de transferencia de crudo. Tienen el tama?o de un autob¨²s. Su compra fue encargada cuando Venezuela planeaba exportar tres millones de barriles diarios. De color amarillo, las monoboyas, cuyo precio en el mercado internacional puede alcanzar los 30 millones de d¨®lares, est¨¢n literal y metaf¨®ricamente muertas en el agua: debido a las sanciones [estadounidenses], es imposible venderlas¡±.
Todo esto me recuerda el paulatino desmantelamiento, furtivo y sin futuro, del astillero embargado a orillas de un afluente del Plata, en la novela del mismo nombre escrita por el genial Juan Carlos Onetti a mediados del siglo pasado. Merece formar parte de los papeles p¨®stumos de un petroestado llamado Venezuela.
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