La cultura, humillada y relegada al Ministerio de Turismo brasile?o
Un Gobierno que desprecia y hasta combate la fuerza vital de la cultura est¨¢ condenado al fracaso

En el torbellino de noticias pol¨ªticas que agitan Brasil, ha pasado desapercibida la grave decisi¨®n del presidente Jair Bolsonaro de relegar la cultura al Ministerio de Turismo. Desde que naci¨® este Gobierno, se advirti¨® enseguida que la rica cultura brasile?a a nadie le interesaba.
El Gobierno naci¨® con la cultura sin categor¨ªa de Ministerio. Primero fue arrinconada en el Ministerio de la Ciudadan¨ªa, pero all¨ª tampoco parece haber interesado y ahora Bolsonaro la acaba de encarcelar en el Ministerio de Turismo. ?Tanto miedo da la cultura o es solo el desprecio propio de algo que se considera in¨²til?
Cuando comenc¨¦ como corresponsal en Brasil de este diario, desde la redacci¨®n de Madrid me ped¨ªan ¨²nicamente temas de cultura. Les interesaba menos la pol¨ªtica. Mi primer articulo de los miles que llevo escritos sobre este pa¨ªs fue sobre un nuevo disco que acababa de salir de Chico Buarque. En Espa?a, Brasil interesaba ya entonces, a principios del 2000, sobre todo por su despertar cultural.
La pregunta que habr¨ªa que hacerse es por qu¨¦ ese miedo a la cultura. Quiz¨¢ porque es, en todos sus aspectos: desde el art¨ªstico al literario, un poderoso instrumento de liberaci¨®n. La cultura nos hace conscientes de la riqueza de dar vida a algo nuevo e inesperado. Es siempre una explosi¨®n de vitalidad a nivel personal y colectivo. Los pa¨ªses m¨¢s cultos son tambi¨¦n los m¨¢s libres y con mejor calidad de vida.
La cultura no puede ser vista como algo propio de una ¨¦lite. La cultura es m¨²sica, es arquitectura, es poes¨ªa, es todo lo que es capaz de expresar el ser humano. Es el fruto de todo lo que nace. La cultura nos hace no solo m¨¢s libres, sino tambi¨¦n m¨¢s pac¨ªficos, m¨¢s acogedores de lo nuevo, m¨¢s abiertos al di¨¢logo y m¨¢s lejanos de la violencia. La cultura lleva siempre el germen de una revoluci¨®n latente para ensanchar los horizontes de la vida. Le da miedo a los intolerantes porque crea nuevos espacios de felicidad, de placer del esp¨ªritu y hasta de la carne.
La cultura crea democracia, abre las alas del pensamiento positivo. As¨ª la ve¨ªa el gran poeta brasile?o Ferreira Gullar, cuando afirmaba: ¡°No quiero tener raz¨®n, quiero ser feliz¡±. La incultura, la zafiedad, la intolerancia se reflejan en el lenguaje. Junto a la fuerza y sutileza de la poes¨ªa de Gullar, contrasta, por ejemplo, el lenguaje de los exacerbados del bolsonarismo: ¡°Jair (Bolsonaro) tiene que darle un porrazo a ese hijo de puta¡±, afirma Fabrizio Quieroz en una grabaci¨®n, refiri¨¦ndose al presidente de la C¨¢mara, Rodrigo Maia. La incultura degrada hasta el lenguaje, una de las mayores invenciones del ser humano. Y es la falta de la misma la que provoca la violencia, que nace verbal y acaba en muerte.
El concepto de cultura va m¨¢s all¨¢ del arte y de su fruici¨®n y ha sido siempre asociada a la civilizaci¨®n y al progreso. Lo contrario de la cultura es la barbarie, la degradaci¨®n de los mejores valores de la humanidad. La etimolog¨ªa, del lat¨ªn, evoca el cultivo de la tierra. Es la que crea los frutos y por ello ha sido siempre relacionada con la vida, con todo lo que aparece nuevo. La cultura da miedo a quienes apuestan por la violencia y la muerte, por la cara negativa de las cosas y no por la creaci¨®n. As¨ª le ocurre a los reg¨ªmenes pol¨ªticos autoritarios, negativos, que buscan el enfrentamiento y en los que el di¨¢logo es sacrificado en el altar de las intolerancias. Todos los autoritarismos de la historia han despreciado la cultura porque les daba miedo. Es incompatible con quienes apuestan por pol¨ªticas de muerte. Todos los fascismos acabaron quemando los libros, poniendo mordazas a la expresi¨®n y al pensamiento y humillando la cultura.
Uno de los s¨ªntomas de que en Brasil ¡ªy no s¨®lo aqu¨ª¡ª est¨¦ naciendo la incultura de la muerte m¨¢s que la de la vida, la de la intolerancia m¨¢s que la del di¨¢logo, es ese desprecio por la cultura que aqu¨ª ha llegado al culmen de ensuciar con insultos vulgares a la mejor actriz de este pa¨ªs: la nonogenaria Fernanda Montenegro. Todo porque adem¨¢s de una gran artista ha sido siempre una defensora de las libertades.
S¨ª, nada refleja mejor que la afirmaci¨®n del poeta Gullar, a quien la incultura de la intolerancia oblig¨® al exilio, que siempre es preferible la felicidad a querer a toda costa llevar raz¨®n. Un gobierno que desprecia y hasta combate la fuerza vital de la cultura, tarde o temprano, est¨¢ llamado al fracaso, ya que intentar matar esa fuerza creativa es como querer eliminar la vida misma. O como dec¨ªa el otro gran poeta brasile?o Manuel de Barros: "Es como querer recoger agua en un cedazo". Pueden levantar muros de intolerancia. Ser¨¢ in¨²til. He visto nacer plantas entre las grietas del cemento.
Los cultivadores de muerte se olvidan que, ni las rejas de la c¨¢rcel, ni las torturas, ni los exilios forzados ser¨¢n capaces de matar ese instinto de vida y felicidad que caracteriza a los humanos. Fue en el exilio en Argentina, donde Gullar escribi¨® sus mejores versos en Poema Sucio. Lo quieran o no, todos los gobiernos que castran y persiguen la cultura acabar¨¢n derrotados por la fuerza del instinto vital de quienes se niegan a ser esclavos.
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