Gran acuerdo sin emboscar a la democracia
Es urgente sentar las bases que impidan que Colombia pierda el rumbo democr¨¢tico, la polarizaci¨®n gane la partida y el odio destruya el futuro
En 1991 un amplio consenso pol¨ªtico forjado desde la ciudadan¨ªa hizo posible una nueva Constituci¨®n, firmada por representantes de un pa¨ªs pluricultural y multi¨¦tnico que hab¨ªa decidido el cambio pac¨ªfico. A 28 a?os de esa epopeya democr¨¢tica es urgente un nuevo pacto social y pol¨ªtico. No un acuerdo de ¨¦lites, sino uno que interprete las nuevas realidades de una Colombia distinta a la de entonces.
En 1990 los j¨®venes entendimos que hab¨ªa llegado la hora de derrumbar pac¨ªficamente la muralla legal que por 100 a?os hab¨ªa impedido una profunda transformaci¨®n social y pol¨ªtica. La Constituci¨®n de 1886 era una camisa de fuerza que manten¨ªa a Colombia atada al pasado y a la violencia. En las aulas universitarias germin¨® la idea de una Constituyente, que se convirti¨® en una sinfon¨ªa de voces que traspas¨® todos los l¨ªmites y fronteras. De las aulas pasamos a las calles, y al grito callado de la Marcha del Silencio en 1989, se unieron las organizaciones sociales, los sindicatos, los partidos pol¨ªticos, los medios de comunicaci¨®n, la Iglesia y luego las altas Cortes.
Una democracia fuerte no puede sentir p¨¢nico con la protesta social. Ni la deslegitima, ni muchos menos la menosprecia, la estigmatiza o la distorsiona con propaganda sustentada en el miedo. Una democracia fuerte reconoce la legitimidad de la protesta social y hace de ella una oportunidad para escuchar el latido profundo de la opini¨®n p¨²blica, sintonizarse con los nuevos tiempos y enderezar el camino. Y dependiendo de los decibeles que alcance el coro ciudadano y la dimensi¨®n de sus reclamos, un l¨ªder visionario tiene en sus manos un men¨² de salidas pac¨ªficas a las crisis, que incluyen respuestas sociales efectivas a viejos problemas.
Un gobierno democr¨¢tico entiende que la salida a la crisis no es la fuerza arbitraria, sino el di¨¢logo social que impide llegar a los caminos sin retorno que conducen las sociedades al abismo de las tiran¨ªas, el populismo y las revoluciones sangrientas. En el 90, los estudiantes demostramos que sin violencia se pod¨ªa lograr la m¨¢s grande transformaci¨®n del ¨²ltimo siglo.
En un gobierno democr¨¢tico es el di¨¢logo social el ant¨ªdoto para la fiebre de los extremos pol¨ªticos y el regenerador de la confianza extraviada entre la clase dirigente y las organizaciones sociales; entre el Estado y la gente. Es hablando, no destruyendo, como las sociedades construyen su futuro. Es llegando al coraz¨®n de los pueblos como se gestan las transformaciones que marcan su destino. Es urgente sentar las bases que hagan posible un gran acuerdo pol¨ªtico que impidan que Colombia pierda el rumbo democr¨¢tico, la polarizaci¨®n nos gane la partida y el odio nos destruya el futuro.
El paro convocado por diversos actores sociales y pol¨ªticos el pr¨®ximo 21 de noviembre debe ser visto como una oportunidad para establecer una gran mesa de di¨¢logo social que conduzca a un amplio consenso pol¨ªtico. Una oportunidad para que el pa¨ªs se sacuda de los extremismos. No puede ser visto como un d¨ªa D para medir la capacidad de respuesta al Estado por la v¨ªa de la violencia, sino como un d¨ªa D para fortalecer la democracia por el camino del di¨¢logo.
El Ministerio P¨²blico ha promovido el di¨¢logo social a lo largo del territorio, sentando en un mismo escenario todo el espectro ideol¨®gico y social, para generar confianza y buscar salidas. El 21-N no es el d¨ªa cero para incendiar a Colombia. No es el d¨ªa del encapuchado que oculta su cara para demoler instituciones sino el d¨ªa del ciudadano que exige fortalecerlas en clave de justicia social.
Por eso, el primer y m¨¢s urgente llamado es a rechazar la violencia y la injerencia abusiva de los actores armados ilegales. Nadie que use la violencia o est¨¦ armado puede reclamar el derecho a ser escuchado. Solo quienes levanten la bandera de los cambios pac¨ªficos pueden tener asiento en un pacto social que nos vacune definitivamente contra la epidemia que vive el vecindario incendiado.
En el proceso de 1991 que hizo posible la Constituci¨®n que nos rige, es precisamente el manual que contiene todas las respuestas a tantas preguntas pendientes. La gran tarea de las nuevas generaciones es hacer realidad nuestra Carta y seguir adelante. La Procuradur¨ªa ser¨¢ garante de que el 21-N sea una protesta para exigir respuestas sociales sin violencia y no una fatal emboscada a la democracia.
Fernando Carrillo Fl¨®rez es el procurador general de Colombia.
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