Manual para comprar un guitarra el¨¦ctrica sin que se note que no tienes ni idea de tocarla
Cualquier persona que se pasee con una a cuestas despierta miradas de inter¨¦s porque, se sepa usar o no, este instrumento da pose e imprime car¨¢cter
El otro d¨ªa hice una de las cosas m¨¢s tontas que he hecho nunca: compr¨¦ una guitarra el¨¦ctrica. No es que sea una tonter¨ªa en s¨ª, claro, pero sin duda lo es si no tienes ni flores de tocarla, y ni la m¨¢s m¨ªnima intenci¨®n de aprender a hacerlo. Fue un arrebato. Es que yo me veo mucho a m¨ª mismo con una guitarra el¨¦ctrica. Me pega. Y hay que ver c¨®mo viste. Te pones una guitarra el¨¦ctrica, colgada con su correa, y te da pose, imprime car¨¢cter, eres alguien rodeado de misterio (?qu¨¦ tocar¨¢?). El grado cero de la esencialidad con la guitarra me lo mostr¨® este verano en un concierto un grupo de Formentera, Allsex, cuyo l¨ªder y guitarrista, Gen¨ªs Campillo, se qued¨® en pelota picada solo con su instrumento, y valga la polisemia. ?No le hac¨ªa falta nada m¨¢s! Es cierto que la guitarra era grande.
Como sab¨ªa que no podr¨ªa enga?arle hablando de los aspectos t¨¦cnicos, me hice pasar por productor de cine y le dije al dependiente que buscaba una guitarra efectista pero barata para una escena en la que el que la tocaba acababa destruy¨¦ndola a golpes, en plan The Who
Que yo no tenga habilidad para tocarla, dado que carezco totalmente de o¨ªdo y soy ajeno al solfeo desde ni?o, es solo un peque?o inconveniente, am¨¦n de una gran injusticia que no deber¨ªa afectar mi relaci¨®n con el instrumento. Pues bien, al final me decid¨ª y me compr¨¦ una guitarra, ?qu¨¦ pasa? Fui a la tienda y me puse a observarlas con mirada de experto. Las hab¨ªa sensacionales. Las mejores quedaban fuera de mi presupuesto. De hecho casi todas lo estaban. Pero, me dije, si no s¨¦ tocarla, qu¨¦ m¨¢s me da que sea buena, con que sea chula¡ Mientras estaba enfrascado en estas reflexiones, se me acerc¨® un dependiente. Como sab¨ªa que no podr¨ªa enga?arle hablando de los aspectos t¨¦cnicos, me hice pasar por productor de cine y le dije que buscaba una guitarra efectista pero barata para una escena en la que el que la tocaba acababa destruy¨¦ndola a golpes, en plan The Who. Qued¨® sorprendido y anonadado. Vi c¨®mo por sus ojos atravesaban sucesivamente el horror, la indignaci¨®n y la codicia. ¡°Hombre, queremos mucho nuestras guitarras¡ vender una para romperla¡ ?de qu¨¦ precio estamos hablando?¡±. Me hice con una Aria Pro II STG-series, de principiante y especial para ni?os. Me cost¨® casi cien pavos, pero solo por el rato paseando con ella y despertando miradas de inter¨¦s vali¨® la pena cada euro.
Estren¨¦ mi guitarra en mi fiesta de cumplea?os, donde no par¨¦ de tocarla, para sorpresa y alarma de los invitados, como un poseso (en estricto playback), interpretando de coraz¨®n temas de la Creedence, Magna Carta, Rolling Stones y Bruce Springsteen. Lo bord¨¦ como Mark Knopfler y Sting, me super¨¦ incluso en un Purple rain estremecedor y viv¨ª un momento inolvidable con un sentido Nothing else matters de Metallica. De tan metido en el papel me desoll¨¦ las yemas de los dedos y bautic¨¦ imp¨ªamente con sangre las cuerdas de la guitarra. De noche, ya harto del juego, trat¨¦ de quit¨¢rmela de encima ¨Cno puedes bailar lentos con la guitarra atravesada¨C pero no pude. Las manos no me obedec¨ªan y los dedos en carne viva segu¨ªan por su cuenta rasgando y golpeando las cuerdas. Era como lo de las diab¨®licas zapatillas rojas del cuento o lo del pacto luciferino de Robert Johnson en la Encrucijada del Diablo de Clarksdale, Misisip¨ª. Y segu¨ª tocando y tocando hasta el alba, cuando la m¨²sica ya hab¨ªa callado y nada brotaba de mi muda guitarra.
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