?Ll¨¢mame cuando llegues, por favor!

Hace poco, tuve la oportunidad de asistir a la presentaci¨®n del libro En lo m¨¢s ancho del Estrecho, del fotoperiodista Fernando Garc¨ªa Ar¨¦valo, con motivo de los 31 a?os de muertes en el Mediterr¨¢neo. Sus p¨¢ginas recopilan 25 a?os de trabajo dedicados a la captura de im¨¢genes relacionadas con procesos migratorios por todo el mundo. Fotograf¨ªas y textos de ?frica, Oriente Medio, Espa?a y el Mediterr¨¢neo. La intensidad de sus instant¨¢neas solo es comparable con las historias que hay detr¨¢s de las personas retratadas por el fotoperiodista.

Con generosidad cont¨® algunos de los momentos que m¨¢s hab¨ªan marcado su carrera y de todos sus viajes quiso destacar una noche en el Campo de Gibraltar, al lado de su casa. Diez personas sin nombre, entre ellas ni?os, aparecieron en la orilla de la costa gaditana tra¨ªdas por las corrientes del Estrecho. Garc¨ªa Ar¨¦valo fue uno de los profesionales que tomaron testimonio del naufragio aquella madrugada.

Explic¨® como el horror por esas muertes se le hizo presente, curiosamente, por un sonido: el de un tel¨¦fono m¨®vil. Protegido con cinta aislante para aislarlo del agua, el aparato estaba pegado a uno de los cuerpos que flotaban en la orilla. Su sonido sacudi¨® al fot¨®grafo conect¨¢ndole con la realidad de lo que estaba viendo m¨¢s all¨¢ de su c¨¢mara. El mismo efecto causaron sus palabras, al recordarlo ante un p¨²blico que permanec¨ªa atento conteniendo la emoci¨®n. Ante la dantesca escena que nos presentaba hab¨ªa otra realidad de fondo: alguien llamaba para comprobar si el viaje hab¨ªa ido bien. Es decir, en alg¨²n lugar del planeta hab¨ªa una persona preocupada porque no hab¨ªa recibido la confirmaci¨®n de la llegada de sus seres queridos.

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Al o¨ªrle pens¨¦ que era exactamente lo mismo que hab¨ªa hecho mi t¨ªa, incluso, yo misma, hace apenas unas semanas, cuando mi primo decidi¨® emigrar a Inglaterra, por las dificultades para encontrar trabajo en Espa?a. Quer¨ªamos saber si hab¨ªa llegado bien y si ya ten¨ªa sitio donde dormir. Enviarle un ¨²ltimo abrazo de ¨¢nimo que le diera fuerzas para el ciclo que empezaba lleno de incertidumbres y dificultades: por el idioma y por el hecho de estar tan lejos de lo que ¨¦l conoce, de nosotros, de su casa. No pude evitar pensar que quien llamara a aquel tel¨¦fono tendr¨ªa la misma intenci¨®n que mi familia: contactar para tranquilizarse. Qui¨¦n ser¨ªa no lo s¨¦, pero a diferencia de nosotros, no tuvo respuesta.

De aquel suceso en el Campo de Gibraltar han pasado 18 a?os. Sin embargo, desde entonces no han dejado de producirse p¨¦rdida de vidas en el Mediterr¨¢neo y la responsabilidad es, en gran medida, de las pol¨ªticas migratorias europeas. La visi¨®n de la migraci¨®n por parte de la Uni¨®n Europea tiene un claro viraje hacia la seguridad. Est¨¢ tratando a las personas como sospechosos y queriendo que los ciudadanos lo aceptemos como lo normal. Est¨¢ nutriendo el desarrollo de la industrial del control migratorio, con sus puertas giratorias y sus grandes beneficios a costa de la vida humana.

No pude evitar pensar que quien llamara a aquel tel¨¦fono tendr¨ªa la misma intenci¨®n que mi familia: contactar para tranquilizarse. Qui¨¦n ser¨ªa no lo s¨¦, pero a diferencia de nosotros, no tuvo respuesta

Se nos olvida que la migraci¨®n es tan natural como la vida misma desde el origen del hombre en la Tierra. El investigador Joaqu¨ªn Arango lo explica divinamente. Para ejemplo cotidiano, a?os antes que mi primo, varios de mis amigos tomaron la misma dif¨ªcil decisi¨®n: dejar su casa e intentar empezar una vida mejor en otro lado. B¨¦lgica, Holanda, Italia, Portugal, Estados Unidos, Canad¨¢, Colombia, Australia y China; fueron los destinos a donde fueron a parar. A pesar de la variedad de pa¨ªses, todos comparten ciertas sensaciones como el sentimiento de desarraigo y soledad que uno tiene cuando se ve en otra ciudad, en otro contexto ajeno totalmente a lo que controla. Tambi¨¦n est¨¢ el miedo a qu¨¦ pasar¨¢, no saber por d¨®nde empezar y, en los casos m¨¢s dr¨¢sticos por la distancia: la angustia de no saber cu¨¢ndo poder volver y el abismo de sentirse incomprendido.

Mis amigos no han sufrido un trayecto en condiciones inhumanas como las descritas por Garc¨ªa Ar¨¦valo. Pero si se centra la atenci¨®n en lo esencial ¨Clas personas¨C veremos que un cambio de vida as¨ª provoca sensaciones similares. Porque detr¨¢s de cada dato de muertes y desapariciones en el Mediterr¨¢neo, de cada anuncio de medidas de control migratorio, de cada venta de armamento y cada muro, siempre hay personas.

Solo piensa en qu¨¦ sentir¨ªas si te vieras en una situaci¨®n as¨ª. Probablemente sentir¨ªas lo mismo que cualquiera: miedo y ansiedad. Quiz¨¢s tambi¨¦n frustraci¨®n. Al menos, mis amigos han podido tomar las decisiones en sus procesos migratorios, pero hay quienes ni deciden marcharse, ni pueden quedarse.